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VILLENA Y LA PROTESTA DE LOS TRECE

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Protesta de los Trece.

Hecho reconocido históricamente como la primera acción cívica liderada por Rubén Martínez Villena, su «bautizo político». Hecho que marcó la vinculación de una nueva generación de intelectuales cubanos a la lucha contra los males que asolaban a la República.

Los sucesos tuvieron lugar cuando al presidente cubano Alfredo Zayas y Alfonso, gobernante caracterizado por la práctica del fraude, se le ocurrió la genial idea de comprar el Convento de Santa Clara de Asís a un precio exorbitante, con fondos del Estado, y en un momento en que la economía cubana estaba en los niveles deflacionarios más bajos. El inmueble fue construido en el siglo XVII y vendido, en 1920, a una casa inmobiliaria, y ya bastante en ruinas, el Estado cubano lo adquirió (1923), por 2 300 000 pesos, según una fuente; y en 3 000 000, de acuerdo con otra. Lo cierto es que Zayas “compró” el convento a empresarios particulares que habían obtenido la instalación, en medio millón de pesos, precisamente, cuando estaba en su apogeo la denominada “danza de los millones”.

Este hecho hizo que un grupo juvenil, sin definición política ni rumbo ideológico todavía, se dirigieran aquel 18 de marzo 1923 al salón de actos del local de la Academia de Ciencias de Cuba, situada en la calle Cuba entre Amargura y Teniente Rey; iba a efectuarse un homenaje a la educadora uruguaya Paulina Luissi, organizado por el club femenino cubano que dirigía Hortensia Lamar; a la ceremonia asistiría el Secretario de Justicia del gobierno, que encabezaba Alfredo Zayas, Erasmo Regüeiferos, quien había refrendado el decreto presidencial adquiriendo el convento, y que estaría a cargo del discurso central del acto. Pareció al grupo ocasión apropiada para impulsar una indignación que conmovería al país entero.

A media tarde los jóvenes penetraron en el paraninfo de la Academia de Ciencias. El poeta de La pupila insomne ocupó una butaca en la segunda fila del lunetario, hacia el centro. Tomaban asiento en el estrado Hortensia Lamar, presidenta del Club Femenino, la educadora objeto del homenaje, el cuestionado ministro, el embajador uruguayo y su esposa. Desde allí siguieron el desarrollo del acto.

Después de las palabras iniciales y cuando se anunció que el Secretario de Justicia hablaría en honor de la escritora invitada, Rubén Martínez Villena se puso de pie, gesto que imitaron sus compañeros. Señorita Presidenta, pido la palabra, dijo el poeta, y los «protestantes» aplaudieron. Habló en nombre del grupo: “Perdonen la presidencia y la distinguida concurrencia que aquí se halla que un grupo de jóvenes cubanos, amantes de estas nobles fiestas de la intelectualidad, y que hemos concurrido a ella atraídos por los prestigios de la noble escritora a quien se ofrenda este acto, perdonen todos que nos retiremos.

Perdónenos el señor ministro de Uruguay y su señora esposa. Perdónenos la ilustre escritora a quien con tanta justicia se tributa este homenaje.

Protestamos contra el funcionario tachado por la opinión, y que ha preferido rendir una alta prueba de adhesión al amigo antes que defender los intereses nacionales. Sentimos mucho que el señor Regüeiferos se encuentre aquí. Por eso nos vemos obligados a protestar y retirarnos”.

Ramiro Guerra Sánchez escribió con mucho sentido:

“En aquel gesto (el de los protestantes de la Academia) puede decirse que cuajó el ideal más alto de la revolución: libertad para pensar, para ser, para afirmar la personalidad…”

Este hecho constituyó un ejemplo de la toma de conciencia patriótica que experimentaba buena parte de la intelectualidad joven, que desde entonces asumió una actitud combativa en aras de la liberación nacional.

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