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Noventa años de su sonrisa eterna

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Mayor Sonia Regla Pérez Sosa
Casa Editora Verde Olivo
A su tropa rebelde le enseñó no solo sus deberes como soldados, sino también la necesidad de defender los valores, la ética y la sensibilidad. No podía ser diferente con “el más brillante de todos los guerrilleros”, como lo nombraría el Che al reconocerle los méritos.
Tomada de Verde Olivo

Acumulaba tan solo 26 años y ya alrededor de Camilo Cienfuegos Gorriarán existía un mito popular creado a partir del combate en Monte la Estrella, de donde salió ileso a pesar de la inferioridad numérica de sus tropas y del armamento, y que le valió para alcanzar los grados de comandante.

Fue el primer jefe guerrillero que bajó de la Sierra Maestra y demostró su intrepidez y capacidad como estratega militar lejos de esa barrera natural que protegía al Ejército Rebelde.

Por tal motivo la designación para dirigir la Columna No. 2 Antonio Maceo en aquel agosto de 1958, había sido una certera decisión de Fidel. Prueba de ello fueron el gran compromiso y la entrega a la causa independentista que imprimía a sus acciones. Solo así podemos explicar que su tropa resistiera 48 días bajo la persecución y el hostigamiento del ejército batistiano; tiempo durante el cual tuvieron únicamente 11 comidas.

El comandante que este 6 de febrero cumpliría 90 años, fue de los últimos en incorporarse al Granma —por no encontrarse en la Isla—, y de los primeros en combatir en Alegría de Pío, La Plata, Arroyo del Infierno, altos de Espinosa, el Uvero y en Pino del Agua, donde resultó herido de gravedad.

En el Escambray  aún se rememoran sus anécdotas, reveladoras del líder humano, sencillo, bondadoso y alegre, capaz de tomar el control de Yaguajay y culminar la campaña en el Frente Norte de Las Villas; proezas decisivas en el debilitamiento de la dictadura para alcanzar el triunfo revolucionario.

A su tropa rebelde le enseñó no solo sus deberes como soldados, sino también la necesidad de defender los valores, la ética y la sensibilidad. No podía ser diferente con “el más brillante de todos los guerrilleros”, como lo nombraría el Che al reconocerle los méritos.

Además, era respetado por reaccionar con inmediatez ante los hechos, responder espontáneamente a las más imprevistas situaciones y por su lealtad a Fidel; cualidad que dejó plasmada en una carta escrita al líder en cuanto supo de su ascenso a comandante el 16 de abril de 1958. Así le confesaba: “Más fácil me será dejar de respirar que dejar de ser fiel a su confianza”.

Tras el triunfo de 1959 se preocupó por la educación de la tropa que trajo desde Oriente —la mayoría analfabeta—, a quienes primero les había educado con el ejemplo y después les mostró la importancia de la instrucción.

El comandante del sombrero alón, la barba espesa y la sonrisa franca, se ganó calificativos como Señor de la Vanguardia o Héroe de Yaguajay, pues resumen la trayectoria valiosa de este hombre de mil anécdotas que se alojó en el corazón del pueblo y conquistó su admiración y respeto por el carisma espontáneo, la conexión constante con su origen humilde y los aportes en la lucha para derrocar a la tiranía.

Entre los que mostraban absoluta confianza en el valeroso guerrillero, en su conducta y liderazgo, estaba Fidel, quien el 8 de enero de 1959, durante el discurso en el campamento militar de Columbia, hizo la histórica pregunta: “¿Voy bien, Camilo?”

Por todas estas razones, el comandante rebelde que encarnó la imagen del pueblo, recibe el homenaje de los cubanos cada 6 de febrero cuando se celebra su natalicio. Así lo sabemos envuelto en nuevos mitos populares que lo mantienen vivo, convocándonos con su sonrisa eterna en la fragua de la Patria agradecida.

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