DestacadasReflexione

La racionalidad tecnológica: más allá de la razón instrumental

Compartir en

La racionalidad tecnológica es uno de los temas que desde la perspectiva filosófica ha sido poco estudiada, la mayor parte de las investigaciones asumen una crítica externalista que enfatiza en las consecuencias y los efectos de la tecnología sobre la naturaleza y la sociedad.
Estos efectos son asumidos como producto de la racionalidad instrumental preponderante en la racionalidad tecnológica. Se considera que dicha racionalidad solo se guía por su estructura interna y no considera las externalidades. La práctica tecnológica dominante también confirma esta percepción. Sin embargo, es posible encontrar prácticas tecnológicas alternativas que muestran que la racionalidad tecnológica es más integral, y va más allá de la racionalidad instrumental. Aquí se propone la necesidad de comprender mejor la racionalidad tecnológica a fin de promover un cambio de visión que repercuta en una modificación de la acción tecnológica.

(…)

La racionalidad tecnológica como una forma de racionalidad práctica
La filosofía de la tecnología y la tecnología misma en cuanto práctica, están enlazadas con la filosofía de la acción; tanto la reflexión como su objeto de estudio conforman parte de una cavilación más amplia: la filosofía práctica. Al ser la tecnología una forma de acción, a ella aparecen ligados conceptos como los de agencia, libertad, decisión, responsabilidad, deseos, creencias y posibilidades proyectivas. Si bien la racionalidad tecnológica forma parte del dominio general de la acción, muestra particularidades y constricciones en la toma de decisiones y en el control de sus procesos, las que se expresan en la idea de instrumentalidad y en el criterio de eficacia tecnológica. Las constricciones de la tecnología son vistas por Broncano de manera positiva, ya que permiten “ampliar el espacio de posibilidades pragmáticas y de oportunidades y
de aprovechar y explotar las oportunidades disponibles” (1997, 72). Por las razones expuestas, aquí se enumeran algunos aspectos de la racionalidad práctica comunes a la tecnología.
Una primera observación obvia, por su generalidad, es la que asevera que la racionalidad es indispensable a la condición humana; ya que por las características de esta especie, la racionalidad contribuye a asegurar su supervivencia. A diferencia del resto de los animales que se guían por su base instintiva, los seres humanos han dejado de depender estrictamente de sus condiciones netamente instintivas, de tal manera que evalúa el medio en el que vive a partir de su racionalidad; convirtiéndose en un instrumento para explorar necesidades y problemas específicos en búsqueda de sus satisfacciones o soluciones. Al respecto, el cerebro humano evoluciona de tal manera que la racionalidad conforma parte de sus procesos mentales.
La racionalidad en cuanto proceso mental implica la noción de “intencionalidad”, esta característica es para Broncano la “marca de fábrica” de la racionalidad, pues al atribuírsele intencionalidad a un agente se le adjudica: a) la capacidad de representarse un grupo de estados posibles del mundo; b) un conjunto de objetivos o resultados; c) un determinado número de cursos de acción posibles y d) una función de elección que tiende a conseguir el máximo de satisfacción de esos objetivos (1996, 34). Una conducta racional es aquella que cumple con estas condiciones, de tal manera que la acción se dirige hacia un objetivo o fin que quiere alcanzarse.
En contraste, John Elster (1983) se cuestiona si la racionalidad puede darse sin intencionalidad.
Para él la respuesta depende de cómo se defina “racionalidad”, si por este término se entiende “adaptación en sentido de maximización local”, la respuesta es que sí existe intencionalidad sin racionalidad. Empero, para él, este vocablo ha de reservarse a los casos en los que el término tiene poder explicativo; es decir, para caracterizar una acción, una creencia o modelo de conducta como
racional, se ha de estar dispuesto a afirmar que “la racionalidad explica que lo que se dice es racional”–adviértase que tal razonamiento parece ser autorreferencial–; por tanto, en la racionalidad debe haber una intención de explicación, a lo cual ha de agregarse la intención de
predicción y la normatividad.

