Todo comenzó cuando al presidente cubano Alfredo Zayas y Alfonso, gobernante caracterizado por la práctica del fraude, se le ocurrió la genial idea de comprar el Convento de Santa Clara de Asís a un precio exorbitante, con fondos del Estado, y en un momento en que la economía cubana estaba en los niveles deflacionarios más bajos. El inmueble fue construido en el siglo XVII y vendido, en 1920, a una casa inmobiliaria, y ya bastante en ruinas, el Estado cubano lo adquirió (1923), por 2 300 000 pesos, según una fuente; y en 3 000 000, de acuerdo con otra. Lo cierto es que el zayato “compró” el convento a empresarios particulares que habían obtenido la instalación, en medio millón de pesos, precisamente, cuando estaba en su apogeo la denominada “danza de los millones”. [1]
El secretario de Hacienda como otros de sus homólogos gobernantes se opuso a tal negociación, no porque perjudicara a los intereses de Cuba, sino porque pertenecía a los seguidores del intervencionista general Enoch H. Crowder. Por lo tanto no se pudo aprobar la transacción por ley, sin embargo el Presidente, obsesionado con el convento, logró conseguir la rúbrica de Erasmo Regüeiferos, secretario de Justicia. Esta acción provocó el repudio popular, pues escondía uno de los tantos negocios engañoso comunes en la República mediatizada.
Un grupo juvenil, sin definición política ni rumbo ideológico todavía, tuvo noticia de que en el salón de actos del local de la Academia de Ciencias de Cuba, situada en la calle Cuba entre Amargura y Teniente Rey; iba a efectuarse un homenaje a la educadora uruguaya Paulina Luissi, organizado por el club femenino cubano que dirigía Hortensia Lamar; a la ceremonia asistiría el Secretario de Justicia del gobierno, que encabezaba Alfredo Zayas, Erasmo Regüeiferos, quien había refrendado el decreto presidencial adquiriendo el convento, y que estaría a cargo del discurso central del acto. Pareció al grupo ocasión apropiada para impulsar una indignación que conmovía al país entero.
A media tarde los jóvenes penetraron en el paraninfo de la Academia de Ciencias sentándose en el centro del público, integrado en su mayoría por mujeres. Desde allí siguieron el desarrollo del acto. Después de las palabras iniciales y cuando se anunció que el Secretario de Justicia hablaría en honor de la escritora invitada, Rubén Martínez Villena dirigiéndose a la presidencia alarmada, se puso de pie seguido por el grupo de amigos que le acompañaba, solicitó permiso a los organizadores y asistentes al acto y pronunció un breve pero tajante discurso, en el que denunciaba el turbio negocio en el que estaba implicado el funcionario del gobierno.
El periódico “Heraldo de Cuba”, en la primera página de su edición correspondiente al 19 de marzo de 1923, reproducía las palabras de Martínez Villena describiéndolo como “un muchacho rubio, delgado, escueto, de ojos claros y agudos”, habló en nombre del grupo:
La concurrencia se estremeció, nadie fue capaz de pronunciar palabra alguna, Refigüeiro mostró expresión de atleta derrotado, el embajador uruguayo simuló no percibir el hecho, y la maestra de ceremonias estuvo apunto de romper en llanto, más Villena prosiguió:
Ante las palabras acusadoras palideció el Ministro, cayeron de sus manos las cuartillas y fracasó el homenaje. Los trece protestantes, con Rubén a la cabeza, abandonaron la sala entre la sorpresa y el desconcierto de los presentes.[3] Se producía así la Protesta de los Trece. Inmediatamente que se retiraron del local, se dirigieron a la redacción del Periódico “Heraldo de Cuba”, donde Rubén Martínez Villena redactó el Manifiesto de la Protesta de los Trece, en el aseguraba:
Dicho manifiesto fue firmado por 13 de los 15 participantes: Rubén Martínez Villena, José Antonio Fernández de Castro y Abeillé, Calixto Masó y Vázquez, Félix Lizaso González, Alberto Lamar Schweyer, Francisco Ichaso y Macías, Luis Gómez Wangüemert, Juan Marinello Vidaurreta, José Zacarías Tallet, José Manuel Acosta y Bello, Primitivo Cordero y Leyva, Jorge Mañach y Robato y José Ramón García Pedrosa. No firmaron Angel Lázaro, que por ser ciudadano español temió ser deportado, y Emilio Teuma, quien adujo que por pertenecer a una Logia Masónica y ser Regüeiferos Gran Maestro de esa asociación, no podía, con su firma, quebrantar uno de los principios que regía dicha institución fraternal.[5]
Al día siguiente el grupo hizo circular por La Habana un volante con una declaración, en la que bajo el título de La Protesta de los Trece, manifestaron su satisfacción por el hecho protagonizado, ofrecieron disculpas al Club Femenino ya que su intensión no era otra que la de expresar la inconformidad de la juventud por el hecho ya explicado, a la vez que solicitaban el apoyo de todos los que sintiéndose indignado contra los que maltratan la República, piense con nosotros y estime que es llegada la hora de reaccionar vigorosamente y de castigar de alguna manera a los gobernantes delincuentes.[6]
El Manifiesto de la protesta
El manifiesto redactado por Villena confirmaba las acusaciones del grupo contra la corrupción estatal, el documento se encabezó con la declaración de los firmantes de sentirse honrados por iniciar un movimiento de reacción contra la corrupción de los gobernantes.
