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La Protesta de Baraguá,llamado permanente a Cuba

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Cuando el 15 de marzo de 1878 el Mayor General Antonio Maceo se levantó de su hamaca en los mangos de Baraguá y dio un No rotundo a la propuesta española del Pacto del Zanjón llegó a su clímax el espíritu patriótico de nuestro pueblo, de la Patria y de la Revolución, la verdadera Revolución.

Así lo manifestó el Comandante en Jefe Fidel Castro en 1978, en ocasión del centenario del histórico gesto, cuando dijo que con la Protesta de Baraguá llegó a su cumbre el patriotismo y las banderas de la Patria y la Revolución con independencia y justicia social fueron colocados en su sitial más alto.

Esa misma rebeldía y decisión de no rendirse jamás ante el enemigo que intenta conquistar y anexar el suelo sagrado de Cuba, es la misma de hace 143 años, aunque el enemigo hoy no sea el imperio español de la época colonial sino el norteamericano que bloquea a Cuba desde hace casi 60 años.

La desunión, la dispersión y el caudillismo levaron la Guerra de los Diez Años (1868-1878) hasta el claudicante Pacto del Zanjón, donde el colonialismo español pretendió lograr un acuerdo de paz sin independencia, en los precisos instantes en que los mambises reasumían la iniciativa en Oriente y Las Villas.

La falta de unidad había llegado en algunos casos al resquebrajamiento de la disciplina, factor funesto que atentaba contra el alcance de la añorada libertad. Algunos jefes mambises asumieron el Zanjón como salida, aunque muchos otros continuaron la lucha en la parte oriental de la Isla.

Desconocedor del proceso iniciado por el Capitán General español, Arsenio Martínez Campos, para comprar la rendición de algunos jefes mambises del modo más abyecto posible, Maceo, repuesto ya de las graves heridas recibidas el 6 de agosto de ese propio año, en el combate de Mangos de Mejías (ocho en total, cuatro de ellas en el pecho), se incorpora de nuevo a la guerra en enero de 1877 ya con el grado de mayor general.

Sus victorias resonantes en los combates de Florida, Llanada de Juan Mulato y San Ulpiano, en enero y febrero de 1878, le reconfortan por el tiempo perdido en la convalecencia. Va entonces al encuentro de su médico y amigo fraternal, el doctor Félix Figueredo, para informarse de los rumores que circulaban de conferencias y tratos con los españoles, en los cuales no creía.

Maceo, al oír todo lo que se había dicho de los jefes de la Revolución que aceptaron el convenio con los españoles, se alejó visiblemente disgustado, sin despedirse del amigo.

El 18 de febrero de 1878, en Pinar Redondo, se entrevistaron el Generalísimo Máximo Gómez y Maceo para dar el último adiós a la heroica madre de la familia Maceo, Mariana Grajales. Allí le informó Gómez a Maceo todo lo ocurrido en Camagüey, compartieron la decisión de no aceptar lo proclamado en el Pacto del Zanjón y disposición a continuar la lucha. Se enteró también Gómez del objetivo del Titán de Bronce de entrevistarse con el Capitán General español, Arsenio Martínez Campos, para pedirle una suspensión de hostilidades que le permitiera organizarse y lo alentó en la empresa.

El 21 de febrero de 1878 Maceo escribe a Martínez Campos. Le dice que conoce por Gómez y los comisionados del Departamento Central, lo pactado en Camagüey. Le dice que Oriente y Las Tunas están en condiciones de continuar la lucha, en desacuerdo con la resolución de la Junta del Centro, le solicita entrevistarse y pide cuatro meses de suspensión de hostilidades para consultar la voluntad de todos los distritos que componen ese departamento.

El 15 de marzo de 1878 se realizó la entrevista de Maceo y Martínez Campos en Mangos de Baraguá. El español pronunció breves palabras de introducción a la conferencia, y de inmediato Maceo le respondió que no estaban de acuerdo con el pacto firmado, ya que con el mismo no se lograba la independencia de Cuba, ni la abolición de la esclavitud.

Martínez Campos replicó: “Pero es que ustedes no conocen las bases del Convenio del Zanjón”. “Sí ―interrumpió Maceo― y porque las conocemos es que no estamos de acuerdo”. “Entonces, dijo Martínez Campos, no nos entendemos”. “No, no nos entendemos”, respondió firmemente Maceo.

Se acordó que volverían a romperse las hostilidades en un plazo de ocho días con el fin de que las tropas ocuparan los territorios designados. El capitán mambí Fulgencio Duarte, quién había presenciado la entrevista, exclamó: ¡Muchachos, el 23 se rompe el corojo!

A pesar de esta digna posición, la revolución estaba herida de muerte a causa del regionalismo, las indisciplinas y los intereses personales, y aun cuando las circunstancias resultaron adversas para mantener la lucha en el territorio oriental la protesta encabezada por Maceo revistió un gran significado.

Una actitud similar con relación al Pacto del Zanjón adoptó en Las Villas el coronel mambí Ramón Leocadio Bonachea, quien se mantuvo activo hasta abril de 1879 en que, al deponer las armas en la estación ferroviaria de Jarao, aseguró volver a empuñarlas cuando las circunstancias lo permitieran.

Con su actitud, Maceo y sus seguidores no solo consolidaron el pensamiento revolucionario cubano en momentos de profunda crisis moral, sino que reafirmaron los objetivos básicos de la rebeldía nacional, salvaron su honor de combatientes y enaltecieron el de Cuba, legando a las generaciones posteriores la posibilidad de proclamar con orgullo que, desde el primer empeño, los revolucionarios cubanos jamás han sido vencidos ni derrotados.

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