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El viacrucis de los estudiantes de Medicina

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A 150 años del fusilamiento de ocho jóvenes cubanos ofrecemos una mirada a los lugares históricos que recogen los últimos momentos hasta el sitio de su descanso eterno

Han pasado 150 años de aquel horrendo crimen perpetrado por el Gobierno español: el fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina que no habían cometido delito alguno.

Una parte de esa historia se puede conocer cuando visitamos el Monumento a la Real Cárcel de La Habana, con su Capilla de la Cubanidad, que recientemente fue abierto al público con un nuevo diseño museográfico.

Según el máster en Ciencias Andy Gómez Hernández, especialista de los museos arqueológicos de La Habana, la construcción de la Real Cárcel se inició en la década de los 30 del siglo XIX y ocupó el espacio comprendido entre el parque donde hoy se alza el Monumento a Máximo Gómez y el Paseo del Prado.

El especialista señala que ese fue uno de los proyectos más grandes de la etapa colonial, presidido por el capitán general don Miguel de Tacón, con el objetivo de modernizar el sistema penitenciario cubano de la época y trasladar para el nuevo recinto la cárcel que existía en el Palacio de los Capitanes Generales.

Especifica Gómez Hernández que a la nueva cárcel irían a parar muchos de los presos políticos que surgían como resultado de las diferencias entre peninsulares y criollos con ideas separatistas.

El recinto fue inaugurado en 1839. Estaba compuesto por tres cuerpos: uno para la Audiencia General de La Habana, otro para vivac o presidio, donde se encontraban los presos sometidos a proceso judicial, y el tercero era la Real Cárcel, luego llamada Presidio departamental, explica.

Dentro de esas instalaciones estuvieron presos el Héroe Nacional José Martí, su amigo el doctor Fermín Valdés Domínguez y los ocho estudiantes de Medicina.

Advierte el Máster en Ciencias que normalmente las ejecuciones dentro de la cárcel eran con garrote vil, pero ese procedimiento llevaba cierta infraestructura que requería de varios días para su montaje.

Debido a que los voluntarios españoles asaltaron la Audiencia de La Habana con la intención de linchar a los estudiantes de Medicina, los jóvenes permanecieron poco menos de dos días en la Real Cárcel.

Un consejo de guerra firmó la sentencia de muerte a la 1:00 p.m. de aquel fatídico 27 de noviembre de 1871. Antes de las cuatro de la tarde los estudiantes fueron conducidos a capilla, donde aguardaron cerca de media hora, y de allí los llevaron al lugar donde serían ejecutados sumariamente.

Parque de los mártires

En la década de los 30 del siglo XX se decide demoler la Real Cárcel, proceso que se extendió entre 1935 y 1941.

Benito Pérez, importante crítico y periodista de la época republicana, y el doctor Emilio Roig desarrollaron una campaña, con el apoyo de la Sociedad Económica de Amigos del País, para crear un proyecto que incluyera a la capilla y cuatro celdas bartolinas.

El museólogo explica que el monumento rinde homenaje a varias personalidades históricas que por sus acciones separatistas estuvieron en la capilla y fueron ejecutados en el garrote vil dentro de la cárcel o en la Explanada de la Punta.

En el techo del museo memorial fue restaurada una pintura mural realizada por Domingo Ravenet alegórica a los mártires.

Inocentes

Valdés Domínguez fue una figura esencial a la hora de reivindicar la memoria de sus compañeros. En uno de los paneles del museo se muestra una reproduccion facsímil del artículo original donde se denuncia el asesinato de los estudiantes de Medicina que se conserva en los archivos de la Oficina del Historiador.

Un dato histórico poco conocido, dice el museólogo, es que exhibimos la primera foto que se le hizo al fragmento del paredón de fusilamiento que existía en la Explanada de la Punta, donde actualmente se alza el Monumento a los Estudiantes de Medicina.

Posteriormente se construyó en ese lugar un edificio conocido como el Cuartel de Ingenieros. Con la intervención norteamericana se decide demoler ese inmueble militar y la pared para darle paso al tranvía.

Valdés Domínguez y un grupo de intelectuales, encabezado por Manuel Sanguily y Juan Gualberto Gómez, alzaron sus voces para rescatar el fragmento del muro que había sobrevivido. Gracias a ellos, en 1899 se coloca
la primera tarja, con la palabra Inocente.

El 27 de noviembre de 1921, con el Gobierno de Alfredo Zayas, se inauguró el conjunto escultórico erigido en memoria de los ocho estudiantes de Medicina, un templete de estilo griego que rodea el sector del muro.

Hasta ese monumento peregrinan, cada 27 de noviembre, representantes de la juventud cubana desde la colina universitaria para rendir tributo a los jóvenes que no llegaron a graduarse de Medicina.

El fin de la ruta

En una fosa común extramuros del Cementerio de Colón, en un lugar conocido como San Antonio Chiquito, fueron arrojados por una compañía de Voluntarios los cuerpos de los jóvenes.

No se colocó ni una cruz ni nada que sirviera para identificar el sitio. Los familiares de las víctimas no pudieron reclamar sus cuerpos ni brindarles servicio religioso alguno.

Hoy se conserva un sencillo monumento funerario que señala el área del enterramiento clandestino.

En la mañana del 9 de marzo de 1887, el doctor Valdés Domínguez logró exhumar e identificar los restos mortales de sus condiscípulos, que finalmente descansan en paz en un monumento inaugurado, dentro del Cementerio de Colón, el 27 de noviembre de 1889.

Allí fue enterrado también, en 1910, el hombre que más luchó por demostrar y establecer la inocencia absoluta de «sus hermanos muertos».

Publicado en Juventud Rebelde.

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