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«A ciencia cierta, Lianny» destaca medio de prensa avileño andar científico de joven investigadora del Centro de Bioplantas 

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A ciencia cierta, Lianny

“La fama y yo no tenemos nada que ver”, dice como quien quiere justificar la evidente timidez a metros de distancia. Porque a Lianny Pérez Gómez una entrevista la intimida más que cualquiera de las investigaciones que, hasta el momento, tantas horas le han robado desde su llegada, hace tres años, al Centro de Bioplantas de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez (UNICA).

Pero no necesitó graduarse de Licenciatura en Química, en la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, para convencerse de que lo suyo era la ciencia. Desde mucho antes lo tuvo claro, cuando en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, “la profe Gisela y sus clases” la llevaron a enamorarse de una materia por la que hoy la mayoría de sus días trascurren entre microscopios, tubos de ensayo y experimentos.

Entonces sus padres tuvieron que despedirla rumbo a Villa Clara, con el temor de quienes ven partir a su hija única por primera vez tan lejos de casa. Los cinco años de universidad terminarían demostrándole que no se había equivocado al escoger, aunque estuviera de por medio el sacrificio de dejar a un lado las comodidades del hogar, pues “la carrera me fascinó, al permitir explicar fenómenos que normalmente ocurren en la vida diaria y no quedarnos solo en el simple porque sí y porque no”.

De ese tiempo recuerda las incontables horas de estudio, apenas una antesala de la vida profesional, la primera vez en aquel laboratorio que dejó a todos impresionados y alguna que otra anécdota graciosa que les costó un buen susto.

Si tuviera que escoger alguna rama dentro de la Química, prefiere la de los productos naturales, “basada en la extracción de compuestos naturales, a partir de plantas, que luego pueden ser aplicados en el área de la medicina, la biotecnología o la agricultura”. Por eso la ubicación laboral no resultó un dolor de cabeza cuando, al término de la Licenciatura, la situaron en el Centro de Bioplantas, y la noticia mereció celebración, por tratarse del lugar en el que siempre había soñado trabajar.

No obstante, con el alegrón llegaron también los miedos de recién graduada y el reto de enfrentarse a un perfil desconocido. Antes había realizado prácticas laborales en el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Camagüey, en el área de producción de vacunas para animales, y ahora no solo pisaba por primera vez los laboratorios de la institución avileña, sino que las plantas suponían el mayor de los desafíos.

Mas todo eso se quedó pequeño ante la acogida de un colectivo de trabajo que considera una de las mayores fortalezas del lugar. “Desde un inicio me sentí muy cómoda, porque en el centro somos muchos jóvenes, lo cual se conjuga perfectamente con los científicos de experiencia, los que no dudan en apoyarte y motivarte para que investigues”.

Y contrario a lo que en ocasiones sucede en otros sitios, donde la resistencia a las nuevas generaciones le quita voz y voto, “aquí los jóvenes tenemos mucha participación en todos los proyectos, podemos proponer ideas y eso te estimula”.

Por ello hace mucho dejaron de importar los más de diez kilómetros que a diario debe viajar desde el poblado Jicotea, en el que siempre ha vivido, hasta la Universidad. O las tantas madrugadas en que una colchoneta le ha servido de cama improvisada en algún rincón del laboratorio, mientras registra los resultados del experimento que puede ser, o no ser, y algunos de sus compañeros bromean al llamarla “vanguardia nacional”.

Sin embargo, el sacrificio —palabra con la que define el hacer ciencia— no ha sido en vano, y a sus 26 años atesora ya el Premio Anual Provincial de la Academia de Ciencias de Cuba, que recibiera el pasado enero, al que le antecedió el Premio del rector al mejor investigador joven, otorgado por la UNICA. Pertenecer a un centro como el de Bioplantas, con tantos reconocimientos en su historial, no amerita menos, y la superación profesional ha sido otro de sus desvelos, por el que desde hace unas semanas culminó su Maestría en Agrobiotecnología, y ahora fija la próxima meta en el Doctorado, “si es posible, en tres años”.

Cuando el laboratorio y el estudio le dejan tiempo, disfruta hacer manualidades, ese es su hobby, dice. “A partir de materiales reciclables me gusta hacer objetos decorativos, como lámparas. Eso al final implica creatividad y desarrolla la imaginación”. Algunos llevan el sello de familiares y amigos, otros, simplemente, decoran su cuarto, pero a todos les pone el mismo empeño, el cual fue reconocido en 2019 cuando resultó premiada en el concurso municipal de la Mujer Creadora.

Esa misma creatividad le ha valido en un centro donde, en ocasiones y por voluntades ajenas, no faltan carencias que golpean por igual otros sectores, mas ello no ha sido un obstáculo, “es ahí donde el investigador tiene que buscar alternativas para solucionar lo que no tienes en el momento. No puedes quedarte de brazos cruzados”.

Si regresáramos en el tiempo, no podría responder ni a una pregunta de esta entrevista, por esa timidez que le persigue, si bien, aclara, “eso cambió un poco desde que pasé por la universidad”. En cambio, de amigable y cariñosa va sobrada, y con ello ha conquistado a sus compañeros de trabajo.

¿De no haber sido la Química?, le interrogo. “Hubiera sido la Química, o algo relacionado con ella, para mí no había otra opción”, la única responsable de que hoy suene, cuando habla, como quien nació para la ciencia.

 

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