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Máximo Gómez: Hijo insigne y entrañable del pueblo cubano

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Hubo el hecho que quedó grabado de manera indeleble en el alma de nuestro pueblo: la participación de los dominicanos en la lucha por nuestra independencia, el papel de aquel genial hijo de este país que fue y es Máximo Gómez, quien llegó a convertirse en una de las figuras más extraordinarias de nuestra historia. No sabemos, o mejor aún, no me atrevería o no intentaría discutir si era cubano o era dominicano.

(…) Hijo humilde de este pueblo, supo convertirse en hijo insigne y entrañable del pueblo cubano por derecho ganado en su lucha por la independencia de Cuba, a la que aportó su brazo y su machete, su genio militar y su coraje, un notable talento político y un profundo pensamiento revolucionario. Su diario de campaña, sus arengas y sus conmovedores relatos desafortunadamente escasos, dada su azarosa vida de combatiente infatigable por la libertad, sugieren que de aquel humilde campesino pudo surgir también un genio de las letras.

Son conocidas las circunstancias en que culminó (…) aquella lucha heroica de más de treinta años, cuando la intervención de un vecino poderoso frustró el ideal de independencia al que consagró Gómez su vida.

Entonces el guerrero invencible sintió el cariño y el reconocimiento de todo un pueblo que agradecía infinitamente su noble, abnegado e inolvidable aporte a nuestra libertad; pero en aquellas circuns­tancias en que nuestro país no era todavía verdaderamente ­independiente al pasar a ser una neocolonia de Estados Unidos que le impuso a nuestra ley constitucional hasta el derecho a intervenir militarmente en sus asuntos internos, no pudo concederle los honores de una Revolución triunfante y una nación libre a lo que era tan merecedor. Hoy Cuba quiere de alguna manera, aunque solo sea simbólicamente, reparar esa injusticia.

(…) Los revolucionarios siempre lucharon para el futuro. Máximo Gómez y Martí lucharon para el futuro. (…) Máximo Gómez, que luchó en las dos guerras de independencia durante muchos años, estuvo muy vinculado a la historia revolucionaria de Camagüey. Cuando esta provincia, en la Guerra de los Diez Años, sufrió la terrible ­pérdida de Ignacio Agramonte, Gómez fue enviado para ocupar el mando de las fuerzas patrióticas en la provincia de Camagüey, y estas tierras fueron escenario de numerosas acciones de armas de Máximo Gómez. Como un justo tributo a su espíritu revolucionario y a lo que luchó por nuestra patria a pesar de no haber nacido en esta tierra, se decidió que la escuela vocacional de esta provincia llevara su nombre.

(…) Máximo Gómez puede decirse que fue maestro de magníficos combatientes cubanos. (…) Máximo Gómez fue maestro de Maceo, y Maceo fue el más brillante alumno de Máximo Gómez. (…) Ambos eran hombres de profundas convicciones, Maceo ­tenía la suya, Gómez la suya y además una gran experiencia, era el más experimentado de todos los jefes militares cubanos.

(…) A Maceo, a Gómez, a Céspedes, a Agramonte, a Martí, a Yara, a Baraguá y a Baire, consagramos el homenaje de nuestro esfuerzo revolucionario, del esfuerzo revolucionario de nuestra generación. A ellos dedicamos el Moncada, el Granma, la Sierra, el 13 de Marzo, Girón y las heroicas misiones internacionalistas de Angola y de Etiopía. A ellos consagramos nuestros esfuerzos y nuestras luchas.

Fuentes:

Discurso pronunciado en el aeropuerto internacional de Las Américas, República Domimicana, el 20 de agosto de 1998.

Discurso pronunciado al recibir la Orden del Mérito de Duarte, Sánchez y Mella en el grado Gran Cruz Placa de Oro e imponer al Presidente de la República Dominicana, Dr. Leonel Fernández, la Orden José Martí. Santo Domingo, 22 de agosto de 1998.

Conferencia Magistral en el acto convocado por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, el 24 de agosto de 1998.

Discurso pronunciado en la inauguración de la escuela vocacional General Máximo Gómez y apertura del curso escolar 1976-1977, en Camagüey, el 1ro. de septiembre de 1976.

Discurso pronunciado en el acto de conmemoración del centenario de la Protesta de Baraguá, Santiago de Cuba, 15 de marzo de 1978.

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