Formar especialistas en cuestiones agrarias era para la joven provincia de Ciego de Ávila un asunto de vida o muerte, pues este constituía su principal renglón económico a finales de la década de los años 70. No en balde, el territorio avileño poseía importantes polos productivos y abastecía de alimentos no solo a la población local, sino también a otras regiones de Cuba.
Con ese anhelo por brújula y tomando como base las experiencias de la Universidad de Camagüey en la formación de ingenieros agrónomos, el 18 de septiembre de 1978 surgió el Instituto Superior Agrícola de Ciego de Ávila (ISACA), que resultó la doceava universidad del país, la novena creada por la Revolución, la tercera especializada en las ciencias agropecuarias y la primera que se instituyó en tierra avileña.
Las carreras de Agronomía, Riego y Drenaje, Mecanización de la Producción Agropecuaria y, unos cursos después, Economía Agropecuaria, marcaron a golpe de saberes el estreno de la nueva casa de altos estudios, que poco a poco incorporó especialidades provenientes de las ramas humanísticas, técnicas y económicas, conforme el progreso de Ciego de Ávila reclamaba nuevos roles profesionales.
Sin embargo, a veces la realidad supera al plan, y el ISACA no fue la excepción. Así, transformado en un hervidero de conocimientos disímiles y necesarios, el centro de educación superior dejó de ser, poco a poco, una institución centrada únicamente en la agricultura, y el 29 de noviembre de 1996, a solicitud de profesores, investigadores y estudiantes, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros renombró al ISACA como Universidad de Ciego de Ávila (UNICA).
Once años después, se agregaría al nombre de la institución el del Generalísimo Máximo Gómez, una de las figuras históricas más queridas y activas de la lucha independentista en suelo avileño. Más tarde, el 3 de septiembre de 2014, los predios de la UNICA se agrandaron al incorporar la entonces Universidad de Ciencias Pedagógicas Manuel Ascunce, la Facultad Regional de Ciencias Informáticas y la facultad avileña de la Universidad de Ciencias de la Cultura Física y el Deporte.
Parece fácil esbozar en cinco párrafos la historia de la UNICA, si nada más nos centramos en fechas y datos relevantes. Sin embargo, aún faltarían las cuartillas suficientes para dejar a salvo en este periódico las pequeñas anécdotas cotidianas, los cuentos de la beca, las tardes cálidas en el aula, las madrugadas compartidas con los amigos, las ganas de ser hombres y mujeres útiles, y otras tantísimas memorias repletas de amores y esperanzas.
Precisamente, este lunes varias generaciones de “uniqueños” se dieron cita en los terrenos de la Universidad, con el fin de celebrar el aniversario 45 de dicha institución; momento propicio para agasajar a algunos de sus fundadores y recibir muestras de aprecio y confianza de diversos organismos y organizaciones del país. A fin de cuentas, cuarentona como está, sigue igual de joven que el primer día.
Si realmente “quien pasó de verdad siempre está de regreso”, como asegura cierta canción pegadiza de Buena Fe, habrá que volver una y mil veces a la UNICA para aprender de su epopeya cotidiana y honrar con la humildad del eterno alumno a quienes, en días fundacionales, soñaron e hicieron posible una universidad para el pueblo avileño.
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