El género es un elemento social importante a la hora de determinar la identidad de los sujetos, pues como identidad colectiva es el resultado de la dialéctica de integración de lo individual y lo social, lo subjetivo y lo objetivo, de lo diferente y lo semejante. Su incorporación como categoría de análisis en este estudio, nos permite comprender las relaciones de poder que se establecen entre los diversos grupos de hombres y mujeres, pues su condicionamiento histórico cultural mediatiza todos los procesos sociales que, al mismo tiempo, permiten su resignificación y transformación.
Hablar de género, no significa hablar de hombres y mujeres sin más, sino ofrecer elementos que sirvan para entender el porqué de las desigualdades entre ambos grupos, así como la explicación de las diferencias que se dan dentro de los colectivos femenino y masculino (entre obreras y dirigentes, trabajadoras y amas de casa, blancas y negras…). Por tanto no se trata de limitarnos a describir lo que les pasa a mujeres y hombres, sino de explorar la construcción social que subyace a esos datos. Para ello es fundamental hacer un buen uso del concepto género, que no puede ser ni un mero sustituto de sexo ni hablar exclusivamente de mujeres, sino que debe ser relacional.
Varias han sido las investigaciones que han abordado el género como objeto de análisis; desde un tratamiento disciplinar del tema, son estudios que se caracterizan por enfoques diversos. Por un lado se analizan las desigualdades y desventajas de las mujeres respecto a los hombres, sobre poniendo un sexo sobre el otro como caras distintas de una misma moneda. En otros se evidencian formas históricas de asumir la masculinidad y feminidad, con patrones estereotipados y tabúes que lejos de promover el encuentro de los sexos, han propiciado su exclusión y desencuentro.
En el caso de Cuba los estudios de género constituyen un espacio interdisciplinario, de reflexión teórica y metodológica acerca de los problemas que afectan a las mujeres. En el mundo laboral cubano varían las investigaciones cuyos temas fundamentales se acercan a las relaciones de género. Centran su análisis en el proceso de promoción hacia los cargos de dirección, los estilos de dirección que adoptan, el acceso de las mujeres al parlamento, los roles de género en posiciones no tradicionales y la combinación de estos roles con los roles familiares.
Entre los principales resultados de estos estudios están, en mayor medida, la verificación de la existencia de un “techo de cristal” para las mujeres que limita su acceso a los cargos de dirección. Se evidencia, no de forma tan significativa, que por las contradicciones que aparecen al desempeñar su rol en la familia y las responsabilidades al ocupar cargos, las mujeres se autolimitan para aceptar estas posiciones de mayor jerarquía. Además, aún cuando existe una política de promoción basada fundamentalmente en méritos acumulados, en el caso de las mujeres existen otros factores, asociados a la cultura organizacional, que inciden en la selección.
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