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Hacia una cultura comunicacional

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Enviar un mensaje a las masas debe convertirse en un proceso bidireccional

Los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución de 2011, en alguna medida, trazaron el camino del creciente empleo de la comunicación social como herramienta para gestionar los procesos sociales, administrativos, gubernamentales y públicos, sin que los pronunciamientos de entonces significaran la aprobación de una ley o norma.

Siete años después fue aprobada la Política de Comunicación del Estado y el Gobierno, y, como continuidad del proceso, nació hace unas semanas el Instituto de Información y Comunicación Social (IICS), organismo de la Administración Central del Estado, amparado en el Decreto-Ley 41 de 2021, con el fin de regular y normar todos los procesos asociados a esta esfera.

Surge, asimismo, para considerar a esta ciencia en todos sus ámbitos y dimensiones: mediático, comunitario-educativo, e institucional, porque, como fenómeno social, transversaliza a toda la sociedad y con ello los procesos que surgen en los diferentes niveles.

El IICS vendría a resolver una tarea pendiente en los dos últimos entornos, desposeídos hasta hoy a la hora de sustentar teorías y políticas presentes en la formación académica de un comunicador social.

Desde el Informe Central y otros documentos del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) se viene haciendo hincapié en la comunicación como un arma estratégica, así como la necesidad de entenderla, asumirla y concebirla como parte de todos los procesos de impacto social.

Se reconocía también, en el más reciente Congreso partidista, que “existe una insuficiente cultura comunicacional que limita la capacidad de motivar, comprender, participar y debatir los asuntos que preocupan a la masa de trabajadores».

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Sobre las malas prácticas en materia de comunicación (en redes sociales, por ejemplo) ya Invasor puso el dedo en la llaga hace unos meses al afirmar que, salvo honrosas y poquísimas excepciones, el empleo de Facebook para gestionar y producir contenidos sobre y desde la provincia avileña, es deficiente.

En ese entonces decíamos que, sólo en nuestra provincia, salta a la vista el conglomerado de perfiles institucionales identificados con la denominación de origen Ciego de Ávila, pues sus administradores desconocen el manejo virtual y las diferencias entre perfiles y páginas. Una tendencia que se multiplica en empresas, organismos o instituciones sin el empleo de la ubicación geográfica.

De este modo, debemos convencernos de que comunicar no es solo expresarnos bien o publicar un post con cuatro fotos. Se trata de entender el proceso creativo y el algoritmo detrás de cada acción, ya que ninguna plataforma comparte las mismas características.

Enviar un mensaje a las masas debe convertirse en un diálogo bidireccional. Una comunicación dirigida, mecánica y orientada para cumplir de manera arbitraria, sin tener en cuenta las particularidades de los territorios, municipios o provincias, donde se incluyen las instituciones, organismos e individuos enclavados en este marco territorial, no funciona.

Fidel, siempre con esa luz de predecir el futuro, dijo el tres de julio de 1998, en la clausura del evento internacional Economía ’98: “(…) una computadora conectada a la red de Internet es ya una posibilidad de hacer llegar un mensaje, un pensamiento a millones de personas en el mundo”.

Le debemos el ganar terreno en la cultura de capacitar a los actores implicados y, para ello, regular las prácticas de forma sinérgica, ahora, desde los tres ámbitos de la comunicación y cuyo ente regulatorio sería el IICS. Uno de los retos está ahí.

Por Cristián Rojas Rosales
Periódico Invasor

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