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¿Qué nos ofrecen? Notas sobre la llamada izquierda crítica

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La solicitud presentada por la plataforma Archipiélago para realizar manifestaciones en diversos lugares del país ha sido denegada, así lo informaron varias autoridades municipales en días recientes. Luego, juristas de incuestionable prestigio han rebatido el argumento presentado por los organizadores de que el artículo 56 de la Constitución les ampara para convocar esas acciones, las que consideran ejercicio de sus derechos. Sin embargo, los promotores de la llamada marcha cívica por el cambio omiten los límites que describen los artículos 4 y 45 del propio texto, los que hacen ilícita esa manifestación por los objetivos que plantea. ¿Será que no tuvieron tiempo de leer el anteproyecto durante la consulta popular de 2018? Tampoco lo hicieron para ejercer su voto en el referéndum de hace dos años, en que el 86% de la población aprobó la nueva Carta Magna. Han pretendido utilizar de manera oportunista un artículo de la Constitución que han repudiado para atentar contra el propio orden constitucional.

No pretendo acusar a nadie pero ha sido público el apoyo que recibió esta “pacífica” iniciativa de parte de figuras de la extrema derecha de Miami, los mismos que exigieron con fervor una intervención militar contra Cuba hace apenas tres meses. Dime quien te apoya y te diré quién eres. No obstante, hay un sector que ha declarado necesaria esta protesta y que demanda que se reconozca a estos actores en nombre de la pluralidad. Son los mismos que declaran que en nuestro país no existe el socialismo. Son aquellos que dicen que al gobierno cubano no le corresponde el apelativo de revolucionario y critican cualquier medida adoptada por el Estado porque según ellos no se adapta al ideal socialista. Son los mismos que han escrito ríos de tinta acerca de cómo manejar la economía o afrontar los problemas sociales; todos, absolutamente todos, culpa exclusiva del Estado. Son los que merodean por las redes sociales buscando publicaciones y perfiles que no compartan sus análisis de la realidad para cuestionarlos. Se han autoproclamado la izquierda alternativa o mejor dicho la izquierda “crítica”, en definitiva es lo único que saben hacer: criticar.

Esta corriente no es un bloque homogéneo, es diversa en cuanto a sus referentes teóricos y preocupaciones pero tienen un conjunto de elementos comunes. Sus representantes, fundamentalmente jóvenes, declaran que la Revolución ha sido traicionada, que se encuentra secuestrada por una casta de burócratas que por defender sus privilegios no están dispuestos a soportar cualquier disenso. Todo su discurso pasa a centrarse en eso, en la idea de que luchan contra una burocracia no dispuesta a realizar el más mínimo cambio y que se ha apoderado de las organizaciones de masas. Gustan de victimizarse, de decir que no se les escucha, que no tienen libertad de expresarse. No tienen reparos en considerar “fanáticos” y “ciegos” a cualquier coetáneo suyo que defienda algún aspecto de la gestión de gobierno; incluso han usado el término de izquierda cobarde. Se dicen herederos de las más diversas tradiciones de pensamiento revolucionario aunque cuando se les lee o se les escucha, uno encuentra varias inconsistencias teóricas. Se declaran marxistas pero no ven a la lucha de clases como motor que mueve la historia. Se afanan en colocar un tipo específico de discriminación como centro alrededor del cual gravita el mundo. Los árboles no les dejan ver el bosque.

No disimulan en prestar su apoyo a los activistas de la contrarrevolución interna cuando sus acciones reciben alguna respuesta. Dicen mantener esa posición por una cuestión de solidaridad con ellos, de defender su libertad y sus derechos. O sea, su libertad de conspirar contra la Revolución y en favor de la restauración capitalista. La solidaridad que preconizan hacia ellos contrasta fuertemente con su actitud ante personas o grupos en desventaja social. Para escribir sobre estos sectores de la sociedad tienen el primer lugar pero para implicarse en su atención ocupan uno de los últimos puestos. Incapaces, en su gran mayoría, de participar en cualquier acción que tenga impacto social son, en cambio, los campeones de la crítica. Se creen poseedores de la verdad y desconocen que también en el seno de las organizaciones se puede cuestionar a la burocracia, se pueden defender derechos y poner en práctica la creatividad y potencialidades de sus miembros.

Es más fácil decirse de izquierda y jugar a ser oposición que trabajar día a día por la profundización del socialismo en las aulas, en las fábricas, en los barrios o en cualquier lugar. Es mucho más cómodo decirse guevariano que ensuciarse las manos y la ropa en un trabajo voluntario. Alimenta más el ego publicar artículos de opinión en sitios digitales que contribuir, desde el anonimato, al perfeccionamiento de la obra alcanzada. La unidad del bloque revolucionario, condición de base para su fortaleza, no les interesa porque su carácter de grupo aparte es lo que les da visibilidad. Aunque de vez en cuando condenen el bloqueo, el antiimperialismo no es su fuerte.

Reclaman políticas públicas integrales para enfrentar las desigualdades pero no tienen vergüenza de apoyar a los que buscan llevar a Cuba al sistema que las acentuaría salvajemente. La hipocresía es su signo, atacando obsesivamente al Estado dicen que van a salvar el proceso revolucionario. Olvidan una verdad que fue lanzada aquel domingo en la Tángana del Trillo: La Revolución es más que sus instituciones pero son también sus instituciones. Por otra parte, se dicen preocupados por el futuro de las organizaciones de masas pero ni siquiera se toman el trabajo de contribuir, de la forma más mínima, a su constante renovación. A fin de cuentas, las prefieren inertes porque así pueden validar las hipótesis que desde antemano han planteado.

La Federación Estudiantil Universitaria es uno de los blancos preferidos por los predicadores de la llamada izquierda crítica pues es la organización a la que muchos de ellos pertenecen. Su preocupación por la salud del vínculo de la organización con sus bases los empuja a elaborar listas de encargos a cumplir por los dirigentes estudiantiles, a los que también consideran burócratas, oportunistas y escaladores; por solo citar algunos términos. Por todos lados repiten que la FEU no representa a los estudiantes, que no escucha, que no defiende sus derechos, que no hay diálogo. Algunos van más allá y piden una organización estudiantil alternativa; otros saben del capital simbólico de la federación y pretender disputarlo. La organización está lejos de ser perfecta pero sigue ofreciendo a sus miembros un universo de oportunidades para el desarrollo de sus capacidades y la concreción de su creatividad.

Ante toda esa buena voluntad de los muchachos de la “izquierda crítica” surgen varias preguntas: ¿Aprovechan esas posibilidades o están marginados de ellas? ¿Se implican en cualquier actividad o no se les permite asistir? ¿Contribuyen a pensar la federación que queremos o es que sus opiniones son despreciadas?

Todas esas interrogantes asaltan nuestra mente en cada momento que los representantes de la “izquierda crítica” hacen referencia al trabajo de la organización estudiantil. Varias veces ofrecen consejos de que se debe hacer y siempre serán bienvenidos pero es necesario que también brinden las manos, la cabeza y el corazón. La verdadera izquierda ataca con fuerza a la burocracia, la corrupción y la ineficiencia pero también trabaja cada día por transformar, construir un futuro mejor y mantener la unidad porque sabe que hay un proyecto que debe ser completado.

Atravesando un mar tempestuoso, en búsqueda de un horizonte de emancipación y justicia vamos juntos en el mismo barco. No hemos tocado tierra todavía pero la claridad de ideas nos enseña que es preferible seguir navegando a naufragar en un Archipiélago equivocado.

Tomado de Bufasubversiva

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