Si bien, la intencionalidad es una característica de la racionalidad, para Elster tal atributo no le es exclusivo, puesto que la irracionalidad también es intencional; por ejemplo, el modelo de homo economicus como canon de la racionalidad práctica, supone un ser humano egoísta; sin embargo, la evidencia empírica muestra que eso no es así. Este principio puede ser clasificado de
irracional pero intencional.
La noción de “racionalidad”, como se apuntó, intenta ser descriptiva, predictiva y normativa.
Toda buena teoría de la racionalidad práctica ha de describir una realidad determinada; y a la vez predecirla, es decir, en la racionalidad hay un intento por adelantar los hechos. El problema consiste en si esta predicción puede ser absolutamente confiable. Otrosí, la teoría ha de ser normativa, pues la racionalidad dice cómo resolver cuestiones concernientes a creencias, acciones y valores. Otra razón que sustenta dicha normatividad reside en que permite la crítica a las decisiones no racionales; así, los modelos de racionalidad normativa establecen “un canon o criterio de lo que es un x al que han de adecuarse los hechos para ser considerados, o contar como, un x” (G.Gutiérrez, 2000, 19). Esta característica es insoslayable a la noción de “racionalidad”. Empero, un modelo o una teoría de la racionalidad puramente normativa pierde en predicción y en explicación.
Toda teoría de la acción racional ha de dar cuenta de la tensión entre estos tres aspectos. El problema reside en establecer ese equilibrio.
Es un tópico en varias tendencias de pensamiento que la normatividad no es absoluta, sustancial, ideal o utópica; en tanto que solo puede “…ser ejercida por seres perfectos, porque entonces conduciría a una teoría hipócrita de las acciones humanas” (Broncano, 2000, 27). Esta idea implica que la racionalidad es relativa a los contextos o que está sujeta a límites y constricciones o que simplemente es fiable a un contexto determinado, ya que se trata de un instrumento que ayuda a la toma las decisiones correctas.
Tampoco ha de olvidarse que la racionalidad se apoya en razones, y en cuanto tal, consiste en la capacidad de “dar cuenta de____”; es decir, en ofrecer razones de las creencias, la acción y la valoración. Al hacerse esto, se establece una adecuación entre lo que se hace y las razones por las que se actúa. Si la racionalidad se apoya en “buenas razones”, estas serán las convincentes:
“…la racionalidad no consiste en tener ciertas razones para lo que uno hace, sino en alinear nuestras creencias, acciones y evaluaciones de modo efectivo con la mejor o la más fuerte razón disponible […]. Proporcionar o seguir el curso del consejo inteligente y ‘responsable’ es la clave de la racionalidad…” (Rescher, 1988, 20). Este es un planteamiento similar a la idea aristotélica de que la razón práctica no solo ha de perseguirlos medios, sino también los fines, pero no vale cualquier fin, sino aquel que da “en el blanco” adecuado. La noción de “adecuación racional”, como la llama Rescher, se vincula con la de “intencionalidad” y la “capacidad de predicción de las acciones”, pues se trata de determinar completamente hacia qué dirección apuntan las razones mejores o más convincentes.
La racionalidad no solo tiene como exigencia la coherencia o adecuación entre las razones y la acción, sino que también, demanda una congruencia entre los conocimientos de los que dispone e lagente y su acción, de tal manera que en principio: “la racionalidad práctica presume la racionalidad teórica, que se fundamenta en la coherencia de los contenidos. El preferidor ideal es también un individuo lógico y racional en lo epistemológico” (Broncano, 1996, 35). Empero, la racionalidad no es tan solo intelectual, sino que involucra la voluntad y la capacidad de selección.
Otras demandas sobresalientes de la racionalidad remiten a su relación con las nociones de “optimización” y “maximización”. Una formulación conocida de tales principios es la que ofrece Rescher, para quien la racionalidad consiste en la búsqueda inteligente de los objetivos apropiados de la mejor manera posible (1988, 13). La optimización de lo que se piensa y evalúa es el centro de la racionalidad y consiste en la búsqueda de la mejor alternativa. Esta búsqueda de lo óptimo es para Broncano un requisito más de la racionalidad, se trata en este caso de la completitud y la coherencia entre los objetivos y el orden de preferencias para obtener la mejor de las alternativas. Asimismo, la maximización de los beneficios en la opción escogida, se presenta como otra exigencia a la racionalidad; pero en tanto “…utilidad condicional en el caso de que  los estados del mundo no sean independientes y se establezcan relaciones probabilísticas entre sus ocurrencias…” (1996, 36).
Según lo expuesto en el párrafo antecedente, no cabe duda que la racionalidad práctica tiene vínculos con la economía, pues al comportamiento inteligente le es indispensable la evaluación de costes y beneficios; de tal manera que la eficacia de los medios y la validez de objetivos son aspectos esenciales de la racionalidad práctica. Lo que no es posible esperar, como pretenden las teorías económicas neoclásicas, es obtener una optimización absoluta en la que se disponga de toda la información disponible para tomar las decisiones, esto es una mera utopía por no decir ideología.
La racionalidad práctica “…es siempre materia de optimización relativa a ciertos límites, es decir, lo mejor que se pueda en las circunstancias actuales” (Rescher, 1988, 38). En consecuencia, la racionalidad práctica es instrumental en el sentido en que siempre habrá de considerar los medios para alcanzar los fines con la información disponible en un contexto determinado.
Si la racionalidad atiende a las buenas razones, de la misma manera, vela por la calidad de las inferencias lógicas; así es función de la racionalidad el control de la calidad de las inferencias, las argumentaciones y las razones que sustentan las creencias, las acciones y los valores asumidos por los agentes. Desde esta óptica, puede apreciarse otra fase del carácter normativo de la racionalidad práctica; pues al decir lo que ha de hacerse y al servir como instrumento de crítica se encuentra en una tarea de supervisión.
Esta función de control de la calidad es esencial a la racionalidad. Para Broncano se trata de un sistema interno de control del cerebro humano semejante a otros sistemas neurológicos que cumplen labores de regulación (1996, 32). Además, dicho sistema ha de considerar la calidad de los contextos en los que se efectúa la deliberación.
Esta cualidad de la racionalidad práctica también es atribuible a la racionalidad tecnológica, con la observación de que tal mecanismo de supervisión de la calidad de la intencionalidad de la acción debe ser más riguroso que los aplicados en la vida cotidiana, pues mientras estos últimos están más sometidos al azar, los de la tecnología están más supeditados a la planificación y la proyección.
La postulación de la racionalidad como sistema de control, según Broncano, garantiza la unidad de la racionalidad y la capacidad crítica; es decir, existe una misma naturaleza de las decisiones racionales, una misma forma de racionalidad aplicada a diferentes contextos o contextualizada
(1997, 77). Y, como Davidson (1974) sostiene, no es posible concebir la existencia de distintas racionalidades, ya que, esto conduce a la imposibilidad de intelección de la posición del otro.
Ahora, lo factible es encontrarse con diferentes dimensiones de la racionalidad

Autor: ÁLVARO CARVAJAL VILLAPLANA
Fuente: Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XLIII (108), 75-88, Enero-Abril 2005

Comenta aquí

*