— ¿Cuánto se diferencia la economía cubana actual de la anterior a la pandemia de la Covid-19?
La economía cubana se parece mucho a la de 2019 y al mismo tiempo no se parece en nada. Hay un escenario internacional muy diferente a la etapa precovid, pero en el escenario interno hay dos elementos que han sido definitorios en el sentido de una economía completamente diferente. Uno es la mayor heterogeneidad en las formas de propiedad. Ha ocurrido una transformación de la matriz de actores económicos y eso supone un cambio importante en cómo se gestiona, se accede a recursos y funciona.
También se ha desarrollado un cambio hacia el funcionamiento de una economía más descentralizada. Se le ha otorgado al sector estatal una mayor autonomía para la organización y gestión de sus recursos productivos: la determinación de los salarios, el manejo de sus divisas… y eso, por supuesto, impacta en la manera en que el sector estatal se desenvuelve, en la manera que interactúa con el resto de los actores económicos.
En un sentido negativo, la economía cubana es diferente a la de 2019 porque se han generado distorsiones macroeconómicas: altos déficits fiscales, elevada inflación, la existencia de un tipo de cambio informal y la presencia de un mercado informal predominante, que eran elementos que no existían en el año 2019. Sin embargo, estos últimos elementos no son transformaciones estructurales del modelo sino consecuencias del entorno externo, de decisiones internas a raíz de la pandemia de Covid-19 y el respaldo presupuestario del gasto social.
Por ejemplo, un elevado déficit fiscal no pertenece al modelo económico cubano y debe irse corrigiendo con el tiempo, a diferencia de las dos primeras cosas: la diversificación de los actores y la mayor autonomía del sector empresarial estatal, que sí son elementos estructurales del modelo en los que se debe seguir avanzando y profundizando a medida en que las condiciones lo permitan.
— ¿Qué enseñanzas pueden sacarse hoy de la Tarea Ordenamiento?
En muchas ocasiones existe la creencia de que el Ordenamiento es la fuente culpable de la inflación y de los problemas que tiene hoy Cuba, como la pérdida de la capacidad de compra del salario. Fue una gran transformación, un gran terremoto que vino a levantar distorsiones que existían en nuestra economía.
Sus dos objetivos fundamentales: la unificación monetaria y cambiaria, hoy no se han cumplido. Volvemos a tener dos tipos de cambio oficiales y uno informal, y nuevamente está la Moneda Nacional circulando junto a otra moneda extranjera de forma oficial en la economía. Pero más allá de esos objetivos no completamente cumplidos, si uno analiza las causas de por qué no se lograron, y su impacto negativo en la sociedad cubana, hay que buscarlas en el contexto.
Aun sin Tarea Ordenamiento (y las transformaciones monetarias que se han realizado en un contexto de caída profunda del Producto Interno Bruto (PIB), de la contracción de los ingresos externos del país) Cuba hubiese tenido inflación; hubiese tenido depreciación del tipo de cambio oficial (antes de la Tarea Ordenamiento el tipo de cambio estaba por encima de los 24 pesos por dólar); hubiese tenido depreciación del salario, lo que se ha dado en una escala de salarios medios de 4 mil a 5 mil pesos, se hubiera dado en una escala de 800 pesos; hubiese existido igualmente escasez, porque las transformaciones monetarias del año 2021 no se hicieron sobre la base de las restricciones de oferta que se han generado en la economía y que son una parte importante de la inflación que se vive.
La Tarea Ordenamiento generó otros efectos, por ejemplo, sobre los gastos fiscales, sobre determinados elementos monetarios que sí puede haber dado determinado impulso a la inflación por el lado de la demanda, pero por sí sola no puede considerarse la causa principal de la inflación, de la escasez que estamos viviendo.
La Tarea no se puede dar por muerta, el curso actual de nuestra gestión económica debe estar guiado también por la necesidad de volver sobre los objetivos que esta se trazó: unificación cambiaria y monetaria, porque hacia ahí es donde debe marchar la economía cubana.
