Culturales

Nos quieren pasar gato por liebre o ¿por qué hace falta el 349?

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La vulgaridad, la obscenidad y el mal gusto están empezando a entrar por la puerta ancha de algunos hogares, y vendidos a toda pantalla y llegando al espacio público de la sociedad cubana. Y hay gente queriéndose pasar por lo que no es, imponiéndonos su mal gusto en nuestra propia cara, lo mismo en el almendrón en que tenemos que montar a falta de transporte público, que frente a la Bodeguita del Medio en las calles de La Habana Vieja.

Por eso hace falta el 349, para tener la Cultura en Buenas Manos. Porque si hay que salvar la Cultura, si es lo primero que teníamos y tenemos que salvar, como nos dijo Fidel en los años más duros, la cultura no se salva por arte de magia. Y hay que salvarla primero, porque la Cultura salva.

Mi mujer me pide que lo diga de otro modo y en otro tono, y que deje en claro que no solo esto ha sucedido en los establecimientos por cuenta propia, sino igual en los estatales. Y yo se lo confirmo: Que sí, que este asunto de las calabazas para celebrar algo tan ajeno a nosotros como Halloween, o de los gorros de navidad para atender a los turistas, empezó por imitación en los hoteles y en los centros culturales estatales, y ya está metiéndose en nuestras propias casas.

Basta con salir a la calle para ver a esos muchachos como bocinas ambulantes, que nos imponen el Palón Divino aunque no nos guste. Y se ha convertido en una especie de Himno de la Obscenidad en nuestras calles, lo mismo en todos los televisores de restaurantes que en las bocinas de las cafeterías. El respeto al derecho ajeno es la paz: y si el propietario de la bocina o de la cafetería adoran a Bad Bunny y a Chocolate, que los vean y los oigan en su casa, pero que se respete el derecho de los otros, de los que creemos que los Bad Bunnys disfrazados de Chocolate denigran a lo mejor de nuestras mujeres, y deforman el gusto de nuestros niños, hablando hasta de lo peor del ser humano. Y ya hay padres poniendo esos “perreos” —válgame, Dios, la palabra—, y enseñan a repellar en los cumpleaños de los niños, y en las fiestas de las escuelas.

El nuevo decreto 349 habla también de regular esta contaminación sonora. Por eso han hecho coro en su contra los peores reguetoneros disfrazados de raperos, en comunión estrecha con los que reciben dinero del exterior, para hacer performances públicos con cuatro gatos contratados y mucha prensa: es una falsa disidencia que se embarra a cada paso y no solo para protestar, tan poca auténtica e incapaz de ser creadora, que exige que hay que derogar un decreto que ni siquiera ha entrado en vigor.

Qué “casualidad” las últimas declaraciones de la Subsecretaria de Estado en Washington, que sale en apoyo de ellos, a pedir que deroguen un decreto cubano. ¿A qué viene este sorpresivo y nuevo interés? Y, ¿qué hace una representante estatal norteamericana opinando sobre un tema interno cubano?

Tal y como explicó un abogado en la redes sociales, Pedro Rizo Peña,que trabaja en la galería Collage Habana, este decreto es más que imprescindible para la realidad cubana. Esta nueva norma jurídica que entrará próximamente en vigor, no es contra los artistas, ni contra la libertad del arte: abarca a las instituciones estatales, a las personas naturales del sector por cuenta propia, y a los espacios que son empleados. Y ahora progresivamente se irá aplicando porque en esencia, se trata de velar porque se cumplan las regulaciones para la comercialización del arte, y los productos culturales.

Y como toda norma legal instrumenta un decreto, es eso lo que se ha estado haciendo en el Ministerio de Cultura en estos días: convocando al diálogo con los artistas y escritores, con quienes quieren el bien de su país y han expresado de manera legítima sus opiniones. Han sido escuchados e invitados para trabajar en las normas que adecuan este decreto, para que quede claro y en letra de molde, que ningún inspector puede actuar en nombre de sí mismo.

Por sobre todo, yo creo que este decreto tiene que ser de Nuestras Manos, porque no puede hacer un inspector lo que le toca a la ciudadanía, lo que corresponde a las instituciones, lo que le toca a las organizaciones de los artistas y escritores, que es defender al arte y a la cultura cubana de esta ola de mediocridad. Alguien tiene que ejercer esa fuerza de la ley, indicado por la institución cultural y por las organizaciones de creadores, porque ha sido una solicitud reclamada a lo largo de todos estos años en las reuniones y encuentros de la intelectualidad, exigiendo al estado a que actúe frente a la oleada de chabacanería y mal gusto que nos asola.

Hay que cuidar a nuestros mejores artistas y proteger su derecho al trabajo, por encima de arribistas y falsificadores de toda laya, que le quieren vender al turista el oro y el moro. Hay que defender a nuestros graduados de un sistema de enseñanza artística, que en este país existan más de trescientas casas de cultura, que tengamos miles de instructores de arte en las escuelas, que tenga aun este país más de trescientos cines, como ahora llega el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano a varias capitales de Cuba. Porque en un sitio turístico como Viñales, el cine ya es cosa del pasado y lo arrendaron para una cafetería y discoteca.

No tengo yo nada en contra del uso múltiple de los cines, pero para que se vean buenos espectáculos artísticos, para que se recupere el hábito del buen cine, y el mejor audiovisual; no para ver a un director municipal de cultura haciendo de animador de discoteca. Y eso está pasando…

Es el Decreto de Nuestras Manos. De nosotros, de los intelectuales y artistas, de los trabajadores de la cultura, de nuestros promotores culturales, y de nuestra ciudadanía toda.

Después de escribir José Martí la frase: “Ser cultos es el único modo de ser libres”, agregó otra idea: “No hay igualdad social posible sin igualdad de cultura”. Y es eso lo que quisieran derrotar nuestros contrarios, y hasta los nuevos ricos.

No nos pueden seguir pasando gato por liebre: la Cultura Cubana tiene que seguir En Buenas Manos.

Reproducido por Cubadebate ,desde el sitio Cubarte.

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