La conversación con Raquel Fernández Garrido comenzó con una reflexión del profesor y sicólogo Manuel Calviño: el Código de las Familias es una invitación, un reto al crecimiento personal y a la vez un proceso para convertirnos en mejores personas.
Ese nuevo proyecto de Ley no se pone en contra de la realidad, todo lo contrario, es muy moderno, actualizado y acepta lo que está sucediendo en la variopinta sociedad cubana, afirma esta mujer, profesora de Geografía en la enseñanza preuniversitaria y activista de derechos sexuales del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Natural del municipio de Majagua, en Ciego de Ávila, Raquel manifiesta que la Constitución de la República de Cuba, proclamada el 10 de abril del 2019 y ratificada en referendo popular el 24 de febrero de ese año, y el Código de las Familias, que actualmente debaten los cubanos, protegen los derechos de los homosexuales como seres humanos.
“Era necesario ese cambio en el país, que por fin se respete el libre desarrollo de la personalidad, la intimidad, y el proyecto de vida personal y familiar que se escoja”, dice, con total transparencia.
Este texto aborda también muchos temas de los cuales no podemos estar ajenos, como por ejemplo los relacionados con el matrimonio entre personas de un mismo sexo, el papel relevante de los abuelos en la crianza y custodia de los nietos, y la posibilidad de poner en práctica acuerdos sobre el patrimonio antes de unir sus vidas, precisa Raquel, fundadora de Atenea, grupo de mujeres lesbianas y bisexuales en Ciego de Ávila.
“Atenea acepta, además, a personas que desean contribuir al cambio de mentalidad de quienes no nos quieren bien, de quienes nos ven como bichos raros”, refiere esta activa mujer.
Las lágrimas corren por sus mejillas mientras relata que ha sufrido bullying de padres de sus alumnos y hasta de compañeros de trabajo, pero ha sabido sobreponerse y demostrar que es tan buena en su profesión y en las relaciones personales como los demás.
“Uno convence con las acciones y eso es lo que hago, porque solo así lograremos eliminar esos comportamientos, y no vamos ni por la mitad del camino”, argumenta Raquel, que a la vista parece ser una persona fuerte, sin embargo, es todo amor y delicadeza.
“Tengo una pareja hace cinco años, conocí a Sandra Lucía en un encuentro de amistades en Camagüey, tanto ella como yo quisimos disfrutar de hijos en algún momento, lo que nos fue imposible porque no había reproducción asistida para nosotras, debíamos relacionarnos con hombres y no estuvimos de acuerdo”, puntualiza quien, además de ser coleccionista, le encanta tocar instrumentos de percusión.
“La adopción fue una alternativa, pero también se exigía la presencia masculina, entonces decidimos quedarnos sin hijos, ya ella tiene 56 y yo 61 años de edad”, explica.
“Tanto Sandra Lucía como yo nos pasamos la vida goloseando muchachos ajenos, corriendo detrás de sus familias.
“Allá en Camagüey, donde vive ella, tenemos delirio con un par de jimaguas y ellos muestran cariño hacia nosotras, pues les gusta mucho que los mimemos, creo que hubiéramos sido las dos muy buenas madres”, afirma muy segura, a pesar de que la realidad no la dejó vivir ese sentimiento.
“Estamos separadas porque no podemos juntarnos en una sola casa debido al riesgo que corren nuestras madres, la de ella con 87 años y la mía con 85, se sabe que cuando cambian de lugar los ancianos casi siempre pierden la memoria y no vamos a abandonarlas a ninguna”, dice Raquel y así reafirma su condición de buena hija.
“Cuando yo puedo ir a Camagüey o ella viajar hasta acá, es porque estamos respaldadas por algún familiar que las cuida, tenemos que ser felices así y adaptarnos a la situación.
“Llevo 38 años de trabajo en la docencia entre jóvenes, que, por suerte, son menos prejuiciados, y realmente no me quejo de ellos, los veo y trato como esos hijos que nunca tuve, porque en esas edades se necesita de mucha comprensión y consejos”.
Con total seguridad refiere que defenderá el Proyecto de Código de las Familias, pues protege todas las expresiones de la diversidad familiar en una Cuba tan heterogénea como la propia realidad que nos acompaña.
- Lubia Ulloa Trujillo (ACN)
- Sociedad
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