— ¿Por qué no disminuye el precio del dólar en el mercado informal?
El tipo de cambio es un precio como cualquier otro: sube cuando hay exceso de demanda y baja cuando hay exceso de oferta. En el precio del mercado informal influyen muchos factores, por ejemplo, el nivel de oferta de divisa que se deriva de las remesas, el derrame del turismo y están las fuentes de demanda, que pueden ser hoy la importación de productos desde el exterior, la migración, comprar en las tiendas en MLC [Moneda Libremente Convertible]… Hay una gama extensa de demandas sobre el mercado informal de divisas que impulsa a mantener alto el precio del dólar en ese mercado.
Se ha dado una confluencia de un crecimiento muy acelerado de la cantidad de dinero en la economía con motivo del déficit fiscal, que se ha filtrado hacia el sector de los hogares en un contexto de una reducción de las ofertas en pesos. Ese efecto de un exceso de pesos junto a las pocas ofertas, se ha concentrado en el tipo de cambio, porque es la única variable de la economía donde la Moneda Nacional puede encontrar un mecanismo que le permita acceder a recursos.
— ¿Qué papel desempeña en la economía cubana la importación informal?
Hay una parte no menor del consumo de los cubanos que se realiza en los mercados sumergidos, fuera de la institucionalidad, tanto estatal como no estatal, en un momento de profunda escasez. Una parte importante de la demanda se ha ido a consumir en estos mecanismos, que han utilizado algunas medidas implementadas por el gobierno como la exención fiscal de algunos aranceles a la entrada de alimentos y demás.
Aunque a corto plazo pueda satisfacer las necesidades de alguien, a mediano o largo plazo una economía muy desformalizada genera dificultades. Provoca una baja captación impositiva, se originan actividades que no son trazables y eso puede desembocar en desvío de recursos y muchas cosas más… Eso impacta, por supuesto, en la capacidad que tiene el Gobierno para redistribuir esa riqueza que se genera entre los diferentes estratos de la sociedad y en particular hacia los más necesitados.
— Se ha hablado de liberar fuerzas productivas, de producir riquezas… sin embargo se puede ver que parte del sector privado se ha dedicado a vender lo que antes comercializaba el Estado, pero a precios más altos. ¿Se puede hablar de producción de riquezas en ese caso?
Al menos en las estadísticas del MEP, la mayor parte del sector privado se concentra en actividades de la construcción, la industria, y la transportación, aunque esta es una matriz que está constantemente sujeta a cambios. Solo una parte pequeña se dedica a la comercialización, claro, esa es la que más tú ves. Por cada Mipyme que comercializa o vende productos importados puede haber fuera del ojo público otras tres Mipymes produciendo, construyendo, transportando producciones, etc.
En el país existe mucha gente tratando de echar pa´lante desde su pedacito, produciendo a puro pulmón con muchas limitaciones de recursos, tratando de fabricar pinturas, pomos, soluciones informáticas, alimentos procesados, y un largo etc… La idea de que las Mipymes solo importan y revenden es un pensamiento que se ha expuesto en redes sociales, pero para mí es falso, prejuiciado.
El comercio minorista, la actividad de comprar mayorista o importar un recurso a través de una empresa estatal y venderlo, no está ni prohibido ni es una actividad ilegítima. Hay productos que Cuba no va a poder producir nunca, y otros que aun produciéndolos le será más conveniente importar un parte.
Lo que ha cambiado es que la comercialización, que antes se realizaba solo por el Estado, ahora se realiza mediante diferentes actores. En un contexto, sin dudas, mucho más complejo desde el punto de vista económico y donde el sector privado tiene un acceso más expedito a una divisa informal que le permite cerrar ciclos más ágilmente.
Esta última distorsión, la informalidad de los mercados cambiarios y las limitaciones de acceso del sector estatal a una divisa que entra como flujo de remesas al país, debería ser el centro de nuestras transformaciones de política económica. No prohibir, sino regular y transformar el entorno en favor de que realmente todos los actores económicos puedan desempeñar su actividad en similares condiciones, como mandan nuestras normas aprobadas.
