La quema de la ciudad de Bayamo por sus moradores, el 12 de enero de 1869, trasciende como uno de los acontecimientos más importantes en la historia de Cuba. Pocos pueblos del mundo han reducido a cenizas sus casas y bienes más preciados, como muestra inequívoca de su decisión de perderlo todo por la causa de la independencia. La hazaña protagonizada por los bayameses constituye un símbolo de lo que siempre ha hecho y hace el pueblo cubano, al desafiar poderosas fuerzas e ir en pos de aparentes imposibles.
Este hecho no puede verse como algo aislado, pues está íntimamente relacionada con la toma de la ciudad, en octubre de 1868, su posterior defensa y las fuertes acciones emprendidas por el mando ibérico para recuperarla. Numerosas tropas fueron enviadas por las autoridades españolas para reconquistar la villa, y en el empeño de protegerla las huestes mambisas realizaron otros hechos de gran trascendencia, como la primera carga al machete, en Pino de Baire.
El 20 de octubre de 1868 los insurrectos ocuparon Bayamo y la declararon Capital de la República en Armas, y el pueblo ayudó y aclamó al Ejército Libertador que se anotó sus primeras victorias. La libertad inspiró en los bayameses un inmenso fervor patriótico que tuvo su mayor expresión cuando Perucho Figueredo escribió la letra de La Bayamesa, que sería el Himno Nacional cantado en las plazas y calles por patriotas humildes, en unión de adinerados, muchos de los cuales sacrificaron la vida por la Patria como el propio autor. De seguro aquel histórico día, cuando entraban triunfantes a la Ciudad Monumento Nacional las tropas insurgentes, muy pocos imaginaron que dos meses y medio después los independentistas saldrían de la urbe dejando tras de sí llamas devoradoras y desolación.
Pero la decisión de los bayameses tenía su justificación, ya que el enfrentamiento armado entre las tropas cubanas al mando de Donato Mármol contra las del Conde de Valmaseda, terminó lamentablemente en éxito para los hispanos, y frente al peligro del avance ibérico hacia la urbe, los patriotas- ausentes Céspedes y Aguilera- se citaron a toda prisa para deliberar. Se reunieron los patriotas y en la noche del 11 de enero de 1869 decidieron, con el apoyo mayoritario de la población, dar fuego a la Villa y ya en la madrugada del 12 las llamas se habían propagado rápidamente.
Según recoge la historia, en la Botica del licenciado Don Pedro Maceo Infante, primer Jefe de Sanidad de la Revolución y padre del destacado patriota Francisco Maceo Osorio, se inició a las cinco de la mañana del 12 de enero de 1869, la heroica quema de Bayamo, por decisión voluntaria de sus pobladores.
La ciudad ya no sería la misma. Un estudio de los investigadores Rafael Rodríguez e Idelmis Aguilera reveló que más del 86 % de la urbe se destruyó. Se perdieron 26 ingenios, más de 1 000 casas, el teatro y la mayor parte de las iglesias. En el centro solo quedaron ilesas algunas propiedades, como la casa donde había nacido el Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes y la capilla anexa a la Catedral. Solo se salvaron de la destrucción alrededor de 160 construcciones, y alrededor de 10 mil bayameses, entre ellos niños, mujeres y ancianos, abandonaron la urbe y se internaron en la manigua. Aún no se ha podido precisar cuántos murieron víctimas de enfermedades, del hambre o de la feroz cacería desatada por el gobierno español.
Cuando el alto jefe militar español entró en la ciudad el 16 de enero, considerando haber obtenido un triunfo total, su sorpresa fue enorme al presenciar solo cenizas y destrucción. En medio de su indignación, al sentirse derrotado y ver la ciudad en ruinas, exclamó: “¡Están todos locos!”. Era su reacción de impotencia ante la devastación casi total de la rica y culta localidad de Bayamo que él tenía en sus propósitos reconquistar.
De la “ciudad antorcha”, nombre con el que también se le ha conocido, salieron los bayameses dejando atrás una localidad casi reducida a cenizas, con el profundo dolor de haber perdido todas sus pertenencias para intrincarse en la manigua, muestra de su amor a la Patria y expresión palpable de la nación y la nacionalidad cubana que ya se iba forjando. El ejemplo legado por aquellos habitantes de la zona oriental del país perdura hasta el presente. Fue un suceso inédito, solo posible por el patriotismo y por la certeza de la necesidad de continuar la lucha hasta la victoria definitiva.
El 10 de octubre de 1889, en el acto efectuado en Nueva York para conmemorar el aniversario del inicio de la guerra de independencia, José Martí se refirió -de forma simbólica- al heroísmo y sacrificio demostrados por los bayameses aquel 12 de enero de 1869: “… cuando el sacrificio es indispensable y útil, marcha sereno al sacrificio, como los héroes del 10 de Octubre, a la luz del incendio de la casa paterna, con sus hijos de la mano”.
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