Estimados compañeras y compañeros:
Muchos y diversos han sido los retos y lecciones aprendidas desde que en el 2020 la COVID-19 irrumpió en el mundo. Su enfrentamiento no solo ha traído consigo aplazar metas y transformar objetivos de vida en todos los sectores y naciones, sino que ha implicado, además, redefinir constantemente estrategias y modos de hacer en la búsqueda de un mejor control de la enfermedad.
“Podemos esperar que el número de casos, de decesos y de países afectados aumente en los próximos días y semanas”, había asegurado el 11 de marzo del pasado año el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Ante los alarmantes niveles de propagación y la gravedad de la enfermedad que se constataban entonces, unido a la inacción de muchos estados, justamente ese día la OMS declaró a la COVID-19 como una pandemia.
Dicha situación estuvo condicionada, además, por la interacción de múltiples agentes causales que se han incrementado a nivel mundial en el transcurso de los últimos años. Entre ellos podemos destacar realidades derivadas de la pobreza, la desigualdad, la injusticia, los conflictos sociales y el desempleo, así como diversos procesos ambientales, ocasionados por el cambio climático, y estados patológicos que debilitan a millones de personas y exacerban la carga del virus en grupos vulnerables.
Si bien ha sido la Salud Pública uno de los sectores más afectado como consecuencia del SARS-CoV-2 en este tiempo, la crisis ha incidido en los más diversos escenarios y ha supuesto un enorme desafío para la humanidad, que nunca antes había vivido una pandemia provocada por un coronavirus.
No se trata solo de un nuevo agente infeccioso encargado de transmitir una enfermedad, sino que estamos en presencia de alteraciones que rebasan el plano individual e impactan en los países, llegando hasta el nivel comunitario, con efectos nefastos en el orden económico y social.
Los esfuerzos desarrollados desde el campo sanitario para preservar la vida han demandado acciones interdisciplinarias, comunitarias e intersectoriales; al tiempo que han requerido de gran organización y recursos. En ese contexto, a nivel global han sido muy diferentes las respuestas a la pandemia, casi siempre condicionadas por el escenario político, económico y social de los países, lo cual ha hecho más visibles las deficiencias que caracterizan a algunos sistemas de salud en el mundo.
Según datos oficiales de la OMS, al cierre del pasado 20 de marzo, 219 países y territorios reportaban casos de la COVID-19 y el número de personas contagiadas era mayor a los 123 millones; de ellas habían fallecido 2 millones 717 mil. La letalidad en el mundo era de 2,2%, con muy lento descenso en los últimos meses, y la cifra de recuperados no superaba el 79%.
Un año después de iniciado el enfrentamiento al nuevo coronavirus, continúa siendo las Américas la región donde se manifiesta la situación epidemiológica más compleja, con el 44.5% del total de pacientes diagnosticados a nivel internacional.
Estimados colegas:
Tal vez muchos se pregunten cómo Cuba, siendo un país pequeño y de tan escasos recursos ha logrado enfrentar con éxito este nuevo desafío sanitario. La llegada de la COVID-19 a Cuba no tomó a nuestro Gobierno por sorpresa. Desde el mismo instante en que el virus supuso una amenaza para la población comenzaron a adoptarse medidas encaminadas, en primer lugar, a salvar vidas, esencia que ha definido por más de 60 años a nuestra Revolución.
El abordaje de esta situación epidemiológica ha tenido como premisa tres elementos esenciales: la voluntad política expresa de que la salud de las personas es prioritaria; la gestión del Gobierno; así como la prevención y la anticipación al riesgo.
En ese sentido, vale destacar que, mucho antes de la detección de los primeros casos en el territorio nacional, ya se habían diseñado las acciones correspondientes para contener la enfermedad a partir de un amplio Plan Nacional para la Prevención y el Control del nuevo coronavirus. Dicho Plan,en cuya elaboración participaron organismos y organizaciones de masas, fue aprobado por el Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros y finalmente por el Consejo de Ministros, en fecha tan temprana como enero de 2020.
Una de sus grandes fortalezas es que no se ha convertido en un Plan estático, sino que, en dependencia de la evolución de la epidemia en el país, ha sido actualizado constantemente en cuanto a los indicadores que determinan el cambio a las distintas fases establecidas.
