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Enmienda Platt, el intento de Estados Unidos para una anexión disfrazada

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Impuesta por la fuerza de ocupación estadounidense como condición para conceder a Cuba una amañada “independencia”, el 12 de junio de 1901, en sesión secreta de la Asamblea Constituyente en Camagüey se incorporaba la Enmienda Platt como apéndice a la naciente Constitución de la República.

Con la votación de 16 delegados a favor y 11 en contra comenzaba a inscribirse una nueva página de hipocresía y engaño, siempre tras el propósito estadounidense de controlar Cuba, esta vez con un apéndice a su primera Constitución para subordinar a Washington las decisiones trascendentes.

La citada enmienda, propuesta por el senador republicano Orville H. Platt, fue aprobada por el Congreso de Estados Unidos el 2 de marzo de 1901 y sancionada como ley al día siguiente por el Presidente William McKinley, como sustituto a los fracasados intentos de anexar la isla al naciente imperio.

Dicha enmienda atenazaba por el cuello la soberanía de la isla, lo cual fue reconocido por el interventor norteamericano, General Leonard Wood (1899-1902), quien en carta a Theodore Roosevelt el 28 de octubre de 1901 expresaba: «Por supuesto que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión. Esto, sin embargo, requerirá algún tiempo y durante el período en que Cuba mantenga su propio gobierno, es muy de desear que tenga uno que conduzca a su progreso y a su mejoramiento. No puede hacer ciertos tratados sin nuestro consentimiento, ni pedir prestado más allá de ciertos límites y debe mantener las condiciones sanitarias que se le han preceptuado, por todo lo cual es bien evidente que está en lo absoluto en nuestras manos y creo que no hay un gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa sino lo que es, una verdadera dependencia de Estados Unidos, y como tal es acreedora de nuestra consideración… Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La isla se americanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo…»

Ese engendro jurídico fue insertado como una enmienda a la Ley de Gastos del Ejército de Estados Unidos, con la instrucción de que fuera anexada como un apéndice a la Constitución de la futura república cubana. En ese anexo Washington se abrogaba el derecho de intervenir en la isla cuando lo estimara oportuno, controlar su comercio, las relaciones exteriores, y establecer bases carboneras en territorio cubano, como la de Guantánamo, devenida posteriormente en base militar para el control hegemónico del Mar Caribe.

Ninguno de estos puntos contenidos en la Enmienda Platt se abolieron el 29 de mayo de 1934 con la firma del Tratado Permanente de Relaciones Recíprocas entre Estados Unidos y Cuba, pues esas humillantes condiciones se mantuvieron vigentes en el nuevo documento, solo que, elaboradas un poco más sutilmente. La Enmienda y el Tratado eran el mismo perro con diferente collar, basado en la llamada “política del buen vecino” y para intentar apaciguar el auge revolucionario y antiimperialista de la Revolución del 33 que derrocó a la dictadura de Gerardo Machado.

En los años sucesivos, los gobiernos de Washington contarían en la política cubana con su representante más fiel, el general Fulgencio Batista, personaje clave en la frustración del proceso popular de los años 30, en socavar la llamada Revolución del 33, y regir los destinos del país con su demagogia y ascendencia en las fuerzas armadas que le llevaron al poder nuevamente con el golpe militar del 10 de marzo de 1952.

Tendrían que transcurrir 25 años después del Tratado, hasta enero de 1959, para que definitivamente Cuba aboliera todos los acuerdos existentes con el gobierno de Estados Unidos declarándose un país verdaderamente independiente para labrar su propio destino y establecer el camino de justicia social emprendido por la Revolución cubana.

Pero, los propósitos del imperialismo yanqui de imponer su voluntad sobre Cuba se mantuvieron presentes después del triunfo revolucionario de 1959, con su invasión mercenaria por Playa Girón en abril de 1961, la Crisis de Octubre y la imposición en 1962 del extraterritorial y genocida bloqueo económico, comercial financiero y diplomático contra la Isla que, en casi seis décadas ha evidenciado su fracaso ante la firme resistencia del pueblo cubano.

A ello se suman las permanentes agresiones de la CIA, sabotajes, las Leyes Torricelli y Helms Burton, de 1992 y 1996, respectivamente, y las 242 medidas impuestas por el gobierno de Donald Trump para recrudecer el bloqueo a niveles sin precedentes en medio de la pandemia por la Covid-19, pese a la condena casi unánime de la comunidad internacional en 28 votaciones consecutivas en Naciones Unidas desde 1992.

Todo lo anterior reitera la recurrencia, más de un siglo después, del intento infructuoso de Estados Unidos de usar sus propias legislaciones para pretender imponer sus intereses a la nación cubana y el fracaso rotundo de las medidas anexionistas y neocoloniales herederas de la oprobiosa Enmienda Platt.

 (tomado de Contraloria general de la República)

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