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Decir sí a la vocación y a la vida

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Atrapar un testimonio de lo que significa dedicarle una vida entera al magisterio puede ser tan sencillo como subir tres pisos de una escuela grande, construida al estilo Girón, entrar en un departamento lleno de ventanas y mirar alrededor.

Casi siempre habrá un par de ojos que responda detrás de una mesa colmada de papeles, libros forrados con colores vivos y alguna florecita artificial que intenta armonizar el conjunto. En este caso, la escuela se llama Rafael Morales y está en estos días abarrotada de muchachos que, poco a poco, domestican el temple que ahora no tienen para en unos años ponerse frente a un aula. En el tercer piso Invasor encontró un par de ojos de mujer, y una sonrisa cortés que el nasobuco rojo no podía disimular. Santa García Ulacia se llama la dueña de la sonrisa. Estaba escribiendo en un registro, pero el descanso le vino bien para conversar un rato y coger un poco de fresco.

Siempre fue la historia el motor de las decisiones de las que ahora hace recuento, porque, de niña estudiosa, y con el impulso de sus profesores del preuniversitario, se fue a estudiar una licenciatura en Villa Clara. Dijo “sí” y solo regresó luego de varios años de trabajo, siempre en la enseñanza media.

Apenas “calentando”, antes de responder la sarta de preguntas que intentaron desentrañar su larga experiencia, Santa lo resumió todo en el hecho de que lleva 45 años enseñando Historia de Cuba y universal, Cultura política y temas parecidos. Que ya está jubilada, pero volvió al trabajo con la resolución de la mujer independiente que es, y que escogió siempre el magisterio, incluso, en los momentos en que fue más difícil quedarse frente a un aula.

Salta a la vista que enseñar Historia a adolescentes es un reto a la altura de una Santa, porque a esa edad no se está para palabrerías. Ella sabe que entender a sus alumnos es difícil. De lo bien que lo haya hecho solo pone como testigo a los graduados que hoy son sus colegas, y explica un modus operandi aprendido con los años: nunca tratarles con el más mínimo índice de violencia.

“Yo siempre he creído que la guía de la familia es muy importante, y que sin eso la escuela puede hacer muy poco. He sido profesora de jóvenes toda la vida, en escuelas de Camilitos, en los politécnicos y ahora aquí, y me he dado cuenta de que los profesores no debemos solo enseñar los temas que nos tocan, hay que interesarse por ellos y ser ejemplo, sobre todo, de honestidad.”

Ella lo sigue intentando en la tercera edad, con fuerza, pero con buen carácter y, recientemente, con lo que para sus alumnos no lo es tanto, pero para ella sí: las nuevas tecnologías. Es una cuestión pragmática. Cuando prepara una clase sobre uno de sus temas favoritos, el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, prefiere no aburrirles con la descripción, si puede buscar un video y mostrarles los horrores, “todo lo injusta que fue”. Vista hace fe.

“Trabajar con ellos lleva mucha paciencia, porque es un problema muy común que no les guste estudiar, o que no sepan cómo aprovechar las posibilidades que tienen de superarse. Todos avanzan a su ritmo, hasta los más morosos con las tareas, y por eso hay que tratar a cada uno de manera diferenciada.” Santa ensaya máximas tan consabidas creyendo que siempre hace falta oírlas, como mismo debe haber hecho con sus sobrinos y con las personas que formó de cerca.

Con la paz de haber transmitido todo lo bueno que sabe transcurren sus días. No le gusta grabar novelas porque no tiene paciencia para más de un capítulo. Pero bien dosificadas sí las ve en la televisión. En estos días está pendiente de todo, sacando cuentas que traducen las noticias en su poder adquisitivo a partir del año nuevo.

Y de vez en cuando los libros le alimentan más la paz. Anda releyendo los nuevos de historia cubana, quizás queriendo aprender algo novedoso de Martí y de Maceo, de los que tanto le gusta enseñar. De la ficción prefiere los policiacos. Son de emociones fuertes. A la medida de una Santa decidida, dispuesta a que no solo los libros, sino las ganas de vivir y de enseñar le sigan dando sorpresas. Claro que sí.

Fuente: Periódico Digital Invasor

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