El 14 de junio de 1907 falleció en Manzanillo, su tierra natal, el Mayor General del Ejército Libertador Bartolomé Masó Márquez, descollante patriota, iniciador junto a Carlos Manuel de Céspedes de la primera contienda libertadora, el 10 de octubre de 1868.
Masó, junto a sus hermanos Isaías y Rafael, partió con Céspedes desde el ingenio Demajagua. Fue uno de los 12 sobrevivientes de la malhadada refriega de Yara, al día siguiente. Pero persistió con fervor, se reorganizaron y días después tras un combate de dos jornadas entraban victoriosos a Bayamo y allí formaron la primera República en Armas.
El insigne cubano, a quien distinguían una modestia y honestidad proverbiales, contaba al morir a los 76 años con una rica trayectoria al servicio de la Patria, de participación destacada no solo desde los albores de los combates libertarios, sino también en todos los proyectos acunados y llevados a cabo por los cubanos con tal fin. Tenía la valentía y el honor de los persistentes.
Había nacido el 21 de diciembre de 1830 en el poblado de Yara, cerca de Manzanillo. Procedía de familia pudiente, de hacendados propietarios de tierra, quienes le facilitaron una buena educación.
Estudió, como era costumbre, en instituciones religiosas y adquirió una sólida cultura humanística. En 1867 se incorporó a la Junta revolucionaria de esa ciudad.
Céspedes lo nombró segundo jefe de las fuerzas libertadoras, con grado de Teniente General, pero pronto declinó el cargo al reconocer que no tenía suficientes conocimientos militares. Decidió combatir como un soldado más a las órdenes del Mayor General Modesto Díaz.
Pronto comenzó a destacarse en diversas acciones militares cuya relación sería muy extensa.
Obtuvo el grado de coronel en 1872 y fue designado Subsecretario de la Guerra, aunque al asumir se le invistió como Secretario (Ministro) del gobierno en armas. Fueron numerosas las responsabilidades a él encomendadas después, entre ellas jefe de la brigada de Jiguaní,
representante a la Cámara y su secretario, más tarde jefe de los regimientos de Jiguaní y Yara.
La histórica contienda de los 10 años (1868-1878) tuvo en Masó un combatiente fiel hasta las últimas consecuencias. En esa etapa alcanzó los grados de General de Brigada, confirmados al final de esa campaña.
Pero la primera guerra fue minada finalmente por la desunión, el caudillismo y actos de traición, tras heroicos combates que forjaron, en cambio, a un glorioso ejército popular protagonista de hazañas y sonadas victorias parciales; sin embargo, a pesar de Maceo y la Protesta de Baraguá, finalizó.
Bartolomé Masó estuvo entre los que manifestó su desacuerdo con la Paz del Zanjón. Pero el irremediable fin de la guerra lo llevó a retornar a Manzanillo, donde pensaba ocuparse en lo posible del fomento de sus antiguos bienes.
Durante la llamada Guerra Chiquita iniciada en 1879, fue apresado por órdenes de las autoridades coloniales. Primero estuvo preso en el Castillo del Morro, en Santiago de Cuba, pero luego lo enviaron a la tenebrosa prisión de Ceuta, España, un sitio donde muchos patriotas cubanos padecieron inhumana reclusión.
Cuando fue liberado en 1881, tras un largo peregrinar por varios países de Europa pudo regresar a Cuba. En las cercanías de su localidad de origen, retomó los proyectos de rehacer su vida y ocuparse de sus bienes familiares. Pero nunca había muerto en este iniciador el sueño de ver a su Patria libre.
De modo que en la madrugada del 24 de febrero de 1895 fue el primer prócer que se levantó en Cuba, en respaldo al llamado general de alzamiento emitido por José Martí para reiniciar la lucha.
Lo hizo desde su finca nombrada Colmenar de Bayate, en la región de Manzanillo. Ese día también siguieron respondiendo a ese llamado otros grupos de patriotas de Cuba, fundamentalmente del Oriente del país.
No le bastó movilizar hombres y armas y formar campamentos en su región, desde donde dirigió acciones desafiantes. En cuanto supo de la localización de Máximo Gómez y José Martí en las cercanías de Dos Ríos, Jiguaní, a mediados de mayo de 1895, hasta allí se dirigió para respaldar con sus fuerzas a los dos Jefes militares mambises.
Cuando Martí lo conoció, casi en vísperas de su caída en combate, escribió de él: «(…) un hombre en quien veo entera la abnegación y la república de nuestros primeros padres, y la energía moral que cerró paso a las debilidades (…)».
Compartía con Martí y Gómez el empeño de hacer una guerra rápida y eficiente. En esa etapa fue investido como Jefe del Segundo Cuerpo de Ejército con el grado de Mayor General.
Más tarde, en la Asamblea de Jimaguayú fue elegido Vicepresidente del Consejo de Gobierno y dos años más tarde en la Asamblea de la Yaya fue designado Presidente de la República en Armas, cargo desempeñado aproximadamente por un año y al que renunció en noviembre de 1898, cuando declaró disuelto el Gobierno de la República en Armas.
El desafortunado fin de esta nueva contienda emancipadora lo condujo a renunciar a sus nombramientos y cargos ante la Asamblea de Santa Cruz y, de nuevo, se dirigió a su hogar en Manzanillo. Gracias a su prestigio y a su historial en las luchas por la independencia, era el candidato con mejores condiciones para la presidencia de la República en las elecciones (1901).
Sin embargo, la “fuerza más” del imperio se hizo sentir en todo momento. Estados Unidos manipuló las elecciones a favor del entreguista Tomás Estrada Palma y el íntegro Bartolomé Masó debió retraerse.
Alejado totalmente de toda acción política decidió vivir en la finca La Jagüita, de su pueblo natal. Allí sorprendió la muerte a este viejo soldado y patriota.
Bartolomé Masó: el honor y coraje de los persistentes
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