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Alberto Delgado Delgado: El Hombre de Maisinicú

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Nació en el seno de una familia muy pobre, en la finca San Pedro, de Caracusey, municipio de Trinidad, antigua provincia de lLas Villas. Sus padres fueron Abel Delgado González y Nieve Delgado, procedentes de iIslas Canarias (España).

La precaria situación económica familiar no le permitió alcanzar ninguna instrucción escolar. Cuando tenía unos siete u ocho años de edad, asistió a una escuela primaria pública en la zona de San Pedro, en Trinidad, donde solo pudo permanecer unos pocos meses, ya que tuvo que interrumpir los estudios para trabajar como carbonero.

Su niñez la pasó descalzo y mal vestido, usó zapatos por primera vez a los 12 años. Con esa edad comenzó a trabajar como cortador de caña en la zona de Chambas, actual provincia de Ciego de Ávila. Tuvo por vivienda los barracones y albergues de los obreros agrícolas. De este lugar regresó para su zona natal en Trinidad, donde continuó trabajando como obrero agrícola en las fincas Cabezadas y Palmarito. En estos lugares permaneció hasta los 17 años, cuando por la escasez de trabajo retornó a la zona de Chambas, en la cual empezó a trabajar como tractorista hasta 1958.

Realizó sus primeras actividades revolucionarias en la zona de Falla, donde se incorporó a una célula del Movimiento 26 de julio (M-26-7). Participó en la venta de bonos, avituallamiento y otras misiones que se le encomendaron. En diciembre de 1958 se incorporó a la Columna No. 11 Cándido González del Ejército Rebelde.

Participó en el combate de Las Margaritas y en la toma del poblado de Tamarindo, en los que se destacó por su valentía. Al producirse el Triunfo de la Revolución era analfabeto. Fue designado a una unidad militar en Chambas, Camaguey, (actual provincia de Ciego de Ávila) hasta 1960. Aprendió a leer cuando la Campaña de Alfabetización. En ese empeño le ayudó su esposa Tomasa del Pino Suárez.

En 1961, continua su labor revolucionaria como agente encubierto de la Seguridad del Estado.  El enano, como lo bautizara la Seguridad, fue ubicado como administrador de la finca Masinicú, de la granja de Santiago Escobar, a unos tres kilómetros de Trinidad, donde trabajaban varios colaboradores de bandidos, donde actúa bajo la apariencia de un resentido miembro del Ejército Rebelde que, una vez licenciado, esperaba otra recompensa y tuvo que conformarse con lo que consideraba tan modesto empleo.

A partir de este momento, para los enemigos de la Revolución, Alberto Delgado comenzó a ser un contrarrevolucionario más, para la Seguridad del Estado se convirtió en un valioso agente que se ganó la confianza de varios cabecillas contrarrevolucionarios, quienes lo designaron como el contacto entre La Habana y Las Villas. De esta forma surgió la idea de la Operación Trasbordo,

Después de realizada con todo éxito la Operación Trasbordo, la Seguridad le plantea a Alberto que podía correr peligro, por lo que su permanencia en la finca era muy peligrosa. No obstante, él se negó firmemente a retirarse, argumentando que su misión dentro del enemigo contribuía a conocer sus planes, a evitar el asesinato de personas inocentes y la muerte de milicianos en las operaciones militares, y que ese modo de operar era menos costoso en vidas humanas.

Durante algunos meses Alberto actuó abnegadamente contra las principales bandas de alzados que operaban en la región, pero la intensa actividad que desplegaba provocó que el cabecilla Rúben Gónzalez León, El Cordobés, comenzara a desconfiar y se mantuviera atento a sus movimientos.

Descubierta su identidad por los elementos contrarrevolucionarios, bandidos al mando de Cheito León y Rúben Cordobés en horas de la noche del 28 de abril de 1964, en las márgenes del Río Guaurabo, frente a la finca Masinicú, en el Escambray, Alberto se enfrentó solitario a las dos bandas de alzados y a un grupo de colaboradores de estos que trataron de arrancarle información sobre su actividad como agente de la Seguridad del Estado. En ese momento, sus únicas armas eran las convicciones revolucionarias que lo habían llevado a penetrar en las entrañas de un enemigo que cometía actos de terror contra su pueblo.

Alberto rechazó valientemente las acusaciones y trató de defenderse, pero uno de los bandidos le dio un culatazo en la cabeza y lo derribó, dejándolo inconsciente. Los demás aprovecharon para golpearlo sin cesar hasta que quedó exánime.

Acto seguido lo colgaron por el cuello de una guásima y para comprometer aún más a los presentes, el cabecilla obligó a todos sus secuaces a que hincaran con sus bayonetas el cuerpo de la víctima. Después, como hacían cada vez que cometían un crimen, se retiraron para evitar enfrentarse con los combatientes de Lucha Contra Bandidos.

El Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, en el acto por el XX aniversario de la fundación de los órganos de la Seguridad del Estado, expresó: “Hoy se conocen los nombres de algunos de esos héroes sencillos y extraordinarios que entregaron generosamente sus vidas, como el inolvidable compañero Alberto Delgado, sin que ni siquiera se pudiera divulgar durante años, que el hombre que allí había caído no era un traidor, sino un combatiente de la Revolución”.

 

 

 

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