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La obra inconclusa de abril

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Sayli Sosa Barceló Historia 09 Abril 2023

Solo los vecinos del poblado de Vicente, a principios de 1958, podrían decir si el joven Raúl Martínez Alfonso, hijo de propietarios de una finca (y por ello, considerados como pequeña burguesía rural), dio señales de lo que vendría después. Él, que incluso había estudiado para cura, con su pelo negrísimo, un poco gordito y con espejuelos, tenía las señas de un muchacho bitongo, criado bajo la cobija familiar. Únicamente quienes conspiraban con él en aquella capilla construida con sus propios ahorros sabían que el esposo intachable y padre amoroso coordinaba una célula del Movimiento 26 de Julio. Es verdad que había pertenecido a la Juventud Católica, organización crítica del gobierno de Fulgencio Batista. Pero de ahí a liderar un asalto armado…

El 12 de marzo de 1958, desde la Comandancia en la Sierra Maestra, Fidel hace público un llamamiento al pueblo de Cuba, convocándolo a la Huelga General. Los comandantes y jefes de frentes guerrilleros y de la clandestinidad reciben la orden de apoyar el parón popular, realizando acciones armadas que precipitaran la caída de la dictadura en abril.

A la célula dirigida por Raúl Martínez le encargan una misión riesgosa: el 9 de abril debía asaltar y tomar la planta eléctrica de Vicente e interrumpir el tránsito en un tramo de la Carretera Central. En teoría, acciones similares se sucederían en todo el país, de manera que las fuerzas batistianas no podrían responder con saña localizada. Guillermo Noa de la Paz, el único sobreviviente en la actualidad de tamaño atrevimiento, diría, en 2018, que llegaron al filo de las 11:00 de la mañana “con la idea de sacudir la historia”.

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Y sí lo hicieron. La toma de la planta eléctrica fue de las acciones más importantes realizadas en Ciego de Ávila y el Camagüey; el tercer mayor foco de insurrección aquel día en Cuba. Los asaltantes, no más de 20, bajo el mando de Raúl Martínez, lograron impedir que el ingeniero a cargo se comunicara con la ciudad y diera la voz de alarma. Dos días demoró el emplazamiento en generar electricidad.

Vencido este objetivo, los muchachos se dirigieron después al tramo de la Carretera Central cercano a El Centro, en Gaspar. Desde allí enfrentaron a las tropas del ejército batistiano por tierra y aire, pues aviones de guerra bombardearon la zona. Noa de la Paz rememoraría, a sus 81 años, que “disparó y le dispararon de tal forma que le hicieron trizas la escopeta que llevaba”.

En un momento del combate, viendo la superioridad del enemigo, Raúl ordena la retirada del grueso de los asaltantes. Se queda atrincherado en el antiguo Hogar Infantil, junto a otros tres combatientes: José Ascanio Pérez (22 años cumplidos ese mismo día), Eugenio Conte Ramos (17) y Esteban López Haynée (se desconoce la edad, muy joven también).

Resistieron hasta quedarse sin municiones. Los batistianos dijeron “les vamos a respetar la vida”, pero no se podía creer en ellos, ni siquiera porque en la planta eléctrica uno de los heridos del ejército sí fue respetado. Los asesinaron a mansalva. Serían cuatro de los cinco mártires de la Huelga del 9 de Abril en Ciego de Ávila. El quinto fue Cloroberto Echemendía Ulloa, 25 años y toda la vida por delante, trabajador de Radio Cuba, torturado y asesinado dos días después del levantamiento popular.

La Huelga tuvo focos en otras zonas del entonces término municipal. Historiadores como Ángel Cabrera han documentado acciones en toda la geografía avileña, de Norte a Sur y de Este a Oeste. Cierre de comercios, quema de cañaverales, paralización temporal de los centrales Baraguá y Stewart, interrupción de las reparaciones férreas, corte del tendido telefónico, descarrilamiento de una locomotora con varios carros de caña en Jagüeyal…

Se cumplen hoy 65 años y habrá quien concluya diciendo que tanto esfuerzo y sangre derramada no rindieron los frutos esperados. El propio comandante Faustino Pérez se preguntaría, apenas unos días más tarde, “¿por qué con aquel clima de insurgencia revolucionaria, con aquellas condiciones políticas y organizativas, y con el antecedente, incluso, del paro espontáneo por la muerte de Frank, no se logró que la Huelga cristalizara totalmente?”.

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Se contestaría a sí mismo que los grandes reveses expresan, quizás mejor que las victorias, la magnitud de la lucha. Así de grandes los reveses, mayores aun las voluntades de convertirlos en victorias. “El duro revés del 9 de abril no es una excepción de esa regla de nuestras luchas centenarias, sino que se inscribe entre los momentos críticos en que, con el espíritu de lucha de nuestro pueblo, el heroísmo de los combatientes y la certera conducción del Comandante en Jefe, transformaron una vez más la derrota en victoria (…)”.

Frente a la obra siempre en construcción de aquellos días de abril decimos: ¡Honor y gloria a nuestros mártires!

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