Podemos añadir, además, que desde el primer momento el Gobierno validó un sistema de gestión basado en la ciencia y la innovación, que conectó a los diferentes sectores productivos y de servicios con el del conocimiento.
Como respaldo para su implementación contamos con las capacidades creadas en todos estos años de Revoluciónen términos de infraestructura y capital humano. Además, disponemos de un Sistema Nacional de Salud que se caracteriza por ser gratuito, accesible, regionalizado, integral, sin discriminación, y con participación comunitaria e intersectorial, que tiene como base la Atención Primaria de Salud, donde son el médico y la enfermera de la familia su principal fortaleza. La amplia red de instituciones y servicios diseñada permite dar cobertura sanitaria al 100% de la poblacióna partir del funcionamiento demás de 11 mil consultorios del médico y la enfermera de la familia, 449 policlínicos, 150 hospitales y 12 institutos de investigación, entre otras instituciones.
Otro eje estratégico en nuestro Sistema de Salud lo constituye la formación de los profesionales y técnicos que se realiza en 13 universidades de Ciencias Médicas, ubicadas a lo largo y ancho del país; dos facultades independientes; una Escuela Latinoamericana de Medicina; y la Escuela Nacional de Salud Pública.
Inevitable resulta señalar en este punto que desde 1960 hasta la actualidad se han formado en nuestras universidades 37 mil 267 profesionales de 147 países. De ellos, 30 mil 52 se han graduadoen la Escuela Latinoamericana de Medicina y provienen de 118 naciones, con representatividad de todos los continentes, fundamentalmente de la región de América Latina y el Caribe, a la cual pertenecen 27 mil 827 de esos egresados.
Todos esos se han convertido en elementos indispensables, tanto a escala nacional como territorial, para lograr la implementación de las disímiles acciones diseñadas en estos meses y que han estado fortalecidas por medidas integrales de salud que, unidas a la organización, cobertura y resolutividad del Sistema Nacional de Salud Pública, han contribuido a los favorables resultados obtenidos en comparación con el resto del mundo.
Y para enfrentar el gran desafío sanitario que ha significado en Cuba la COVID-19, ha sido esencial el hecho de que el país cuenta con un potencial de nueve médicos por cada mil habitantes. Determinante en la atención integral a los pacientes ha sido también el uso de productos, equipos e insumos novedosos de nuestra industria médico-farmacéutica.
Como parte de las acciones de Gobierno que se implementaron desde que la enfermedad traspasó nuestras fronteras, a principios del mes de marzo de 2020 se constituyó el Grupo Temporal de Trabajo para la prevención y control del nuevo coronavirus, encabezado por el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Desde ese espacio, por más de un año se ha dado seguimiento constante a la situación epidemiológica de la nación y se han adoptado las medidas correspondientes a cada escenario que ha vivido el país.
Entre las principales acciones implementadas durante este tiempo podemos destacar el cierre parcial de las fronteras, las escuelas y el transporte público; el aislamiento en instituciones de personas sospechosas de portar la enfermedad, de contactos de pacientes diagnosticados y a su vez de los contactos de estos; así como otras medidas encaminadas a restringir la movilidad y mantener el distanciamiento físico y social; todo ello, acompañado de un amplio programa de educación sanitaria, dirigido a cada uno de los sectores de la sociedad.
Dichas acciones han sido catalogadas por diversos expertos internacionales como de muy alta efectividad para contener la propagación de la COVID-19 en Cuba.
Cada paso que nos hemos propuesto ha tenido como máxima prioridad evitar que la población se contagie con el virus, que si enferma no se agrave y, si inevitablemente los pacientes llegan a esa condición, que no mueran.
Tal principio de trabajo ha tenido como respaldo fundamental la búsqueda constante de casos en todo el territorio nacional y la manera en que se han aplicado nuestros protocolos médicos para impedir el colapso de los servicios sanitarios, sobre todo en las unidades de cuidados intensivos.
De igual forma, en nuestro Plan han resultado esencialesla vigilancia activa en todos los estadios epidemiológicos; la articulación de acciones intersectoriales, transdisciplinarias y preventivas; la inmediatez en los análisis de escenarios y la toma de decisiones; el tratamiento individualizado a los enfermos; y el constante seguimiento a los convalecientes.
