Dos semanas atrás brotaba el entusiasmo entre estudiantes, profesores y el personal de apoyo en la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez por el reinicio del curso escolar.
La alegría duró poco por el rebrote de la COVID-19 que afecta a la provincia, hecho que desencadenó otra paralización de las clases y reajustes en las funciones de trabajadores y alumnos.
En ese caso se encuentra Dayana Heras Ramírez, una guajirita agradecida de la Ciudad de la Juventud, en el municipio de Venezuela. Sus ojos centellean cuando explica que está en tercer año de Ingeniería en Informática.
Sin embargo, ahora la vida le ha tomado una nueva senda a partir de la convocatoria que le hicieran por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) para laborar en el mismo plantel, convertido en centro de aislamiento. Sin dudarlo, aceptó la propuesta.
“Me siento feliz apoyando a nuestros médicos, que sepan que no están solos”, afirma la muchacha, mientras recuerda cómo su familia se preocupó bastante al saber su decisión.
“En ese momento les hice saber que estoy tomando todas las medidas necesarias, e incluso, me atrevo a asegurar que un poquito más”, y lo demuestra con hechos al presentarse ante el enfermero Alejandro Sisne Luis para adquirir los medios requeridos para su entrada en la Zona Roja, donde se alojan pacientes con posibilidades de padecer la enfermedad.
Justo ahí radica otro de los cambios en esta etapa, de acuerdo con lo expresado por Hansel Lorenzo Torres, presidente de la FEU en este recinto.
A diferencia de la anterior ocasión, los estudiantes sí acuden a la llamada Zona Roja para ofrecer servicios vitales como la limpieza y desinfección de los cuartos, la recogida de las bolsas de basura y la entrega de medicinas y alimentos a los pacientes.
“Lo hacemos basados en la responsabilidad que demanda el momento, es nuestro sentido de pertenencia con las organizaciones que integramos y, por supuesto, siempre cuidándonos con los medios de seguridad. Nos sentimos cómodos”, refiere el dirigente juvenil.
A la interacción adecuada del personal de apoyo con los profesionales de la salud se debe la mayor parte del éxito en el funcionamiento del plantel educacional transformado en hospital de campaña.
El doctor Juan Miguel Guerra Armada, director del centro de aislamiento, explica que los primeros pacientes llegaron el domingo 6 de septiembre. A partir de ese momento, las cifras de aislados se incrementaron, al punto de tener cuatro módulos con un total de 146 camas ocupadas, cantidad que puede ampliarse a mediados de semana.
De acuerdo con los protocolos establecidos, a los remitidos a centros, como el de la Universidad avileña, les realizan el PCR, que define si hay contagio o no. De ser positivo el paciente pasa al hospital que le corresponda, mientras los negativos retornan a sus casas con indicaciones de observación por el personal de sus consultorios del médico de la familia, proceso que se extiende a 14 días.
Añadió el galeno que en esta etapa ha sido clave el aporte de 22 médicos recién graduados, quienes a pesar de su poca experiencia han dado muestras de buena preparación, combinada con el altruismo que exige el trabajo en una Zona Roja.
En plena lucha contra la pandemia están ellos, mujeres y hombres a quienes el rostro, por ahora, no se les ve con facilidad, aunque la expresividad de sus ojos indica decisión de hacer y pasión por el beneficio a la sociedad.
Rigoberto Triana Martines,Periódico Invasor.
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