Grether Martínez Segura Sociedad 04 Abril 2023
Kevin Delgado Álvarez son lo más parecido a la antesala de uno de esos exámenes que, a la altura de su segundo año, en la carrera de Derecho, siempre acaban provocándole el incontrolable salto en el estómago. A esa hora, guion en mano, es él lo más parecido a un director de orquesta, mientras afuera suena Buena Fe y, en la improvisada cabina, los tres locutores y el realizador de sonido ultiman detalles.
Luego, el colectivo de Radio Corazón da una vez más las buenas tardes a quienes, a esa hora, en la sede Manuel Ascunce Domenech, de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez (UNICA), comparten otra emisión de su programa La FEU siempre.
Ese ha sido el ritual desde que, el pasado febrero, la voz de un piquete con ganas de contar la vida de su gente volviera a recorrer esos lares, y los planteamientos del último congreso de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) no se quedaran en la mera formalidad de un acta.
De esta manera, renacía una radiobase cansada del silencio de los años para, al decir de sus protagonistas, “llegar hasta el corazón de los universitarios con más información y mejores intenciones”.
Lo que ha venido después lo cuenta con lujos y detalles Kevin, a cargo de la dirección general y, muchas veces, la confección a cuatro manos de un guion que apuesta por “temas tan diversos como la misma comunidad universitaria”. Así, una semana pueden estar hablando de sexualidad y género, y a la siguiente del surgimiento y desarrollo del casino como baile popular, en una “fórmula” muy propia que da la espalda al aburrimiento al combinar entrevistas, noticias, curiosidades y buena música. Por eso el día que Invasor se “colaba” en la Manuel Ascunce, los más bailadores se aventuraban con las ruedas de casino ante la proximidad de la competencia entre facultades, y el pasillo era una fiesta entre sección y sección.
Si hasta ahora esa fórmula les ha funcionado para ganar oyentes es porque tampoco ha sido una camisa de fuerza, sino que, como apunta Lilian Ramos Conde, estudiante de primer año de Licenciatura en Derecho y una de las locutoras, han estado “abiertos a cualquier idea del alumnado, así sean testimonios personales”.
Y como no resulta nada fácil hacer coincidir a personas de diferentes carreras y con horarios tan distintos, un grupo de Whatsapp terminó siendo el enlace por el que circulan temas, guiones y hasta los pósteres digitales que, semana tras semana, salen de las manos de Ana Laura Espinosa Álvarez —quien cursa el tercer año de Gestión Sociocultural para el Desarrollo— y llenan redes sociales de Internet y estados en la aplicación de mensajería instantánea, como promoción al espacio.
Aunque la infraestructura dista de ser la de antes, cuando el despliegue era mucho mayor, el detalle parece ser intrascendente para “un equipo de producción que todos los miércoles trata de llevarles a los estudiantes lo mejor”. Si ha podido ser así se lo deben al empeño y, como reconoce su director general, al apoyo incondicional del Departamento de Extensión Universitaria que, carencias aparte, nunca ha puesto frenos y les ha dado todo cuanto les ha sido posible.
No falta quien desde afuera pasa y les dice: “oye yo también quiero estar ahí”, por lo que si algo sobra son voces dispuestas ante el micrófono. Entonces, al talento de los que ya conocen el significado de ganar una medalla en los Festivales de Artistas Aficionados se sumarán las ganas de quienes quieren hacer y aprender, desde una oportunidad que, según Delgado Álvarez, “permita también encontrar a esas personas que de verdad les gusta la locución y tienen aptitud para ella”.
Historias que contar no faltarán si serán ellos mismos quienes saquen la cara en cualquier partido de los Juegos Inter Años de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanísticas, “asalten” un barrio con el júbilo de esa edad―cuando la UNICA se va a las comunidades― o hagan formación vocacional en un preuniversitario porque el futuro no es un Tin Marín. Los errores servirán para hacerlo mejor pues, al fin y al cabo, nada es perfecto en este mundo; pero mientras los micrófonos se abran y, del otro lado, una comunidad universitaria espere para escuchar, sabrán que, cada minuto al aire, habrá valido la pena.
Tomado del periódico Invasor
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