Asimismo, se definió un programa de crecimiento de las pruebas diagnósticas que permitió el incremento de los laboratorios de Biología Molecular en el país: de cuatro que existían al iniciar la epidemia, en la actualidad disponemos de 23, lo cual ha posibilitado el aumento progresivo de los estudios, pasando de 100 pruebas diarias de PCR a casi 20 mil.
Primordial en todos estos meses ha resultado la labor desempeñada por el Grupo de Ciencia que se creó para el enfrentamiento a la COVID-19, el cual tiene como órgano ejecutor un Comité de Innovación, responsabilizado con la búsqueda constante de evidencias que han permitido al Gobierno adoptar decisiones oportunas e implementar medidas en dependencia del contexto epidemiológico.
Tres son los componentes que definen el modelo cubano de gestión sanitaria para el enfrentamiento al SARS-Cov-2: el área epidemiológica, la organización de los servicios de salud, y la gestión desde la ciencia y la innovación. El trabajo conjunto que se ha realizado desde cada uno de ellos en todos estos meses, es también otra de nuestras grandes fortalezas.
Distinguidas personalidades y amigos:
Al cierre de este 20 de marzo Cuba sumaba 2 millones 788 mil 164 pruebas de PCR realizadas, a partir de las cuales se habían confirmado 66 mil 758 personas con la enfermedad. Ello representa un 2.3% de positividad acumulado.
Esas cifras, aun cuando nos hacen sentirnos siempre insatisfechos, pudieran haber sido mayores de no ser por la forma escalonada y regionalizada en que se estableció la organización de los servicios asistenciales en el sistema de Salud Pública.
Tal manera de actuar nos ha permitido garantizar atención médica a cada paciente, con el acceso de camas de hospitalización para todos, incluidos quienes inevitablemente han tenido que transitar por las unidades de cuidados intensivos, donde se han asegurado los ventiladores pulmonares y el resto de los requerimientos médicos y tecnológicos necesarios.
En tal sentido, puedo detallar que de 3 mil 419 camas hospitalarias que se concibieron inicialmente, la cifra se ha incrementado hasta 7 mil 791. En lo referido a las camas de las unidades de cuidados intensivos se previó un crecimiento de 202 a 861, con una disponibilidad de 701 ventiladores pulmonares. Esas acciones nos han posibilitado trabajar sin el riesgo de colapso en las instituciones de salud.
Sumamente valiosos han sido en todo este tiempo los aportes realizados desde los más variados sectores para contribuir al enfrentamiento de la epidemia. No obstante, el desempeño de la Ciencia ha sido vital para obtener los resultados que se constatan en Cuba. Más de mil investigaciones se han aprobado y puesto en marcha: en ellas se incluyen estudios clínicos y observacionales, así como numerosas innovaciones. En tiempo record se han aprobado y ya se ejecutan 26 ensayos clínicos.
A todo ello se une, además, que desde fecha tan temprana como el mes de febrero de 2020 en mi país se definió el protocolo para el manejo de la COVID-19. Dos fueron los escenarios previstos entonces: uno preventivo y otro terapéutico, con un escalonamiento en los niveles de complejidad de los servicios.
Justamente uno de los elementos más distintivos de esa manera de actuar es que las acciones tienen como eje principal a la comunidad: en ella inician y en ella terminan, con la aplicación, entre muchas otras, de medidas preventivas, profilácticas, de recuperación y de rehabilitación de salud.
Imprescindible resulta la labor que a nivel comunitario desarrollan nuestros médicos, personal de enfermería, estudiantes de las carreras de Ciencias Médicas, especialistas de las terapias intensivas y de áreas diagnósticas, y muchos otros trabajadores del sector.
Precisamente a nivel comunitario se han realizado importantes acciones preventivas a partir del empleo de productos inmunomoduladores de factura nacional como el Nasalferón y la Biomodulina T.
Esa y muchas otras estrategias para el uso de productos nacionales en el enfrentamiento al nuevo coronavirus son fruto de la estrecha interacción que existe entre la industria bio-farmacéutica y el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (CECMED).
