El General español Arsenio Martínez Campos tuvo que arrastrarse por el fango de la Sabana de Peralejo el 13 de julio de 1895, para no caer prisionero de las fuerzas del Lugarteniente General Antonio Maceo que en ese lugar, cerca de la ciudad de Bayamo, lograron una de sus más importantes victorias de toda la Guerra Necesaria.
Cuentan que al regresar vencido a La Habana, el supremo jefe hispano en la Isla fue recibido con un gran arco de triunfo de madera erigido a toda prisa y que en lo más alto tenía la frase de “Al héroe de Peralejo”, sin embargo, este clima de adulación no turbó la inteligencia de Martínez Campos quien preguntó con ironía a uno de sus ayudantes desde cuándo se dedicaban arcos a Maceo.
Pocos meses antes, España enfrentó la guerra de 1895-1898, iniciada el 24 de febrero de 1895, enviando al experimentado oficial a Cuba como Capitán General al frente de un fuerte contingente militar, con la misión de ganar la iniciativa y desde posiciones de fuerza engañar a los cubanos como en 1878 con el Pacto del Zanjón. Pero esta vez el fracaso lo esperaba y más rápido de lo que pudo preverse.
Tras arribar a La Habana, en el mes de abril, Martínez Campos no permaneció mucho tiempo en la capital y se trasladó a la zona oriental para comandar un gran contingente de soldados de artillería, infantería y caballería integrado por miles de hombres perfectamente armados y pertrechados, con los que pensaba neutralizar las acciones de las tropas cubanas en sus primeras semanas de contienda.
Lo esperaba en la manigua oriental el Lugarteniente General Antonio Maceo, quien de acuerdo con la estrategia trazada en la manigua junto a José Martí, caído en combate el 19 de mayo, y con el Generalísimo Máximo Gómez, inició la campaña ofensiva en esa región, lo que sería el preámbulo de la invasión al occidente.
El 11 de julio conoció el Titán de Bronce que el jefe español se encontraba en el poblado de Veguitas, al frente de una fuerte columna con la que se encaminaba a la ciudad de Bayamo. Con más de 800 hombres, entre los que se encontraban los legendarios jefes Quintín Banderas, Jesús Rabí, Joaquín Tamayo y Saturnino Lora, preparó una emboscada a la columna del Capitán General hispano.
Los colonialistas contaban con más de 500 hombres de infantería y caballería, junto a otra columna al mando del general Fidel Alonso de Santocildes, integrada por alrededor de mil efectivos y que partirían también desde el poblado de Veguitas hacia a los dominios bayameses al día siguiente.
Las fuerzas cubanas aprovecharon el terreno y se emboscaron entre una sabana y el río Mabay, a su retaguardia tenían a Peralejo, con lo cual controlaban todos los caminos de acceso para sorprender al enemigo.
Pero el plan de Maceo no resultó como esperaba. Poco antes, dos presuntos pacíficos comerciantes, probablemente espías españoles, transitaron por dentro del emplazamiento de las tropas cubanas e inexplicablemente no fueron retenidos e informaron a las tropas peninsulares de la presencia de los mambises.
Ante esa circunstancia, el General Martínez Campos unió sus fuerzas, las cuales evadieron a las huestes principales cubanas y realizaron un movimiento envolvente hacia donde se encontraba la impedimenta del grupo insurrecto, escasamente defendida en un bosque.
Así comenzó el combate con la iniciativa a favor de las tropas hispanas. Pero Maceo maniobró con la infantería, esta última- mandada por el General Quintín Banderas- y paralizó el avance de los ibéricos, mientras ordenó a la caballería ejecutar las legendarias cargas al machete en la Sabana de Peralejo.
La tropa insurrecta tuvo más de 100 bajas y las hispanas alrededor de mil, entre muertos y heridos, incluyendo entre los primeros al General Fidel Alonso de Santocildes.
Los hijos del General Martínez Campos, quienes eran oficiales, a riesgo de sus vidas y la de sus soldados para salvar al padre de morir o caer prisionero lo acostaron en la tierra sobre una manta con la cual lo arrastraron hasta ponerlo a salvo de las cargas al machete y los ataques de la infantería criolla.
En la ciudad de Bayamo permaneció varios días cercado por Maceo y solo salió de la zona cuando recibió un fuerte refuerzo. La Batalla de Peralejo fue una derrota militar y política, y a su vez demostró que en la contienda organizada por el Apóstol de la independencia las tácticas divisionistas y conciliatorias para repetir un nuevo Pacto de Zanjón eran imposibles.
Ante esa realidad, Martínez Campos reconoció su derrota, posteriormente pidió su relevo a Madrid en enero de 1896, sin que tampoco pudiera impedir el avance de la invasión a Occidente de las fuerzas de Antonio Maceo y el Generalísimo Máximo Gómez.
Tomado de: Periódico Adelante de la provincia cubana de Camagüey
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