Política y Sociedad

Fidel Castro sobre Camilo: “Nos enfrascamos febrilmente en su búsqueda”

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Así relataba Fidel aquellos duros días, hace 60 años, cuando el avión en que viajaba Camilo Cienfuegos desapareció en un viaje desde Camagüey a La Habana y nunca fue encontrado.

El 28 de octubre de 1959, sobre las 11 de la mañana, el Héroe de Yaguajay salió del aeropuerto de Ciudad Libertad rumbo a Camagüey en un avión modelo Cessna 310, que tripulaba el piloto Luciano Fariñas. Lo acompañaban además, el Capitán Senén Casas y el soldado Félix Rodríguez, en función de escolta. Camilo y Rodríguez descendieron a la ciudad de Camagüey, mientras Fariñas continuó viaje a Santiago de Cuba para llevar a Senén Casas. A las 4:40 p.m. ya estaba de regreso el pequeño aparato identificado con las siglas FAR 53.

El despegue rumbo a la capital se produjo a las seis y un minuto. El viaje a su base desde este punto requería dos horas de vuelo como promedio y llevaba gasolina para tres.

En la terminal aérea militar de Ciudad Libertad, el Capitán Manuel Espinosa Díaz, ayudante personal de Camilo, comenzó a impacientarse, pues su jefe le dijo que lo esperara de 7:00 a 7:30 p.m., y ya debería haber llegado. Comenzó entonces el proceso de localización y el 30 de octubre se ordenó oficialmente la búsqueda del avión.

 “Es bueno recordar estas cuestiones, ya que la causa directa de aquel accidente fue el problema surgido en Camagüey por los elementos anticomunistas. En aquellas circunstancias, Camilo, por sus responsabilidades, tuvo que viajar varias veces a esa provincia; audaz como era, no respetaba ni el día, ni la noche, ni el tiempo y salió hacia la capital en un pequeño avión. Porque en aquella época no teníamos experiencia, ni teníamos aviones seguros, ni teníamos nada, y así unos cuantos compañeros perdieron la vida, pues hubo más de un accidente aéreo; ¡de milagro no fueron más los que murieron de esa forma en los primeros años de la Revolución!

Cobra todo su significado la historia de Camilo, no solo por lo que hizo, no solo por sus heroicas proezas combativas, sino también por sus ideas, por sus conceptos, por sus propósitos profundamente revolucionarios. También por eso decía que un día como hoy Camilo sería feliz, y si hay pelea por delante, más feliz todavía; si hay dificultades, más feliz; si hay reto, más feliz; si quedan injusticias por subsanar, más feliz; y si se mantiene en todo su vigor la lucha heroica e histórica de nuestro pueblo contra el imperio, ¡más feliz sería Camilo!

El camino de nuestro pueblo, la marcha firme de nuestro pueblo, sin claudicación ni vacilación, sus logros en medio de las agresiones y del bloqueo, sus perspectivas futuras, estoy seguro de que habrían entusiasmado extraordinariamente a Camilo.

Es necesario que hoy, cuando lo recordamos con tanto cariño, tengamos presente eso: desapareció temprano, ¡cuánto habría podido hacer en estos años! Pero lo importante es que aquellas cosas por las que luchó con pasión y por las que dio su vida, estén haciéndose y se hayan hecho, y que este pueblo sea el mismo al que él le habló allá, en el viejo Palacio, cuando dijo que la frente no se inclinaría, sino ante los muertos, para decirles un día que la Revolución se ha cumplido.

¡Hoy podemos decir que nos inclinamos ante los muertos para decir que la Revolución se ha cumplido, pero a la vez tendríamos que seguir apelando a los muertos! ¡Podríamos arrodillarnos ante los 20 000 muertos de que habló Camilo, que dieron su vida por la Revolución, a los que habría que añadirles los miles de muertos que dieron su vida para consolidar la Revolución, luchando contra bandidos, luchando contra terroristas, luchando contra mercenarios y los que han muerto cumpliendo gloriosas misiones internacionalistas!

¡Qué orgulloso se habría sentido Camilo participando o dirigiendo cualesquiera de esas misiones! Él, que dijo que todos los revolucionarios, en cualquier parte del mundo, eran sus hermanos.

Pero les expresaba que no solo podríamos arrodillarnos ante nuestros muertos para decir que la Revolución se ha cumplido, sino que seguimos apelando a nuestros muertos, para que nos acompañen en esta lucha que no ha concluido, para defender lo que se ha hecho, para que nuevos objetivos de la Revolución se cumplan en las batallas que a la Revolución esperan todavía; porque los muertos —y eso lo vio Camilo y lo dijo con esas hermosas palabras— nos acompañan.

Por eso hoy hablé de la muerte física, que esa es una cosa, y otra es la presencia del ejemplo, de la inspiración, ¡de los valores morales que nos legaron hombres como Camilo y el Che!

Por eso él dijo y repitió aquella idea de Byrne: ¡Que nuestros muertos, alzando los brazos, serán capaces de defender todavía la patria! ¡Y en la etapa que vivimos, en la consolidación de lo que se ha hecho y en la tarea de hacer lo que falta por hacer, nuestros muertos, alzando los brazos, seguirán luchando y defendiendo a la patria!”

Tomado de cubaderbate.cu

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