Minucioso ha sido, además, el control y monitoreo de los ensayos clínicos y otros estudios relacionados con la enfermedad que ha llevado a cabo el Centro Nacional Coordinador de Ensayos Clínicos (CENCEC).
Con probado éxito hemos empleado productos innovadores de la biotecnología cubana para minimizar la evolución de los pacientes hacia la gravedad. Entre ellos puedo señalar el anticuerpo monoclonal Anti CD6 (Itolizumab) y el péptido Jusvinza, conocido también como CIGB 258.
Esos dos medicamentos, de conjunto con la terapia de uso del plasma de personas convalecientes, han contribuido en gran medida a que el índice de supervivencia de los pacientes graves y críticos atendidos esté por encima del 78%.
Si bien en la actualidad la letalidad en el país es del 0.59% y el número de fallecidos es de 35 por cada millón de habitantes, cifras muy inferiores al comportamiento mundial que es de 347, cada persona que ha muerto en Cuba como consecuencia de la COVID-19 duele. Para evitar, tanto como sea posible, esas muertes, que se han incrementado en este tercer brote de la epidemia, desde diferentes escenarios se han emprendido nuevos estudios clínicos, ensayos y otras acciones interdisciplinarias.
También desarrollamos acciones de atención psicosocial y de salud mental, no solo en el abordaje integral de los pacientes, sino además para ofrecer apoyo psicológico a la población sana y a grupos de riesgo, así como a los trabajadores de la salud y a personas convalecientes de la enfermedad.
Respecto a estas últimas mantenemos un chequeo constante en las comunidades, en lo cual desempeñan un papel clave el médico y la enfermera de la familia. Hasta el 20 de marzo se había recuperado el 94.2% de las personas diagnosticadas con la COVID-19 en Cuba.
Con satisfacción podemos asegurar ante ustedes que ningún niño, adolescente o embarazada ha fallecido en el país como consecuencia de la enfermedad, aunque lamentablemente este último brote ha incrementado las cifras de contagio en esos grupos de riesgo.
Como parte de los innumerables esfuerzos realizados durante estos retadores meses, me enorgullece compartir en este escenario el hecho de que mi país dispone en estos momentos de cinco candidatos vacunales aprobados, dos de ellos en Fase III de Ensayo Clínico y otros tres en Fase I y II, indistintamente.
Los resultados obtenidos hasta la fecha son muy favorables y esperamos poder inmunizar a toda nuestra población en el año 2021.
No obstante esa realidad y el empeño puesto desde cada escenario para lograr ese gigantesco reto, estamos conscientes de que no son las vacunas el único camino para detener la propagación del virus. El reto seguirá siendo reforzar todas las medidas que conlleven a minimizar el contagio y la transmisión de la COVID-19 entre nuestra población.
Compañeras y compañeros:
Suficientes y útiles experiencias ha dejado al mundo este complejo y desafiante periodo de enfrentamiento al nuevo coronavirus. Aprovecharlas resulta vital en los esfuerzos por proteger a la humanidad y con ella la vida.
Mujeres y hombres que en cada jornada se crecen y crean han hecho posible los favorables indicadores que en la contención del virus muestra Cuba. Capacitación, ciencia, entrega, profesionalidad, altruismo, solidaridad y acompañamiento son algunas de las esencias que han definido el actuar cotidiano de los profesionales de la Salud, de los estudiantes de las universidades de Ciencias Médicas y de las adscriptas al Ministerio de Educación Superior, en fin, de todo nuestro pueblo.
Y si hablamos de solidaridad, se vuelve imprescindible en este escenario, mencionar la ayuda brindada por 57 brigadas médicas cubanas, pertenecientes al Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve”, que han apoyado el combate a la enfermedad en 40 países, 22 de ellos en la región de las Américas. Esas brigadas se han sumado a los más de 28 mil profesionales de la Salud que ya laboraban en 66 naciones, mucho antes de la crisis sanitaria provocada por el nuevo coronavirus.
Durante todos estos meses de duro batallar contra la pandemia en el escenario internacional, la “Henry Reeve” ha atendido un millón 262 mil 226 pacientes y su esfuerzo ha contribuido a salvar la vida de personas en otras naciones.
