Razón tenía Melania Trump cuando rompió en llanto al enterarse de la noticia de que su esposo había sido electo como el 45to presidente de los estadounidenses. Algunas fuentes dicen que sus lágrimas eran por no querer ser Primera Dama. Otros especulan que ella lo conoce bien y sabía lo que venía. Al parecer sus sentimientos no la han hecho quedar mal.
Este sábado, Donald Trump arriba a su primer año en el Despacho Oval con una cifra récord de impopularidad para los primeros 12 meses de mandato. El 65% de los norteamericanos los rechaza, superando a fenómenos de la política como Reagan y Bush hijo.
Los últimos 365 días revelaron que el multimillonario neoyorquino no pretendía llegar a la presidencia, sino impedir que Hillary ganara. El sueño de Trump sigue siendo que en un futuro, no muy lejano, su hija Ivanka se convierta en la primera mujer presidenta de los Estados Unidos.
Durante su primer año se trazó un objetivo concreto, borrar toda huella de su antecesor Barack Obama. Mostró una maestría insuperable rompiendo acuerdos, al punto de que a apenas 72 horas después de su investidura retiró a Estados Unidos del Tratado Transpacífico y desde el 20 de enero hasta la fecha ha puesto en jaque otros considerados históricos, entre ellos: el que sirve de base a la OTAN, el pacto migratorio de la ONU, la Unesco y el acuerdo climático de París, alegando, en este último caso, que el calentamiento global no existe.
Los medios dicen que convierte sus eslóganes en decreto y no están muy lejos de la realidad. Las revelaciones del libro Fuego y Furia del periodista Michael Wolf así lo demuestran. No por gusto la Casa Blanca trató de censurarlo y la editorial se vio obligada a adelantar su lanzamiento. Quizás por eso rompió todos los pronóstico de venta y ha causado fuertes reacciones a lo interno.
Según revela Steve Bannon en el texto: de lunes a viernes, a eso de las seis de la mañana, a veces con una McDonalds en la mano y una coca-cola light esperando, @realDonaldTrump lanza su metralla en Twitter; 140 caracteres sin asesoramiento ninguno. Estos han ido desde llamar Hombrecohete al líder de Corea del Norte hasta calificar de agujeros de m….. a El Salvador, Haití y los países africanos. Esas barbaridades políticas las hace, según gente cercana a él, desde la cama, en pijama y casi siempre solo. Después les toca a sus asesores arreglar el arrebato.
Ahí dentro de esa habitación, donde por demás duerme sin Melania, con la televisión encendida y el móvil en la mano, el rey de la telerrealidad se crea su trono. Desde la red social más política del planeta lanza lo que puede ser una amenaza al juez que ha paralizado su veto migratorio, un ataque a los medios críticos, una acusación de espionaje a Barack Obama o un insulto a un jugador negro de fútbol americano.
En un año se estiman más de 2.300 tuits. Publicando mensajes como estos cualquiera pensaría que tiene un tornillo flojo. “Irán está jugando con fuego, no valoran lo “amable” que fue el Presidente Obama con ellos. ¡Yo no!” o la ya célebre frase “Mi botón nuclear es mucho más grande y poderoso”, dirigida a Kim Jong-un. Su impulsividad ha provocado un debate en el senado, que no se veía desde 1976, sobre quitarle los códigos de lanzamiento.
Según de Washington Post, el inquilino de la Casa Blanca es conocido también como el presidente de las cinco mentiras diarias. Un estudio de The Fact Checker revela que Trump ha pronunciado más de mil declaraciones falsas o engañosas, lo que equivale a un promedio de casi cinco mentiras al día. Corea del Norte, Rusia, Hillary Clinton y México ocupan los primeros lugares en sus obsesiones por mentir.
Cuba no está cerca de ser una de esas obsesiones, por suerte, pero lo cierto es que desde su campaña anunció que revertiría lo avanzado por el gobierno de Obama. Ya en el poder emitió una orden ejecutiva desde Miami para borrar los pocos acuerdos ya existentes. Sin embargo esto no le bastó y como para ponerle la tapa al pomo llegaron los ataques sónicos que, hasta ahora, solo existen en la cabeza de él, de Marcos Rubio y de Bob Menéndez.
Lo que sorprende de Trump es como una barbaridad supera la otra, aunque parezca imposible. Así sucedió con el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, algo que no se había atrevido a hacer nadie, incluyendo los más conservadores. Los analistas dicen que lo hace para ocultar las derrotas a lo interno. Entre estas no haber podido sustituir el Obamacare, la lentitud en la construcción del Muro y las duras críticas que recibió tras su visita a San Juan.
Lo más preocupante es que aun conserva la base electoral que lo llevó a la mansión de 1600 Pennsylvania Avenue. Sus defensores se escudan en el crecimiento del PIB cercano al 3 %, La reforma tributaria aprobada en el Congreso recientemente, la más ambiciosa en los últimos 30 años y la desregulación del país. Menos mal que de los 365 días del año, Trump ha pasado más de 100 de vacaciones, sino estuviera más enredado de lo que está.
¿Cómo terminará esta saga de locuras? Brady Lee, psiquiatra que ya estudia su comportamiento, pudiera tener la respuesta de hasta dónde puede llegar, y hasta dónde el establishment lo dejará hacer. Ya se acercan elecciones legislativas que a lo mejor cambian el panorama y Trump pudiera pasar a la historia como el segundo presidente destituido en Estados Unidos. ¿Será este 2018 otro año loco en la Casa Blanca? Por visto en estos días, promete.
Compilación hecha el por Observatorio Social Universitario .
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