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Experiencia de una profesora en centro de aislamiento uniqueño

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Por avatares de la vida, quiso Dios que estuviera dos días en un centro de aislamiento con mi hijo de 6 años. Ante la presencia de una cefalea y un poco de fiebre él fue remitido para la Universidad de Ciego de Ávila a realizarse el examen de PCR. Gracias a Dios sus síntomas desaparecieron y su estancia fue placentera, a pesar de estar distantes de casa.

No lejos de la preocupación siempre me sentí con fe de que nos iríamos lo antes posible para nuestro hogar. Pero un aliciente inmenso fue desde el primer momento sentir el calor humano de todas las personas que nos atendieron. Desde los médicos y enfermeras, hasta los estudiantes y profesores que trabajan en la prestación de servicios a los pacientes. Y qué decir de la preocupación y el apoyo de los compañeros de trabajo de la UNICA, frases como: «si tienes algún problema me llamas inmediatamente», «cualquier cosa que necesiten me avisas», «estoy aquí para lo que sea», «no te preocupes»; que además vinieron de todas las partes: de mi jefa de Departamento, del Rector, del Director General, del Secretario General de la CTC, y muchos más.

Pero lo que más recuerdo fueron los gestos cálidos de quienes tienen que lidiar directamente con los sospechosos de la enfermedad. Claro! y no es que los demás gestos sean menos importantes, sino que por una característica humana guardamos mejor lo que vemos directamente. Y tiene la gracia de ser lo que te levanta el ánimo, y te llena de satisfacción que, mientras estás encimismada entre el cuidado tuyo y de tu nene, te toca alguien a la puerta y te dice: el desayuno …

Me ocupaba de mi niño cuando me llamaron para tomar nuestro desayuno, y cuando me trae el almuerzo escribía en mi celular; y no puedo comparar algo tan hermoso como tomar esa bolsa de las manos de alguien que, al levantar mi rostro y ver lo único de sí que queda visible, de donde proviene una dulce mirada: unos ojos agradables, nobles, preocupados, apasionados por la labor que realizan. Que no le falta una frase de aliento, o un incentivo al niño para que se alimente bien. Jóvenes universitarios que entregan su tiempo y amor a diario en este centro de aislamiento. En esos días les tocaba a los profesores de la Facultad de Cultura Física y el Deporte. Ellos mostraron apasionados que sí saben querer, entregando su mayor esfuerzo y arriesgando su salud. Lo mismo hacen los estudiantes que están ayudando en la limpieza y recogida de basura, dando valía a la premisa martiana de que el trabajo ennoblece, y a crecer no solo en la ciencia, sino también en espíritu, mediante el servicio a otros.

No puedo dejar de mencionar que la alimentación es muy buena, tres comidas y tres meriendas al día y con buena calidad y variedad.

Aunque falta siempre algo para que todo sea excelente, pues se puede mejorar la limpieza de los cuartos y baños; no se puede negar que los esfuerzos son muchos y válidos.

El país está enfrentando una situación muy compleja, sin embargo el gobierno cubano no escatima ni un tantico para dar a cada ciudadano la atención médica y la hospitalidad necesarias en casos como estos, completamente gratuitas.

Me voy de esta vivencia feliz de que todos los que estuvimos ese día fuimos negativos, pero más satisfecha al saber que un grupo de personas bendecidas, están ahí en pie de combate contra el Sars Cov 2 y ofreciendo sus servicios con amor y humildad. Ellos quedarán para siempre entre tantos anónimos héroes que realizan una gran hazaña por la Vida. Gracias a Dios y a Cuba por estos valiosos jóvenes.

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