Pero quiero dejar claro nuevamente una cosa: no todo el sector privado revende. Hay una parte mayoritaria e importante del sector no estatal que está produciendo y tributando al bienestar del país, incluyendo aquellos que realizan una comercialización legítima, tanto de productos importados como de aquellos que compran en los campos y venden en las ciudades.
Eso no significa que en Cuba se tenga que estimular que esta última sea la actividad más predominante del sector no estatal, en la práctica no se hace. En América Latina, las actividades más predominantes suelen ser las de comercialización. Comprar mayorista y vender minorista. Porque es más sencillo y requiere de poco capital inicial. Pero ese no es el modelo de Mipyme que se pensó para Cuba.
Las Mipymes se idearon para eso, pero también para la industria, para encadenarse con el sector estatal, para generar un tejido productivo más sólido y hacia eso se están dirigiendo políticas de fomento que incentiven lo que más sea útil y lo que más aporte al país.
También sirven para transformar el entorno y que poco a poco, las actividades más productivas sean las más rentables, que incentiven a realizar nuevas inversiones. Eso a medida que la economía se recupere y haya mayor nivel de oferta incrementará la competencia, lo que obligará a más Mipymes a ir desplazándose, poco a poco, hacia la actividad de más productividad.
— ¿Qué capas sociales identifica de acuerdo a su economía?
En Cuba hay una mayor polarización respecto a años atrás. No hay que ser especialista para entender que en Cuba hay hoy una mayor amplitud en la distribución que hace una o dos década atrás. Porque se ha estratificado un poco la sociedad y en un contexto en el que el Estado tiene afectada su capacidad redistributiva eso se ha acentuado.
Unido a eso, también hay una apertura hacia formas de propiedad no estatal, las cuales además de producir para el país, trabajan para recibir una ganancia. Eso, por supuesto, ha generado determinado nivel de insatisfacción. No me aventuraría a decir que en Cuba no hay clases sociales, es lógico que los dueños de medios de producción son diferentes a un trabajador asalariado. Pero también hay que evitar posicionamientos puramente prejuiciados y sin basamento real como: «todos los dueños de Mipymes son capitalistas y son burgueses…» En Cuba hay mucha gente que está trabajando en pequeños negocios para sacar adelante a su familia, bajo muchos problemas, en una economía muy difícil para acceder a suministros y a mercados cambiarios.
Por otra parte, también están las empresas estatales que pagan grandes salarios y el sector privado asalariado que también recibe salarios más altos que se encuentran con un estatus medio. Sin embargo, sí hay un sector más afectado socialmente con la propia dinámica inflacionaria, esos son los trabajadores del sector estatal que no tienen acceso a utilidades, el sector presupuestado y por supuesto, los jubilados.
— ¿En su visión cuáles serían las consecuencias del aumento de la brecha en la estratificación económica de la sociedad cubana?
Hay varias teorías económicas contrapuestas en ese sentido. Una dice que, en los momentos de alto crecimiento, donde una economía de bajo crecimiento está pasando a una de mayor desarrollo, se amplifica la brecha social porque hay un sector de la economía que se dinamiza, luego derrama al resto de la economía, se llama la Economía del Derrame, y esa brecha social se unificaría. Yo particularmente no comparto esa teoría. Sí creo que la estratificación social es un problema y para eso hay que diseñar medidas, y para eso el primer instrumento que un gobierno tiene para corregir la estratificación social es un sistema impositivo capaz de captar de cada cual lo que le toca y poder redistribuir a cada cual lo que necesita.
Eso implica un sistema impositivo capaz de captar los impuestos que cada cual genera y por tanto una economía como la nuestra tiene que ser de impuestos altos y también subsidiar y hacer transferencia hacia aquellos que más la necesiten.
