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Te rindes o te asfixio: opciones yanquis para Cuba

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Tal vez muchas personas imaginen que la agresividad contra Cuba, por parte de sucesivas administraciones estadounidenses, es un fenómeno posterior a enero de 1959, cuando el gobierno, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la descomunal maquinaria de guerra en ese poderoso imperio se propusieron aislar y destruir a la naciente Revolución cubana.

Pero la primera expresión anticubana no había aflorado ni siquiera con la negativa, en ese mismo mes de enero, de devolverle a Cuba los 424 millones de dólares robados al tesoro de esta pequeña República por asesinos que huyeron con rumbo al norte, recibidos, por cierto, como héroes allá.

Tampoco echó a andar esa brutal política con los sabotajes a instalaciones azucareras, la quema de cañaverales, el cierre del comercio, retiro de inversiones, la suspensión del turismo, el corte de la cuota de azúcar, la interrupción del suministro petrolero, el robo de cerebros, los actos de terrorismo y otras agresiones…

Seis décadas atrás, en abril de 1898, ante el cercano triunfo de los patriotas cubanos frente al dominio colonial español, el Congreso de los Estados Unidos había aprobado la llamada Resolución Conjunta, que, bajo el engañoso manto de concederle a Cuba el derecho a ser libre e independiente, autorizaba la intervención militar estadounidense en el conflicto.

Así, por orden del presidente William Mckinley, medios navales iniciaron un bloqueo que no solo incluyó a las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba, sino también acciones contra puertos como los de Matanzas, Cárdenas, Baracoa, Manzanillo, Santa Cruz del Sur y otros puntos, con el propósito de imponer la fuerza, atemorizar a la población indefensa y sembrar en ellas el luto.

No fue suposición. Miles de familias fueron víctimas de asedio, hostigamiento y muerte, de acuerdo con instrucciones tan claras como las dadas por J C Breckenridge, a la sazón subsecretario de guerra: “Debemos concentrar el bloqueo de modo que el hambre y su eterna compañera, la peste, minen a la población civil y diezmen al ejército cubano”.

Y añadía: “Nuestra política debe ser siempre apoyar al más débil contra el más fuerte, hasta que hayamos obtenido el exterminio de ambos, a fin de anexionarnos a La Perla de las Antillas”.

Hambre y muerte en nombre de la vida
No eran la total oscuridad o los cañonazos la mayor preocupación, sino el peligro real de morir, sobre todo en los barrios más pobres y en los lugares donde se hallaban miles de campesinos, como consecuencia de la reconcentración dictada por el general español Valeriano Weyler, escenario de constantes muertes por inanición.

Personas hambrientas, deambulantes, la presencia del cólera y la tuberculosis, cada vez más cadáveres hacia fosas comunes… tal era el panorama, mientras en la cubierta de los medios navales que bloqueaban al país, marines y oficiales alzaban copas en nombre del arrogado derecho a intervenir a favor de la libertad y de la vida.

Conocida es la derrota del contraalmirante Cervera, la capitulación de España, el expedito camino hacia la conquista total de una Cuba convertida ya en “la fruta madura” que McKinley tanto goloseó.

La realidad confirmaría rápidamente las verdaderas intenciones de aquel bloqueo y de la llamada Resolución Conjunta. A finales de propio 1898, las autoridades norteamericanas dictarían medidas a favor de sus monopolios.

Pronto, el capital estadounidense iniciaría la succionadora construcción de centrales como el Francisco (hoy Amancio Rodríguez) y el Chaparrra (Jesús Menéndez); 2 200 caballerías pasarían de un plumazo a la United Fruit Company, en Nipe; tabaco, minería, transporte, banca, energía eléctrica pasarían a manos foráneas y se pondrían de moda el vicio, el juego, la prostitución, entre otras lacras.

A gobiernos entreguistas les correspondería el triste rol de mantener bloqueado el derecho de los cubanos a decidir su propio destino, a ser verdaderamente libres, a disfrutar y a destinar las riquezas de la nación a su propio desarrollo.

Tras la victoria de enero de 1959 se acentuó progresivamente el bloqueo, como política genocida. O te rindes o te asfixio.

Aquí esta Cuba, firme, 123 años después de aquel “primer bloqueo made in USA”. Ahí está el mundo: claro de esa irracional y obsoleta mentalidad imperial. Ahí el resultado (irrefutable) de cuánta Resolución es objeto de votación en la ONU, acerca del tema bloqueo.

Más de un siglo es demasiado. Aunque dignidad sobra para seguir resistiendo.
Por Pastor Batista Valdés ,Corresponsal de Bohemia en Ciego de Ávila.

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