* Primero: Que por este medio pedimos perdón nuevamente al Club Femenino, reiterando que no ha sido intención nuestra perturbar en modo algunos sus funciones, ni mucho menos el homenaje que se rendía a Paulina Luissi. En espíritu estamos con las mujeres dignas y lamentamos que la medida tomada por nosotros, producto de civismo y reflexión, haya tenido efecto en un acto organizado por ellas.
* Segundo: Que sólo es nuestro objeto manifestar la inconformidad de la juventud, que representamos, con los procedimientos usados por ciertos hombres públicos.
* Tercero: Que siendo el acto homenaje a Paulina Luissi el primero público en que tomaba parte el señor Erasmo Regüeiferos, personalidad tachada por la opinión pública ante el hecho estupendo de haber refrendado el decreto inmoral y torpe relativo a la adquisición del Convento de Santa Clara de Asís, sólo contra él, o contra su actuación debe entenderse nuestra actitud al retirarnos de la sala.
* Cuarto: Que la juventud consciente, sin ánimo perturbador ni más programa que lo que estima el cumplimiento de un deber, está dispuesta en lo sucesivo a adoptar idéntica actitud de protesta en todo acto en el que tome parte directa o indirecta una personalidad tachable de falta de patriotismo o de decoro ciudadano.
* Quinto: Que por este medio solicitamos el apoyo y la adhesión de todo el que, sintiéndose indignado contra los que maltratan la República, piense con nosotros y estime que es llegada la hora de reaccionar vigorosamente y de castigar de alguna manera a los gobernantes delincuentes.
Significación
La Protesta de los Trece fue la primera expresión política de los intelectuales cubanos, como grupo definido, con ella quedó pactado el compromiso de la intelectualidad cubana con el destino de la patria. Acertó Rubén al escribir que la Protesta
El vínculo nacido de la misma dio origen a una entidad de vida efímera, pero no irrelevante, la Falange de Acción Cubana. El Domingo de Resurrección, primer día de abril de 1923, se levantó el acta de constitución de la Falange. Su Director, fue Rubén Martínez Villena, el Sub-Director Juan Marinello, las Secretarías estuvieron a cargo de Calixto Masó y Félix Lizaso. Fueron electos vocales José Zacarías Tallet, Fernández de Castro, Ichaso, Lamar Schweyer, Guillermo Martínez Márquez, Enrique Serpa, Luis A Baralt, Mañach, García Pedrosa, José Manuel Acosta, Cordero Leiva y Gómez Wangüemert. La naciente entidad se cobijaba bajo una advocación martiana:
A los trece protestantes se suman para integrar la Falange, cuatro jóvenes más: Enrique Serpa, Emilio Roig de Leuchsenring, Guillermo Martínez Márquez y Luis A. Baralt y, a propuesta del Director, se aceptan como socios activos a Pedro Martínez Fraga, Conrado Walter Massaguer, A. González, Alberto J. García, Joaquín Martínez Sáenz y Alfredo T. Quílez, los que prestarían en oportunidad próxima el juramento exigido en el artículo 8 de los Estatutos.
Desde entonces y dirigidos por Rubén Martínez Villena, se dedicaron a repudiar la corrupción administrativa y política del gobierno de Alfredo Zayas y a proyectarse hacia la búsqueda de nuevos derroteros que les propiciaran concretar el proceso de maduración ideológica que venía gestándose en ellos. Poeta de encendido verbo, Rubén convirtió en poesía su denuncia, al publicar bajo el título de “Mensaje lírico civil”, un documento histórico, en el que con fina ironía, expresa el sentir de una generación inconforme con el status del país en aquel entonces:
Lo cierto es que la protesta alcanzó a círculos y actividades que parecían adormecidos, desde su sección en el Diario de la Marina, Ramiro Guerra Sánchez escribió con mucho sentido:
Represalias del Gobierno
El 21 de marzo de 1923: El Secretario de Justicia, Erasmo Regüeiferos, presentó una acusación formal contra Rubén Martínez Villena. El 22 de marzo de 1923 el juez Antonio García Sola abre la causa judicial 330 contra los trece protestantes por delito de injurias al Secretario de Justicia. La pena solicitada para cada uno de ellos fue de ciento ochenta días de encarcelamiento, sanción máxima para este tipo de delito.
Inicialmente Fernando Ortiz asumió la defensa de los inculpados, mientras que numerosos intelectuales enviaron mensajes al Heraldo de Cuba ofreciendo su apoyo a los procesados. En los últimos días de marzo Regüeiferos renunció a su cargo, mientras que los jóvenes incautados debieron presentarse todos los lunes, hasta mediados de 1924, en el juzgado donde se presentó la demanda contra ellos, momento en que la misma fue sobreseída.
Durante ese proceso se creó el Grupo Minorista de cuyo manifiesto son firmantes nueve de los participantes en la Protesta de los Trece. El mismo fue redactado también por Villena, y en él quedan fijados, objetivos primordiales de la Revolución Cubana. Dicho manifiesto culmina con dos demandas fundamentales: en pro del mejoramiento del agricultor, del colono y el obrero de Cuba y por la cordialidad y la unión latinoamericanas.
De los 13 protestantes muchos claudicaron, Lamar Schweyer traicionó el primero y Mañach, lchaso, Lizaso y Masó se pasaron al campo enemigo, haciendo armas contra la Revolución. Otros se cruzaron de brazos, dando a la Protesta categoría de juvenil devaneo. De los que viven se mantienen junto a la Revolución Tallet y Gómez Wangüemert.[8]
Importancia histórica
Este hecho constituyó un ejemplo de la toma de conciencia patriótica que experimentaba buena parte de la intelectualidad joven, que desde entonces asumió una actitud combativa en aras de la liberación nacional.
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