¿Estamos preparados para enseñar y aprender?
Desde el inicio de este siglo sabíamos que nuestros estudiantes y nosotros los docentes estábamos expuestos a factores y experiencias de un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo con problemáticas que ni siquiera habíamos imaginado. Para confirmar esta idea llegó una pandemia, que aún sigue siendo compleja e incierta. Antes de la pandemia nos preguntábamos: ¿estamos preparados para enseñar y aprender en estos nuevos entornos?, ¿manejamos las herramientas adecuadas para surfear escenarios cambiantes y vertiginosos? Y lo más importante: ¿logramos cautivar a nuestros alumnos y atrapar su atención y lograr su motivación en esta era digital? ¿Tenemos la energía y la actitud para hacerlo? Ya han pasado varios meses de educación virtual forzada, ya cada uno de ustedes puede contestar, a veces con un sí, otras con un no, algunas de estas preguntas.
Esta pandemia nos obligó a inventar una forma nueva de enseñar y de aprender.
Esta pandemia nos obligó a inventar una forma nueva de enseñar y de aprender. De repente, nos vimos inmersos en entornos virtuales sincrónicos y asincrónicos, sin propuestas y saturados de trabajo. Pero este tiempo de desafíos nos hizo descubrir que podemos seguir enseñando, que la tecnología es manejable y, lo más importante, que podemos llegar con esfuerzo al corazón de nuestros estudiantes. Descubrimos que no hay recetas únicas, que no todos nuestros estudiantes tienen la suerte de contar con buena tecnología o tutores idóneos que los ayuden en sus casas.
También confirmamos la suerte con que contamos algunos docentes, de tener directivos competentes, flexibles y creativos que propiciaron la innovación y nos dejaron ser. Otros, con menos suerte, siguen siendo obligados a ser burócratas, a continuar trabajando en la virtualidad como si fuera lo mismo que la presencialidad, y a contestar correos informativos que les roban el tiempo tan necesario para generar y producir nuevos contenidos. Pero, con lo bueno y con lo malo, acá estamos y debemos aprovechar este momento único para aprender. Porque esa es la gran característica del ser humano, su flexibilidad y su posibilidad de aprender toda la vida.
Una de las ideas más bellas de la escuela del futuro es la personalización de la educación. Sabemos claramente que cada estudiante es único, con sus tiempos de atención, con su manera de ser y sus motivaciones. Personalizar la educación en un aula presencial de muchos estudiantes es complejo y difícil. Pero, si aprovechamos este momento que nos obliga a aprender de la tecnología podemos comenzar a pensar que ese sueño de atender a la diversidad de cada uno y de cada una es viable. En un futuro muy próximo, utilizando una educación híbrida (combinación de la educación presencial y la remota) este sueño es perfectamente posible. Por eso, docente, cada día de tu esfuerzo personal eterno de tu sincronitis y asincronitis lo tenemos que imaginar para lograr que cada uno de tus estudiantes se pueda sentir completo y apasionado. Por eso vale la pena todo este tiempo empleado.
Es imposible tener a un estudiante 4, 5 o 6 horas sentado delante de la computadora prestando atención…
El neurocientífico francés Stanislas Dehaene menciona que para aprender se necesitan cuatro (4) pilares: prestar atención, entender, corregir errores y guardar en la memoria o consolidar lo aprendido.
Analicemos cada uno de los pilares y busquemos formas de aprovechar esta virtualidad forzada para adquirir competencias y repensar la educación que viene.
Prestar atención
El mayor talento de un docente consiste en canalizar y cautivar constantemente la atención de sus estudiantes. En este mundo de niños y jóvenes sobreestimulados, con pocos límites y esfuerzo, es uno de los pilares más complejos. Tarea difícil en el aula presencial y aún más en el aula virtual forzada en donde es sabido que la falta de relaciones sociales disminuye la atención y la curiosidad. Los docentes apasionados captan e intuyen, mientras sus estudiantes ingresan al aula material y presencial, su estado emocional y la motivación que traen. Casi nada o nada de esto podemos sentir cuando les enviamos cuadernillos o tareas por WhatsApp, Google classroom o cuando vemos sus caras (si tienen ganas de dejarse ver en cámara) en la virtualidad. Pero eso sí espero que hayamos aprendido en este tiempo, que es imposible tener a un estudiante 4, 5 o 6 horas sentado delante de la computadora prestando atención (obligados a veces por los padres o por los directivos).
