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Sobre la vida de uno de los mejores graduados de la UNICA

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A Sergio David lo conocen por muchas cosas, tantas, que cuesta trabajo recordarlas. Por eso, descubre cómo es la vida de uno de los mejores graduados de la Universidad de Ciego de Ávila.

“Cuidado con lo que le vas a ofrecer de los tragos del bar, que ese muchacho le sabe”, escuchó decir Sergio David Barrios Ruiz al bartender de uno de los restaurantes de Ciego de Ávila. Infirió que podría conocerlo pero, por mucho que apeló a su memoria, no recordaba de dónde. Los resultados de su búsqueda mental lo llevaban a un mismo lugar: el café Barquito de la Asociación Hermanos Saíz, donde tenía contacto con mucha gente y esa gente contactaba con él.

El artista

Para tener 24 años, puede decirse que en la vida de Sergio David ha ocurrido de todo. De ser el niño matriculado en natación en la Escuela de Iniciación Deportiva Escolar (EIDE) Marina Samuel Noble, participante en una de las Copas de natación Marcelo Salado, dejó las aguas en segundo plano para cursar los estudios secundarios y preuniversitarios fuera de ellas.

En duodécimo grado, cuando supo que estudiaría Licenciatura en Ciencias de la Cultura Física y el Deporte, debió informarse al respecto, porque no fueron pocos quienes le dijeron que se haría universitario solo para impartir clases de Educación Física en una escuela.

Cuando puso los pies en la Universidad Máximo Gómez Báez de ciego de Ávila (UNICA), los mitos cayeron por su propio peso. Sí, una de las áreas de estudio era la que tanto le habían mencionado, pero a ella se sumaban el deporte, la recreación y la cultura física profiláctica y terapéutica, con un poco de morfología y bioquímica, asignaturas de la medicina vinculadas a su carrera.

Y fue allí, en la UNICA, donde Sergio descubrió todas sus facetas mejor guardadas: la de bailarín en el conjunto músico danzario Telón Abierdo, la de alumno ayudante y profesor de Informática en un preuniversitario como parte del contingente pedagógico, la de uno de los representantes de los alumnos en la Federación Estudiantil Universitaria, organizador del Festival de Artistas Aficionados con sede en esta provincia y hasta la de mejor graduado de ese centro de altos estudios en el curso 2019-2020 y el primero de su facultad en lograrlo.

El cantinero

Aunque ha vivido sin sobresaltos económicos, Sergio David prefiere siempre la independencia, en todos los sentidos. Coherente con su forma de pensar, cuando inició la universidad se fue en busca de trabajo y una cafetería lo recibió en las noches por mucho tiempo.

Luego, llegó el curso de cantina auspiciado por la Federación de Mujeres Cubanas, aval que le sirvió para ingresar a la Asociación de Cantineros de Cuba y trabajar en instalaciones de la gastronomía como el Sevilla, el bar La Leyenda y, finalmente, el café Barquito, de donde lo conoce aquel bartender de uno de los restaurantes avileños, suponemos.

“Eso de la coctelería me gusta, digamos que es una de mis pasiones junto a la natación y a todo lo que ya sabes”, dice él. Pero, la pasión tuvo que ser suspendida, al igual que los servicios del Barquito, por culpa del virus innombrable.

Después de graduado, sus funciones en la UNICA han cambiado mucho, al punto de ser la segunda reserva del director de Extensión Universitaria y solo hasta febrero estará cara a cara con sus estudiantes, para comprobar por él mismo de qué está hecho.

El loco

Si hay algo por lo cual su madre le reclama muy seguido es porque, según ella, el muchacho se le va a volver loco de tanta hiperactividad.

De ese constante movimiento y de lo mucho que se esfuerza para que todo le salga bien, Sergio David saca ventaja, tal y como en la natación. La entrega y discusión de la tesis de licenciatura eximidas, un doctorado con ansias de tocar a su puerta, varios meses de atención directa a personas vulnerables con el propósito de suministrarles alimentos, medicamentos y evitarles salir a la calle, y un tercer trabajo como programador del grupo de teatro Polichinela, porque desde niño le gusta ese mundo.

“En lo que hago están, siempre, las manos de mis padres. Mi madre y mi madrina fueron mi apoyo durante la tesis, también Rodolfo, el director de extensión universitaria. La experiencia atípica de graduarme sin entregar o discutir mi proyecto fue diferente, pero muy tranquilizante. Lo demás llegó cuando me apunté para integrar el contingente, no me podía quedar en la casa sin hacer nada.

“Con Polichinela tengo algo especial y es el hecho de amar al teatro. Ellos necesitaban a una persona como yo”, confiesa, y él ya los tenía a ellos.

Mientras usted leía y yo le contaba, tal vez Sergio iba o venía rumbo a la universidad, llegaba a la sala Abdala, sede del Polichinela, a coordinar las actividades del mes, o se inventaba el nombre de un trago nuevo. Mas nunca en esas andanzas habría algún atisbo de locura, ¡qué va!, para eso no le alcanza el tiempo. Ni la hiperactividad.

Tomado del periódico Invasor

Colaboración: Yanet Hernández Soto.

 

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