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El juego que Cuba sí ganó

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Falta aproximadamente un cuarto de hora para las siete de la noche. La amenaza de una posible lluvia no aguará esta fiesta. Pase lo que pase, se siente cierta obligación de estar aquí frente a nueve entradas históricas. Con la gente se podrían ocupar varias secciones de gradas. Están desde niños tan chiquitos que no entienden cuánto está en juego hasta grandes que saben que se trata, precisamente, de más que un juego.

La multitud viste como es, deportiva, con una gorra de los Tigres, con una camisa del 10 de las cuatros letras e, incluso, alguien luce una chamarreta de Mayito Vega, de cuando fue coach de algún equipo Cuba. La hierba huele rara, a roletazos, a fildeos, a spikes, a robo de base. La plaza Camilo Cienfuegos, en la ciudad de Ciego de Ávila, se ha convertido en el estadio José Ramón Cepero; tal vez en una subsede del miamense Ioan Depot Park.

 

 

El proyector ilumina una pantalla grande. El calificativo no puede ser inferior. Dentro está el #TeamAsere contra nada menos que Estados Unidos en la semifinal del V Clásico Mundial de Béisbol, después de 17 años; es, quizás, el partido más trascendente desde aquellos tiempos.

Desde el mismísimo primer inning Cuba llena las bases sin outs. En turno, Alfredo Despaigne. Uno lo reconoce por el sobrenombre: “Ese es el caballo de los caballos”. “Se va, se va”, corean atrás. El cuarto bate recibe boleto y entra la primera. Aunque no haya conga ―¡¿cómo no va a ver hoy!?―, el bullicio es estrepitoso y ciertas celebraciones riman con ¡mandinga! y ¡cajones!

El diestro Adam Wainwright los acalla. Mete el brazo, como dicen en el argot beisbolero. “Una no es ventaja ante ese trabuco”, “si no las hacen te las hacen”, empezó al unísono a comentar la sapiencia que tanto abunda en este archipiélago si de strikes y jits se trata.

Y razón no faltaba, Estados Unidos marcó diferencia madero en mano una vez lo tomó.

No faltó entonces quien dijera que, coño, sabía lo que iba a suceder, quien comenzó a frisar uñas y dientes, quien añadía: “esto no se ha acabado”, quien invocó a los babalawos y cuanto sobrenatural ente pudiera ejercer poder en favor de Cuba, quien confiaba en que esta selección, tal cual en la primera fase, iba por “obra milagrosa” a remontar.

Nada, al final el terreno mostró una despiadada ofensiva de los locales y la pizarra un marcador de 14 por 2, sin que se decretara el nocaut porque así estipula el reglamento en las instancias decisivas, porque todavía quedaban quienes esperan siempre el out 27, porque Cuba los desveló y les devolvió la ilusión de la esfera con costuras, porque esa no podía ser la despedida del #TeamAsere, que convocó por vez primera a ligamayoristas, que debió «jugar» con el odio de los que no entienden las esencias del béisbol y que, contra agoreros, odiadores y escépticos, regresó a primeros planos —de donde jamás debería salir— a ubicarse entre los cuatro grandes. Ese es el juego que sí ganó el equipo Cuba.

Autor: Arley Puyol Álvarez

Tomado de : Invasor

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