Es la mañana del jueves. La multitud colma el teatro Principal de Ciego de Ávila, donde se dan cita alumnos, profesores, familiares y autoridades de la provincia. La razón del encuentro estimula: 385 estudiantes de la Universidad Máximo Gómez Báez cumplieron todos los requisitos exigidos a su paso por la Educación Superior.
Ni siquiera el calor exagerado de este julio pone freno a la elegancia y a las multiplicadas sonrisas de quienes aprendieron en las aulas y en las prácticas, de aquellos que entregaron su sabiduría para multiplicarla en altruista demostración del legado martiano, y de la familia, esa que no escatima para hacer mejores a los hijos.
No se trata de una fecha corriente este 12 de julio sino de la graduación número 40 del plantel de altos estudios, el mismo que empezó a finales de la década del ‘70 del pasado siglo como Instituto Superior Agrícola, y que ha evolucionado hasta convertirse en un plantel con siete facultades y prestigio internacional.
Con los matices artísticos de la agrupación Música Abierta e integrantes del movimiento de aficionados del plantel, la ceremonia devino secuencia de emociones por los premios a los mejores graduados, la entrega de títulos de oro y los reconocimientos de varias organizaciones a los educandos de mayores aportes.
En los rostros de los agasajados todavía existen facciones de la niñez, pero también se notan huellas del estudio fuerte, ese que ayuda a consolidar el espíritu y la sapiencia, la cultura y el comportamiento, la amistad y el sentido de responsabilidad.
Jóvenes como Yoanny, Dayron, Dilenis, Samira, Arnaldo, Cecilia, Uvaldo, Marinet, Alejandro, Daniela, Luis Dariel y Danielys empiezan a partir de ahora una vida diferente con la misión de generar bienes y servicios a la sociedad que los formó.
Bien lo dijo Roberto Amaury Cruz Santiesteban, el graduado más integral, al referirse a valores esenciales que hoy les toca esparcir, sobre todo, conocimiento, amor y voluntad para ejercer donde le sea más útil a Cuba.
Tomado del periódico digital Invasor
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