Gómez en la Historia

Caída de Antonio Maceo y Panchito Gómez Toro

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En la madrugada del 7 de diciembre Antonio Maceo llegó a San Pedro, donde estaba acampado el coronel Sánchez Figueras. El general Maceo no se sentía bien, pero la entereza de su ánimo, que lo hacía sobreponerse a las dolencias, y el jubiloso recibimiento con que fue acogido hizo que recobrara su buen humor. Manifestó la intención de sorprender a Weyler con un ataque a Marianao y dio algunapanchito-gomez-toros órdenes para el desarrollo de las operaciones. Maceo se recostó en la hamaca; a su alrededor se encontraban Miró Argenter, Pedro Díaz, Acosta y Juan Delgado. Según la última noticia, la columna enemiga más cercana era la del comandante Cirujeda, que procedente de Punta Brava se dirigía a Cangrejeras. Insignificantes huellas producidas por el General al cruzar la carretera de Hoyo Colorado fueron suficientes para que el oficial español torciera el rumbo para dirigirse a San Pedro. A las dos de la tarde ruidos de disparos turban la calma del campamento. Maceo se incorpora en la hamaca; ordena que todos monten y él mismo pone y ciñe el equipo al corcel. Al montar, arenga a la tropa con esta frase: “¡Muchachos: vamos a la carga, que les voy a enseñar a dar machete!”. Piedra, Souvanell y Peñalver se unen a los jinetes de Juan Delgado y cargan a los contrarios, que arrollados, huyen dejando en el campo sus muertos. El General toma por el flanco izquierdo; encuentra al coronel Acea, que acude al fuego; le ordena que abra portillo en el cercado de piedras para salir al camino y caer sobre los españoles. Lo dispuesto por él se realiza. Queda una cerca de alambres, que comienzan a cortar con el machete. “¡Esto va bien!” comenta el héroe; pero entonces ocurre lo inesperado, una bala le da en pleno rostro, vacila, suelta las bridas del corcel, el machete se desprende de su mano y el héroe se desploma. Todos corren hacia el caído. El enemigo arrecia el fuego. Juan Manuel Sánchez levanta la cabeza del moribundo y le dice: “¿Qué es eso General? ¡Eso no es nada…!. Hay que recoger al herido. Acude un jinete, tratan de levantar el cuerpo, pero otra bala acierta en el noble pecho, mientras el jinete cae herido a su vez. Juan Manuel Sánchez llega a caballo y pide el cuerpo, pero también es herido. Todos corren en pos de auxilio y el cadáver queda solo. Panchito Gómez Toro llega, con un brazo herido días antes y desarmado, y grita: “¿Dónde está el General?…¡Quiero morir con él!. En vano Sánchez lo llama para que se detenga. El joven se acerca al cadáver del caudillo y pretende cargarlo. Una bala le atraviesa una pierna; otra le taladra el pecho y cae sobre el cuerpo del Titán abatido. Los españoles llegan hasta los cuerpos; Panchito, aun con vida, intenta quitarse la vida infructuosamente, y el guerrillero Santana lo remata de un machetazo. Pero los españoles ignoran quienes son los muertos, los registran y se llevan algunas de sus pertenencias; cuando regresan ya es tarde, los cuerpos han sido recogidos; el heroico Juan Delgado ha regresado con dieciocho hombres, decididos a ofrendar sus vidas para no entregar los preciosos restos al enemigo. Los cadáveres fueron trasladados a casa de los Pérez, donde tuvieron sepultura al amanecer del 8 de diciembre. El sitio donde fueron enterrados permaneció sin revelar hasta el final de la guerra.

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