Ante este desafío, los docentes que saben que nuestra gran función no es solo enseñar o explicar un tema —sino ayudar a los estudiantes a aprender— se animaron a salir del libro de texto y del programa. Se concentraron en analizar cuáles eran los contenidos más importantes y relevantes, para poder desarrollarlos con eficacia. Entonces, ¿por qué no aprovechamos todo este esfuerzo para el regreso? Vayamos pensando qué vale la pena ser enseñado y a través de qué modalidad: presencial/híbrida/virtual. De esta forma nos quedará más tiempo de atención y para entender y corregir errores.
Sigamos aprovechando este tiempo ambiguo para liberarnos, para ser creativos, para animarnos a hacer algo para lo que no estábamos preparados: “producir contenidos virtuales atrapantes”. Como menciona Augusto Cury: “Los docentes fascinantes trasforman la información en conocimiento y el conocimiento en experiencias”.
Porque no hay duda de que la gran clave para captar la atención es despertar la curiosidad y sorprender a nuestros estudiantes.
Este momento es único para vencer el miedo a salirse del libro de texto, para reinventarse, probar, imaginar sin temor a las quejas de los padres o al mal comportamiento de los estudiantes. Recordar siempre que menos es mejor que mucho y mal.
Entender y corregir errores
Por dos grandes motivos estos pilares se nos hacen difíciles en el aula presencial: el exceso de contenidos de los programas de estudio y la gran variabilidad de aprendizaje de nuestros estudiantes. Para entender y corregir errores se necesita de estudiantes que, guiados por un docente, rechacen la pasividad, se comprometan, exploren, critiquen, creen y no tengan miedo de equivocarse. Estos pilares nos obligan a tener paciencia, usar el tiempo áulico para generar desafíos con la participación explícita en la resolución de problemas, considerando la colaboración y el trabajo grupal. Estas actividades llevan mucho tiempo presencial, pero ¿por qué no aprovechamos todo lo que la educación híbrida puede aportarnos?
Para entender y corregir errores se necesita de estudiantes que, guiados por un docente, rechacen la pasividad y se comprometan…
No cabe duda de que una de las formas más importantes de entender y corregir errores es la evaluación. Lamentablemente las evaluaciones con calificaciones numéricas corrigen el error tarde y dejan marcas muchas veces frustrantes. Por otro lado, aumentar los procesos de evaluación formativa y no numérica nos quita tiempo para dar contenidos y además nos impone más tiempo individual de corrección, ya que es inútil una evaluación sin una correcta retroalimentación personal. Por eso debemos aprovechar ahora para conocer todas las herramientas tecnológicas que nos permiten evaluar a distancia, que se corrigen solas, que retroalimentan en el momento.
El ciberespacio tiene muchos ejemplos de evaluación de todos los temas, con posibilidades de modificación para nuestros propios gustos, listos para usar y gratuitos (Kahoot, Socrative, Plickers, Edpuzzle, Google Forms, Mentimeter, etc.). Sin lugar a duda, debemos aprovechar este tiempo para aprender a usarlas, serán sumamente útiles en el regreso a clases. Como lo hacen nuestros estudiantes prosumidores, utilizando y haciendo tutoriales ellos mismos; Youtube tiene clases breves y gratuitas que nos enseñan a usarlas.
Diseñar tareas grupales
Vemos en este tiempo que algunos estudiantes se conectan con los compañeros para hacer la tarea, entonces debemos fomentar esta inclinación social natural para diseñar tareas grupales. Otros estudiantes buscan videos en la web para terminar de entender algo o simplemente para aprender algo nuevo. Los niños y jóvenes de esta generación se caracterizan por ser prosumidores digitales, ya que producen y consumen contenidos virtuales. Este fenómeno debe ser más aprovechado en nuestra escuela. Además, esta inclinación natural los hace ser autodidactas: les gusta aprender de manera autónoma, pues adquieren nuevos conocimientos con tan solo googlear lo que deseen saber. ¿Pero saben buscar información en forma correcta?, ¿pueden controlar su atención y no perderse en el exceso de información y en el caos virtual?, ¿saben sintetizar y resumir?, ¿conocen los peligros de la huella digital?, ¿les estamos enseñando todas estas capacidades?
