Ante lo nuevo siempre se precisa la información para orientar y explicar por qué se rompe con lo conocido. Ha sido y será una necesidad. Y mucho más, cuando el cambio estremece a las grandes mayorías. Solo así se comprende y, un tanto, se disipan las resistencias y temores propios por lo desconocido.
En ese fin, la Comunicación y el Periodismo — como uno de sus hijos más dinámicos — juegan un papel trascendental. Sus cartas de presentación son la veracidad, argumentación y claridad en el lenguaje; quienes se convierten en las herramientas indispensables para lograrlo.
Precisamente, en el medio de una crisis sanitaria sin precedentes y una economía que no acaba de despegar, Cuba atraviesa un contexto donde opiniones encontradas emergen ante la publicación del anteproyecto del Código de las Familias.
Desde su propio anuncio, el documento representa y protege la pluridimensionalidad familiar existente desde hace años en nuestra nación. Una realidad a semejanza del escenario internacional, que ha sido silenciada y minimizada por la cultura, los ideales hegemónicos y la institucionalidad del patriarcado. Quienes, a modo de cortapisas, han detonado a la esfera pública muchas preguntas que precisan ser aclaradas por la Comunicación.
La definitiva aprobación de esta norma — tras ser objeto de consultas y de referendo popular — devolverá a las manos de Cuba una disposición especial, con rango de ley, que aboga por el bienestar de cada una de las familias que conviven en el seno de nuestra sociedad: diversas, únicas e irrepetibles. Con su aprobación, de igual modo, se cumplirá con un deber para con la nación del presente y del futuro.
Ello constituye un verdadero reto para los hombres y mujeres que hoy sostienen sobre sus hombros los flujos informativos, interpretativos y opinativos del país, pues como constructos sociales no escapan del asombro natural ante el rompimiento con lo tradicional y conocido.
El primer paso, entonces, es sensibilizar y capacitar en cuestiones de género y términos jurídicos para que en los soportes comunicativos no se sobredimensionen algunas soluciones especializadas para varios de los conflictos familiares existentes en la actualidad.
Le corresponde a la Comunicación, asimismo, darle voz a todas las personas. Cada opinión tiene derecho y esa pluralidad contribuirá a dibujar con líneas mucho más firmes nuestras realidades, necesidades, deudas y políticas a asumir para el bienestar común.
Para aclarar cualquier duda el contraste de resultados científicos ha sido — y es — un ejercicio con grandes ventajas en la construcción de un criterio propio. El nuevo documento expone dinámicas, procesos y problemáticas de la Cuba actual, en su mayoría develadas por investigaciones desde la Psicología, la Medicina, la Sociología, la Demografía y el Derecho, y que centran el quehacer de organizaciones e instituciones activas en la edificación de una sociedad más equitativa.
Pero no solo bastan esos números y datos, nos corresponde buscar historias de vida que confirmen las 21 problemáticas fundamentales vinculadas con las relaciones parentales, el matrimonio y la unión de hecho, los temas de filiación y las instituciones de guarda y protección, identificadas en el proceso previo de la elaboración del anteproyecto, según se anunció por la propia prensa del país. Incluso, ir por aquellas realidades que pudieron escapar de la mirada especializada por la propia pluralidad de nuestra sociedad. El binomio razón-emoción es una de las fórmulas más antiguas y efectivas cuando de Comunicación se habla.
Otro buen ejercicio será dialogar con otros momentos históricos: la aprobación del aborto como derecho, las posibilidades de trabajo y estudio a las cubanas, el propio Código vigente…; resultantes de la necesidad de un grupo mayoritario y del empuje de la máxima dirección política. Igualmente, es imprescindible no tropezar con la morosidad o el silencio a la hora de explicar o responder desde los medios públicos tras la aparición en escenarios físicos o virtuales de campañas de descrédito, cuando Cuba pone sobre la mesa pública preceptos progresistas y revolucionarios. Demasiados daños y altos precios se han pagado ya para no revertir esas malas prácticas comunicativas.
Claro, sin olvidar que cada frase a publicar tiene que construirse desde la base del respeto, la verdad y argumentos que confirmen que el anteproyecto del Código de las Familias no construye ni impone comportamientos, orientaciones sexuales, representaciones sociales y actitudes. Como se ha presentado, tiende puentes para el entendimiento y la inclusión, en tanto abre puertas de alternativas y oportunidades a la diversidad con la que hoy coexistimos.
Urge en el acompañamiento necesario que vive el documento en su camino hacia el perfeccionamiento, la elaboración de un discurso coherente con el uso del interés humano como uno de sus principales valores, contraste de argumentos de fuentes desde miradas científicas diferentes y explicaciones con la evolución histórica en la mano para que las pasiones personales no traicionen los subconscientes. Así se podrá deconstruir, con efectividad, las resistencias afincadas en agendas que responden a fundamentalismos, a criterios que refieren que solo protege a las personas LGBTIQ+ o a resentimientos por errores pasados.
Una aspiración máxima no solo de los medios públicos cubanos, sino desde todos los ámbitos donde se susciten diálogos, contrapunteos y debates para que en cada espacio — oficial o no — se incida en la construcción del tan anhelado y necesario consenso; aquel que nos conduzca a una sociedad mucho más equitativa en derechos y oportunidades para todas las personas.
Por Lisandra Gómez Guerra.Alma Mater
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