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Alfabetización mediática crítica para mejorar la competencia de los jóvenes

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En una época en la que fake news y la desinformación predominan en el panorama comunicativo, es necesario enseñar a los jóvenes a ser críticos con el contenido que consumen en la red para evitar que les engañen. A este proceso se le conoce como alfabetización mediática.

Internet ha puesto a nuestro alcance mucha información de cualquier parte del mundo a la cual podemos acceder en cualquier momento. Noticias de medios de comunicación, artículos de blogs, cadenas de mensajería instantánea, publicaciones de redes sociales… Todos se mezclan y es importante diferenciar el contenido veraz del que no lo es.

Muchos usuarios de internet  no son conscientes de hasta qué punto pueden verse manipulados con cualquier información que reciben. Por eso es importante que se les enseñe a navegar de forma segura a través del universo digital.

Una de las maneras de conseguir despertar el espíritu crítico es animar a las personas a hacerse preguntas sobre todo lo que ven, escuchan y leen. Es lo que hacen los periodistas, profesionales de la información: los redactores se hacen preguntas constantemente para descifrar el origen del contenido y reconocer si es fiable o no.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) es una de las organizaciones que más trabaja por educar a través de la alfabetización mediática. Para ello, busca programas que ayuden a los docentes a trabajar esta materia en las aulas.

Paralelamente, ha identificado cinco aspectos a tener en cuenta a la hora de hablar de educación mediática: señalan que cualquier ciudadano puede ser transmisor de un mensaje por su derecho a la libertad de expresión, pero también que esta información transmitida no siempre es neutral ni procede de una fuente fiable.

Por ese motivo hay que educar el pensamiento crítico y tener en cuenta que la alfabetización mediática es un aprendizaje continuo de conocimientos, habilidades y aptitudes.

Hasta hace poco, muchos modelos educativos potenciaban las habilidades más competenciales, basadas en el conocimiento de una materia y en adquirir conocimientos a través de la memorización.

Sin embargo, la sociedad está cambiando y algunos educadores señalan que, además de fortalecer la memoria de los estudiantes, es importante ayudarles a desarrollar sus habilidades sociales, emocionales y aquellas que les permitan aprender por sí mismos.

En esta premisa se basan las habilidades del siglo XXI. En ellas se incluyen las habilidades sociales y emocionales para aprender a gestionar los sentimientos y desarrollar empatía hacia otras personas. Pero también la competencia mediática, es decir, la habilidad de ser críticos con el contenido que nos llega.

Instituciones científicas  advierten que existe una necesidad urgente en el sector educativo de formar a los jóvenes para que puedan ser más críticos con su entorno, a la vez que gestionan mejor sus relaciones sociales y cultivan su inteligencia emocional.


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