No porque el conjunto músico danzario Telón Abierto celebre 25 años de trabajo este 2022, José Félix Rópeda, fundador y director general, es complaciente con lo logrado, más bien habla de una carrera constante de superación, investigación y estudio que los ha traído hasta aquí: a lo más alto del Movimiento de Artistas Aficionados en Ciego de Ávila.
Lo dijo en pleno ensayo y frente al elenco principal del grupo que, de lunes a jueves, a las 5:00 de la tarde, pone en pausa su vida para ensayar una y otra vez hasta que el ritmo y la coordinación sean perfectos.
“Hemos llegado a tener hasta tres elencos, y otras veces menos bailarines, por lo que tenemos que repensar las propuestas. El esfuerzo es doble, son muchachos que estudian y al terminar la jornada regresan. El formato actual incluye trompeta, bajo, tumbadora, paila, piano, percusión menor y cuatro cantantes para hacer la música en vivo, bajo la batuta de Juan Alberto Espinosa, lo cual es un elemento que nos distingue”.
Detrás de cada espectáculo hay una indagación histórico-cultural, que termina siendo ponencia científica presentada en eventos y certámenes y sustento para cada uno de los bailes. Así han surgido Homenaje a una joya, Baraguá y Bailes populares cubanos; quizás, los montajes que más alegrías les han devuelto de cara al público y a las evaluaciones de los jurados.
Por estos días concentran sus esfuerzos en terminar lo que podría ser Ángel para una tradición, un espectáculo que rescata bailes campesinos olvidados como fantasma, borracho y enano, chocolate, abanico y bastón, y cobija cortada. A estos agregarán otros como la caringa, el zapateo y el papalote, para dotar de una faceta más lúdica y popular a la representación.
Pretenden mostrarlo en la edición base del Festival de Artistas Aficionados de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y durante las fiestas de los Bandos Rojo y Azul, el próximo noviembre, en Majagua, pues el conjunto se ha atrevido, incluso, a ir a “bailar a casa del trompo”.
Rópeda, también, piensa en el relevo, por eso, Miguel Arteaga Yera ya asume las funciones de coreógrafo y director artístico, después de transitar el camino de bailarín a instructor de arte graduado. El reto ha sido inmenso, sobre todo, porque para dirigir ha necesitado paciencia, estudio y ponerse en otra piel.
“Puedes ser un buen bailarín y nunca llegar a ser coreógrafo. La disciplina y comprender a cabalidad el nuevo papel que asumí ha sido primordial. Creo que he ganado en profesionalidad y pensamos en equipo cada una de las propuestas. Somos amigos y, cuando algo no va bien, ‘tiramos al pecho’; esa unidad es la que garantiza el éxito”.
Es que en Telón Abierto se ha tejido complicidad y estímulo constante para crear. Las historias son muchas: Jenjany González, Primera Bailarina y profesora de Derecho, que no logra voltear la espalda y decir adiós; muchachos que día tras días van a mirar y aprender, mientras esperan su turno para bailar; la joven que bajó de peso y mejoró sus condiciones físicas para entrar al elenco; una rivalidad sana por mejorar la técnica; cinco generaciones diferentes sobre el escenario…
Han compartido escenario con grandes compañías del país como Revolution, Camagua y el Ballet Folclórico de Camagüey; han ido a Francia, Suiza, Italia, España y Portugal, y a la Fiesta de la Cubanía en Santiago de Cuba o a los Festivales Nacionales de la FEU, pero es en el trabajo comunitario donde han encontrado la mayor recompensa.
Tan importante como esto es la certeza de haber logrado una obra con una impronta que perdurará más allá de las personas que la iniciaron aquel 27 de mayo de 1997. Por eso, cada vez que un bailarín abandona el conjunto y encuentra trabajo en la cayería norte, no lo lamentan; de algún modo, se alegran por haber sido escuela y acicate, y vuelven al principio, a sumar, a preparar, a ensayar, a motivar: el ciclo casi infinito de la creación artística.
Tomado del periódico digital Invasor
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