En cada uno de los lugares a donde han llegado nuestros profesionales de la Salud se ha compartido el protocolo de actuación cubano de enfrentamiento a la COVID-19 y como parte del paquete tecnológico que llevan consigo se garantizan varios medicamentos de factura nacional para su uso en pacientes graves.
Muy valiosas han resultado las experiencias de la “Henry Reeve” para enriquecer nuestros protocolos de actuación. Sus vivencias han contribuido a perfeccionar modos de hacer e incorporar aprendizajes, especialmente en temas relacionados con las modalidades ventilatorias y la organización de las terapias intensivas.
En nombre de mi país, quiero agradecer a todos desde este escenario el continuo reconocimiento que hemos recibido por el desempeño de nuestras brigadas en el exterior, así como las innumerables propuestas de nominación realizadas al Contingente “Henry Reeve” para el Premio Nobel de la Paz.
Con total certeza puedo asegurarles que nada ni nadie impedirá que mi Patria prosiga esa labor solidaria. Ni el injusto bloqueo económico, comercial y financiero que nos ha impuesto el Gobierno de los Estados Unidos, ni sus constantes intentos para mancillar y entorpecer la cooperación médica cubana podrán ensombrecer la noble labor de nuestro personal de la salud en el mundo.
No solo fuera de Cuba la administración norteamericana ha intentado obstaculizar nuestros esfuerzos por contener la propagación del virus. A partir del extremo recrudecimiento del bloqueo y la imposición de numerosas sanciones de alcance extraterritorial a nuestra nación, en el transcurso de este año el Gobierno de los Estados Unidos ha privado deliberadamente a nuestro pueblo de ventiladores pulmonares, equipos de protección personal, medios diagnósticos y otros insumos necesarios para el manejo de la epidemia, que se suman a otras muchas restricciones que desde hace años nos impiden adquirir equipos e insumos para el tratamiento de complejas enfermedades que afectan incluso a niños y que en muchas ocasiones comprometen su vida a muy temprana edad.
Por solo citar algunos ejemplos, asociados a los esfuerzos de Cuba por contener la propagación del virus, puedo decirles que en marzo del año pasado resultó imposible recibir una donación de mascarillas y kits diagnóstico de la COVID-19, que haría un empresario chino, debido a que la empresa transportista estadounidense contratada para el envío declinó hacerlo por temor a las regulaciones del bloqueo y las consecuencias que podría implicar esa acción.
Tampoco hemos podido comprar ventiladores pulmonares para el tratamiento de los pacientes con las formas más graves de la COVID-19, pues las compañías que antes los vendían a Cuba fueron adquiridas por una empresa estadounidense y, por consiguiente, se han visto obligadas a suspender toda relación comercial con nuestro país.
Bien sabemos todos, que la disponibilidad de estos recursos puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte de los enfermos, así como para el personal de la salud que los atiende.
Si hablamos de cifras, solo en el periodo comprendido entre abril y diciembre de 2020, por ejemplo, el bloqueo causó pérdidas al sector de la Salud en el orden de los 204 millones de dólares. Los daños acumulados durante casi seis décadas de aplicación de esta política superan los 3 mil 272 millones de dólares a este sector.
Estimados compañeros:
Los resultados obtenidos por la Salud Pública cubana en este complejo año de enfrentamiento a la COVID-19 llevan en su esencia el pensamiento estratégico del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y el empeño que ha puesto la Revolución cubana para desarrollar los sectores de la salud, la educación y la ciencia.
Cada paso que hemos dado en este camino es fruto también del actuar cotidiano de nuestro pueblo, organizado y disciplinado, con un Partido y un Gobierno a la vanguardia, cuya voluntad ha sido desde siempre poner en primer lugar al ser humano.
El verdadero secreto de nuestros resultados está en la esencia misma de la Revolución: la unidad de todos los cubanos.
Mi Patria dispone del más valioso potencial posible para proseguir sin descanso en la batalla contra este virus y contenerlo: la sensibilidad, la inteligencia, la entrega y la profesionalidad de nuestro personal de la Salud, comprometido desde cualquier rincón del planeta con la defensa de la vida.
Muchas gracias.
Tomado del Sitio del MINSAP
Colaboración: Yanet Hernández Soto
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