Es un excelente momento para poner a disposición lenguajes expresivos, enseñarles a contar historias, en todos los niveles educativos. Ayudémoslos a narrar, porque a través de las narrativas podrán organizar, simplificar el caos, comprender y encontrar sentidos posibles, cuidando de su identidad siempre. La productora de contenidos argentina Carina Maguregui menciona que hoy, más que nunca, las niñas, los niños y los jóvenes necesitan historias que les permitan procesar lo que están viviendo (a nosotros los educadores también). Nos hacen falta metáforas que ayuden a comprender qué está pasando y qué hacer. Nos hace falta contar historias, además, con vivencias y datos reales entre tantas fake news e infodemia.
Por lo tanto, para que puedan aprovechar esos momentos más autónomos tenemos que enseñarles, desde bien pequeños, la capacidad de organizarse, de gestionar sus tiempos para aprender a su propio ritmo, que sepan contar historias y todo lo que requiere aprender a aprender. Es tiempo de seguir aprovechando esta virtualidad forzada para reinventarnos, practicar distintas tecnologías y formatos (imágenes, metáforas, narrativas, infografías, etc.), probar, jugar y, sobre todo, no olvidemos todo lo que podemos aprender de nuestros estudiantes.
Consolidación
La ciencia denomina así al hecho de guardar la información en la memoria. El aprendizaje permite que el cerebro atrape una porción de la realidad que antes le era ajena y la use para construir un nuevo modelo de interacción con el mundo. Ese nuevo modelo quedaría en nuestras memorias.
Uno de los grandes descubrimientos de la ciencia es que gran parte de la consolidación ocurre mientras dormimos. Deberíamos repensar para la vuelta a las aulas, horarios más tardíos de ingreso, sobre todo para los estudiantes secundarios. La falta de sueño en ellos perjudica severamente el desempeño y su memoria. También considerando la importancia de dormir bien para aprender, serían útiles todos los esfuerzos para enseñarles a los tutores y a los estudiantes la importancia de mejorar y regularizar el sueño. Por ejemplo, cenar temprano, evitar los ruidos fuertes y el uso de equipos electrónicos durante la noche.
Por último, hay un punto íntimamente ligado al hecho de que la tecnología vino para quedarse, es el momento indicado para pensar qué contenidos queremos que penetren en la memoria de nuestros estudiantes y qué cosas queremos que busquen para completar sus memorias usando las plataformas digitales, por ejemplo, Google. Porque la única forma de entender y aprovechar lo que está en la virtualidad es tener buena información en su propia memoria.
“Ser uno con otros”
La educación híbrida ya es una realidad. Pero debe alejarse del nivel inicial en donde los niños y las niñas tienen el primer contacto con otras personas, donde aprenden a ser alumnos, beneficiándose de la interacción que el aula material promueve. Como menciona el Doctor y Magíster en educación argentino Daniel Brailovsky, el nivel inicial les enseña formas de ser ciudadano, amigo, compañero, de “ser uno con otros”. En un escenario rico en lenguaje, conflictos, desafíos y encuentros, les enseña a prestar atención, a respetar disciplinas, a experimentar el aburrimiento y la motivación, los inicia en el mundo que van a vivir. Cuando consideremos que esta base es sólida, la educación híbrida podría ser iniciada gradualmente. Pensada no como un simple canal para trasmitir contenidos, sino como un medio para potenciar las particularidades y como una estrategia que sirva para todos, los estudiantes, los docentes y los tutores de familia.
Los estudiantes pasan un promedio de 13 años en las aulas, y casi 20 si siguen una formación de grado. La influencia de un docente en el desarrollo de sus cerebros en todo este tiempo es inimaginable. Nuestra presencia es aún más importante en este tiempo tan complejo y angustiante, debemos estar aquí para seguir enseñando, para seguir aprendiendo. Pero, sobre todo, debemos estar aquí para sentirlos, escucharlos, amarlos y contenerlos. Ya tendrán tiempo para completar los contenidos que no se pudieron desarrollar en clase. Porque los que amamos la profesión docente tenemos claro que se trata de una ida y vuelta y, en el fondo, nos estamos conteniendo mutuamente.
Debemos tener en cuenta que este distanciamiento obligatorio de la escuela generó que nuestros estudiantes llegaran a extrañar mucho la escuela. Debemos aprovechar esta necesidad para que, a la vuelta, los niños valoren este espacio, no por lo que han perdido, sino porque lo tienen de nuevo. Debemos construir un espacio que se quiera y se extrañe, no por su ausencia, sino por su presencia.
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