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Ernesto “Che” Guevara: su vida y el deporte.

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Próximo a cumplirse un aniversario más del asesinato del Guerrillero Heroico en la selva boliviana, para mantener viva su estirpe le presentamos a la comunidad universitaria aspectos de su vida vinculados a la práctica deportiva y que son pocas conocidas.

La natación fue, en efecto, el primer deporte al que se dedicó el Che, a la edad de 5 años ya nadaba bien, pues su madre Celia de la Serna, había sido una excelente nadadora de río, y él aprende a nadar en la piscina del Sierras Hotel, cercana a su casa, en lo que su familia veía como un refuerzo importante para el asma. Era el tiempo en que esta enfermedad lo afectaba grandemente y los adultos que lo rodeaban concebían al deporte como una herramienta dirigida casi en términos exclusivos a conseguir que lo aliviaran. Otra tía, Carmen de la Serna, le confesó al periodista y biógrafo del Che, Hugo Gambini (n. 1934), que «cuando era muy chico tenía los hombros levantados por la respiración forzada, pero luego se le ensanchó la caja torácica con el deporte y el aire de Córdoba».

Los calendarios fueron demostrando que la concepción del deporte como medicamento era restringida. Quizás, empezaba a percibirse, el asma no partiría nunca. Pero para él, Ernesto preadolescente, la relación con el deporte tenía un sentido mucho más intenso que el de su defensa frente a una enfermedad que suele limitar en su vida.

A los doce años tomó lecciones con el campeón argentino de estilo mariposa Carlos Espejo, y contra las disposiciones médicas y a escondidas de sus padres, se entrenaba mañana y tarde, hasta participar en un entrenamiento, donde sus amigos le tomaban el tiempo, para ver como avanzaba. Cuando en su casa se descubrieron las fugas de Ernesto hacia la piscina, la explicación fue la misma que se empleaba para tratar de comprender otras conductas del hijo mayor del hogar. Bordeando la objetividad decían: «Tiene un carácter rebelde».

Otras actividades deportivas y recreativas

Practicó el montañismo, realizó funciones de fotógrafo, fue periodista deportivo. En 1955 en México, trabajó como fotorreportero para la Agencia Latina en los Juegos Panamericanos. Fue saltador con garrocha en la etapa universitaria, donde salta 2,80m en la I Olimpiada universitaria en Argentina en 1948.

El 1 de enero de 1950 realiza un viaje solo, en una bicicleta con motor marca Cucchiolo, recorriendo 4500 kilómetros; visitando al gran amigo Alberto Granado en San Francisco (provincia de Córdoba) y a otros amigos de la infancia en la ciudad de Córdoba, continuando luego hacia el noroeste para conocer las provincias más pobres y atrasadas de Argentina: Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, y al regreso pasa por San Juan, Mendoza y San Luis.

En el cuaderno de viaje el Che realiza una serie de anotaciones, entre ellas se destaca la siguiente reflexión: «Por lo menos no me nutro con las mismas formas que los turistas y me extraña ver en los mapas de propaganda de Jujuy, por ejemplo: el Altar de la Patria, la catedral donde se bendijo la enseña patria, la joya del púlpito y la milagrosa virgencita de Río Blanco y Pompeya… No, no se conoce así un pueblo, una forma y una interpretación de la vida, aquello es la lujosa cubierta, pero su alma está reflejada en los enfermos de los hospitales, los asilados en la comisaría o el peatón ansioso con quien se intima, mientras el Río Grande muestra su crecido cauce turbulento por debajo».

Al regresar a Buenos Aires la empresa fabricante del motor le ofrece realizar un aviso publicitario, que incluía la foto de Ernesto Guevara en la bicicleta y una carta del ciclista donde decía: «Ha funcionado a la perfección durante mi largo viaje y solo observé que hacia el final perdía compresión, razón por la cual la envío a usted para reparación». De este aviso quedó constancia pues fue publicado en la revista deportiva El Gráfico en la página 49 de la edición del 19 de mayo de 1950.

En Alta Gracia también incursionó en el boxeo y se exigió hasta rendir en el Ping Pong. El tenis, en cambio, fue en aprendizaje posterior. Cuando la familia se mudó a Córdoba, alquiló una casa pegada al LawnTennis de la ciudad. Tanto Ernesto como su hermano Roberto pudieron jugar bien gracias a las lecciones de una maestra entrenada: la hija del cuidador de las canchas de ese club.

Le gustaba el rugby, el cual practicó y cuando su familia regresó a Buenos Aires, se asoció al San Isidro Club, donde reanudó el vínculo con este deporte, más tarde pasa al club Atalaya. En 1955, consiguió trabajo en México como redactor y fotógrafo de la Agencia Latina. En ese rol, cubrió los segundos Juegos Panamericanos, que se realizaron en ese país.

Recopiló: Dr C Armenio Pérez López

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