Una de las causas de la estratificación social también es que el Presupuesto cubano, en una visión de subsidio generalizado, termina subsidiando a aquellos que no lo necesitan. En Cuba, se subsidia lo mismo a un trabajador estatal que gana 4000 pesos que a un pensionado que gana 1528 o a una persona que gana 30 mil pesos. A todos se le subsidia el agua, la electricidad, el pan de la libreta… y entonces los que menos tienen están subsidiando a los que más tienen. Esto impacta negativamente en las capacidades redistributivas del presupuesto.
Avanzar en la transformación de políticas orientadas al cierre de la brecha redistributiva en Cuba es fundamental. En un Estado socialista luchar siempre contra la brecha redistributiva tiene que ser una política de principio pero los instrumentos para eso tienen que ser fiscales fundamentalmente.
Yo creo que no hay correlación entre eficiencia y desigualdad. Yo creo que las economías más igualitarias del mundo son de las más eficientes. No hace falta que para que Cuba sea más eficiente y más productiva tenga que ser más desigual. Eso es una correlación falsa.
Por tanto, en la estrategia para la reducción de la brecha distributiva, el Estado cubano debe continuar poniendo el foco en la transformación de sus mecanismos de protección social, fundamentalmente mediante el diseño de medidas de subsidios y transferencias focalizadas, mucho más ajustadas a las condiciones objetivas de la Cuba de hoy. En ningún caso las medidas deberían ir directamente orientadas a prohibir o coartar las capacidades de algunos actores económicos para producir o incentivar a sus trabajadores a producir.
Por otra parte, hay una creencia, que en mi criterio es errónea, que supone que la causa del deterioro de la brecha distributiva está en el número de nuevos actores puramente dicho, y eso es un enfoque muy complejo.
Supongamos que bajo ese enfoque dejamos de aprobar mañana nuevas Mipymes y las 7 000 que ya están aprobadas se quedan con todo el mercado. Es mejor que un mercado se lo repartan 50 000 actores a que se lo repartan 7 000. No es cierto que las economías más desiguales son donde más actores económicos hay; no, si uno analiza estos temas de distribución del ingreso en otras regiones, las economías más desiguales suelen ser aquellas donde hay más monopolios o grandes empresas que controlan la economía.
Donde el sector privado está sometido a grandes niveles de presión competitiva y a un sistema impositivo que funcione se aminoran enormemente las brechas distributivas.
— ¿Cuál considera que será el escenario económico para los cubanos en los próximos años?
Es difícil hacer proyecciones de la economía cubana, incluso del mes que viene…
Cuba ha empezado a recuperarse de la pandemia de Covid-19 en los sectores más importantes, como el turismo, y eso es una primera señal en un sentido positivo. Ahora bien, no es un camino sencillo en la recuperación de la economía cubana, enmarcada en un contexto de desaceleración profunda de la economía internacional, que debilita tus capacidades para crecer porque es más difícil encontrar exportaciones, hay mucha competencia en el área en el sector del turismo etc…. Entonces si uno hace una proyección de la economía cubana tiene que ponerse en ese contexto.
Se anunció recientemente que se está trabajando en un programa de estabilización macroeconómica. Un programa dirigido a estabilizar el tipo de cambio, la reducción del déficit fiscal, una mejor asignación en la divisa, el acceso de las empresas estatales a un mercado de divisas formalizado, entre otros aspectos.
El escenario es optimista aunque el mundo es mucho más complejo para la recuperación, incluyendo la guerra económica, pero hay una parte importante de lo que seamos nosotros capaces de hacer para lograr la estabilización macroeconómica: mantener los esquemas de financiamiento en marcha; transformar la empresa estatal; mejorar el sector privado hacia actividades más productivas y competitivas; mejor funcionamiento de los mercados internos; una mejor actividad fiscal con menores déficit; sistemas tributarios más eficientes… Todas esas cosas pueden potenciar la recuperación de la economía. Hacia esa capacidad es que Cuba tiene que apostar, porque hay otro elemento que está fuera de nuestro contexto, como puede ser la recuperación de la economía internacional. Tenemos que apostar por aquellas cosas que objetivamente están en nuestras manos y que van a hacer que Cuba crezca.
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