El 18 de marzo de 1851 estaban reunidos un grupo de jóvenes pertenecientes a La Filarmónica. Sus nombres eran José Fornaris, Francisco Castillo Moreno, Carlos Manuel de Céspedes y Carlos Pérez. Francisco Castillo Moreno, enamorado de Luz Vázquez, su novia o, quizás, su esposa, hermana esta de Isabel Vázquez, la esposa de Pedro Figueredo, propuso dedicarle una canción. Fornaris se comprometió con la letra; Castillo y Céspedes con la melodía. Al día siguiente ya José Fornaris había compuesto los versos y antes del 27 de marzo, Castillo y Céspedes los musicalizaron. En esa misma jornada, cerca de la medianoche, concurrieron todos a la casa de Luz Vázquez, en la calle El Salvador. Allí, con la guía vocal de Carlos Pérez, entonaron por primera vez los versos de La Bayamesa:
¿No recuerdas gentil bayamesa
que tú fuiste mi sol refulgente,
y risueño en tu lánguida frente
blando beso imprimí con ardor?
¿No recuerdas que un tiempo dichoso
me extasié con tu pura belleza,
y en tu seno doblé la cabeza,
moribundo de dicha y amor?
Ven, asoma a tu reja sonriendo;
ven, y escucha, amorosa, mi canto;
ven, no duermas, acude a mi llanto,
pon alivio a mi negro dolor.
Recordando las glorias pasadas,
disipemos, mi bien, la tristeza,
y doblemos los dos la cabeza
moribundos de dicha y amor!
En los años previos al estallido insurreccional de 1868, estas estrofas expresaban un sentimiento de identidad con el cual comulgaron los más diversos sectores sociales a quienes su letra y música pertenecía. En poco tiempo se conoció en La Habana donde también se hizo popular.
La noche del 13 de agosto, en el encuentro que sostuvieron Pedro Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y Francisco Maceo Osorio, este último le pidió a Figueredo que compusiera un himno similar a La Marsellesa. Por entonces, la marcha francesa, que llegaría a ser el himno nacional de ese país. El patriota bayamés aceptó el cometido y esa misma madrugada, tras un intenso proceso creativo, tuvo lista la letra y la música para piano, del himno al que llamó La Bayamesa.
Para ser interpretada en público se requería de la adecuada instrumentación. Figueredo decide establecer contactos con el maestro Manuel Muñoz Cedeño, quien dirigía entonces una de las orquestas de la ciudad, para solicitarle que se encargara de la instrumentación sin la letra. El encuentro tuvo lugar el 8 de mayo de 1868, en casa de Figueredo, y el Maestro Muñoz Cedeño aceptó entusiasmado la solicitud, imbuido del espíritu patriótico del himno. El autor no le reveló entonces el propósito de la composición y, en cambio, sí le pidió que mantuviera en secreto el encargo, con la excusa de que iba a ser una sorpresa para sus amigos, a lo cual se comprometió el orquestador.
Se realizaron varias actividades previas al 10 de octubre que explican que la melodía, e incluso en ciertos círculos la letra, fueran conocidas. Con el estallido de la insurrección, el 10 de octubre de 1868, La Bayamesa de Figueredo cobraría todo su sentido como “himno patriótico”. En la mañana del 20 de octubre, tras la toma de la ciudad de Bayamo por los mambises y la rendición del cuartel, la multitud se agolpó en la plaza para celebrar la victoria. El tañido de las campanas y la música acompañaban el entusiasmo general, avivado por la presencia de Figueredo, quien se abrió paso entre la multitud. El bayamés ilustre, sería el autor de tan ardientes versos que, erguido sobre la montura, escribiera la letra que arengaba a sus compatriotas con exclamaciones revolucionarias.
La Bayamesa se tocaba por las bandas criollas de la localidad, se cantaba por las damas y se tarareaba por los muchachos de la calle. Aquel pueblo, que acariciaba ya la revolución, daba así expansión a sus sentimientos patrios antes de lanzarse a la lucha. Fue el día 20 en que, como expresión del carácter profundamente revolucionario de la gesta que germinaba, se llamaba al combate permanente y se exaltaba el sentimiento patrio, mediante el himno de guerra y de victoria, que, copiado de mano en mano, se cantó por todos los que asistían al excelso momento.
En el número del 27 de octubre de 1868, año I, no.4, siete días después de haber sido conocida su letra públicamente, aparece, por primera vez, el texto impreso de la misma, firmado por el propio autor. Se publica con el nombre de La Bayamesa. Himno Patriótico. Solo consta de dos estrofas, que constituyen actualmente el Himno Nacional cubano:
La Bayamesa, Himno Patriótico
Al combate corred, bayameses,
que la patria os contempla orgullosa;
no temáis una muerte gloriosa
que morir por la patria es vivir!
En cadenas vivir es vivir
en afrenta y oprobio sumido;
del clarín escuchad el sonido,
a las armas, valientes, corred!
La Bayamesa de Figueredo se convirtió en el himno de los patriotas. Pero también otras versiones de esta marcha, inspiradas espontáneamente por algún que otro creador, surgieron y circularon durante los diez años de la Guerra Grande.
A partir de aquel 20 de octubre de 1868, las fervientes notas del Himno de Bayamo presidieron todos los actos del movimiento independentista cubano, y pasado el tiempo, ha trascendido hasta la actualidad como símbolo de la Patria y expresión concreta del carácter patriótico del pueblo cubano. Es por ello que considerar el 20 de octubre como el Día de la Cultura Cubana, es reconocer, en primer lugar, la esencia de las raíces cubanas.
El 22 de agosto de 1980 fue instituido el Día de la Cultura Cubana en conmemoración a este acontecimiento tan relevante de la historia del país, la entonación por vez primera del Himno Nacional, La Bayamesa, considerándose una efeméride que marca definitivamente el nacimiento de una nación rebelde y de su identidad.
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