El artículo 32 de nuestra constitución expresa: “El Estado orienta, fomenta y promueve la educación, las ciencias y la cultura en todas sus manifestaciones.” Además, en su política educativa, científica y cultural se atiene a postulados entre los que se encuentra “f) la actividad creadora e investigativa en la ciencia es libre. Se estimula la investigación científica con un enfoque de desarrollo e innovación, priorizando la dirigida a solucionar los problemas que atañen al interés de la sociedad y al beneficio del pueblo;”.
Nuestra Ley Suprema establece así el derecho y deber de los cubanos a buscar el conocimiento verídico y comprobable sin otro límite que la verdad y a desarrollar nuestra creatividad innovadora en toda su potencialidad. Además, el estado asume la responsabilidad de promover aquéllas investigaciones e innovaciones que se dediquen al bien de todos.
Un artículo publicado en la revista TEMAS en 20121 se refería a que el discurso generalizado de entonces, desde las instancias de dirección política y económica, con frecuencia pedía a la ciencia que produjera resultados para resolver los problemas de la economía y, a menudo, hasta que los introdujera en la práctica social, en un esquema de ciclo cerrado. A simple vista, esta era una argumentación irrefutable para un país necesitado de desarrollo y un gobierno honestamente empeñado en ello. Sin embargo, contiene un presupuesto insalvable. Es más que evidente que los científicos por si solos no cuentan con herramienta alguna para determinar lo que es realmente necesario a la economía en cada caso de los muchos y muy diversos posibles. Tampoco suelen estar capacitados ni pueden movilizar medios para implantar los resultados en la mayor parte de los escenarios económicos y sociales, donde los que toman decisiones están guiados por otros cánones.
Afortunadamente, estos conceptos han evolucionado de forma radical y positiva hacia nuestros días. Hemos conocido el hecho bastante insólito en el escenario mundial de que el presidente de la República de Cuba defienda su doctorado en pleno ejercicio de sus funciones, en medio de una pandemia absorbente, y nada menos que tratando el problema de la innovación en la sociedad.
En un artículo clave2 que ha dado lugar a su tesis se expresa: “Es importante que todos comprendamos que el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación son decisivos para el avance exitoso de nuestro programa de desarrollo. La lucha por el desarrollo, la independencia y la soberanía, como siempre insistió nuestro Comandante Fidel Castro exige la creación y movilización de capacidades de CTI (ciencia, tecnología e innovación). Esta debería ser una convicción compartida por todos: pueblo, Gobierno, empresarios, científicos, profesores, maestros, campesinos.”
El corazón del trabajo apunta justamente a resolver algo que, aunque sea evidente, se había estado ocultando detrás de tradiciones inconvenientes, incapacidad de dirección, desidia, facilismo y burocratismo. La ciencia y la empresa que produce valor económico están unidas por un segmento horizontal, una sola dirección, pero con doble sentido. Es tan importante que la ciencia tenga en cuenta a la economía al abordar los objetos de investigación como que la empresa necesite y use a la ciencia para mantener la innovación y con ello la eficiencia, el progreso y la competitividad. Si el estado socialista necesita de ello, la promoción, estímulo y gestión debe ser igualmente dirigida a los creadores de saberes para que se enfoquen en lo importante y a los empresarios para que lo demanden y sean así cada vez más competitivos y eficientes. Una conexión íntima e intensa en esa dirección y en los dos sentidos es indispensable.
Los mecanismos que hacen exitosa a una empresa capitalista no son exclusivos de ese sistema social cuando se trata de la libertad y el bienestar de las personas. Lo exclusivo y rechazable del capitalismo es la explotación y robo del trabajo de los seres humanos, y todas las nefastas consecuencias de esta lamentable verdad. El capitalismo que se desarrolla con relativo éxito en los tiempos actuales usa la sabiduría para ser competitivo, pero con la finalidad última de enriquecer personas que se apropian del trabajo de los demás. Una política socialista consecuente debe usar los mecanismos sin etiquetas que sean necesarios, y sobre todo el tan humano conocimiento científico, para el progreso y usar entonces los recursos que se logren en bien de toda la sociedad. ¿No resulta obvio?
Por: Luis A. Montero Cabrera,Cubadebate.
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