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Mujeres fuera de fecha

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Las mujeres cubanas nos estamos quedando, felizmente, sin el asombro que antes nos regalaban los hombres, e incluso, otras mujeres que no se atrevían a desvestir sus estereotipos. Porque había una descriminación implícita y sutil cada vez que alguien nos volvía rosaditas, frágiles, amas de casa, amorosas y, de pronto, nos veía con grado de Doctora en Ciencias y tres hijos o piloteando un helicóptero, y se asombraba.

Sin querer, la sociedad ponderaba esos “extremos” como si lo fueran. Y la mujer del potrero llamaba la atención si tenía las uñas largas y pintadas; la madre que borda, si le cambiaba la goma al auto; la beisbolista, si le tenía pánico a una rana… Incluso, la mujer que decidía no tener hijos. Todas las “fuera de molde” se convertían en noticia, al menos en su barrio y, a veces, llegaban hasta los noticieros; aunque todavía algunos medios pecan de des-naturalizar la cotidianidad de las mujeres creyendo que lo a-normal es sinónimo de poco común.

Ciertamente, fue un suceso que llegáramos a tener derecho al voto, que percibiéramos igual salario por igual trabajo, que frecuentáramos “sitios de hombres” o domináramos oficios “de hombres”, pero eso ya lo contamos hace un siglo, mientras calcábamos aquella época.

Por eso creo que empoderarse, ser dueñas, no ver barreras o verlas y derribarlas con suavidad o desenfreno, se ha vuelto tan, tan natural, que los 8 de Marzo terminarán quedándose sin historias “increíbles”. A estas alturas deberíamos saber que de una mujer puede esperarse cualquier cosa: sobre todo si vive en Cuba.

En un país donde las féminas han sido Revolución en sí mismas no alcanzarían los 365 días para exhibir rutinas que todavía nos parecen logros, sobre todo por el contexto en el que se viven.

Hemos podido estar 12 horas en una industria y otras dos intentando llegar a casa sin sentir por ello que descuidamos esa casa donde vive, también, un papá. Hemos estado detrás de un telescopio, escudriñando un virus y hemos salido del laboratorio para estar detrás de aquel que va detrás de aquella en la cola del detergente. Hemos llegado al hogar sin tener muy claro el menú de la mesa y luego, mientras todos duermen satisfechos, nos hemos sentado a las 12:00 de la noche a adelantar el trabajo, porque al otro día estaremos sin corriente de 11:00 a 1:00.

Hemos estado un una comuna lejana, al sur de Haití, donde los teléfonos no alcanzan señales y solo nos queda la foto del niño que gastamos de tanto mirar, sin ser malas madres por eso. Hemos vestido a gusto hasta replegar el acoso callejero. Hemos amado a otras mujeres en silencio y en público. Hemos sido valientes en una trinchera a ras del suelo. Hemos vivido de espaldas al bloqueo, o de frente, si se quiere.

Pero que nadie venga a felicitarnos por tanta naturalidad. El mérito de esas y otras historias está en lo común, en lo desapercibidas que se nos han vuelto. El 8 de Marzo viene quedándose casi para regalar flores, postales, hacer una fiesta, honrar el ejemplo de nuestras marianas… La mayoría de nosotras vive y celebra fuera de fecha.

Tomado del Periódico Digital Invasor

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