Arley Puyol Álvarez Sociedad 22 Marzo 2023
Cuando parte del gremio de psicólogos supo que Manuel Calviño conduciría un programa televisivo la opinión fue contundente: “Eso es farándula”.
En aquel entonces, paradójicamente, Calviño discutía con directivos tras bambalinas para que el set fuera lo menos vanidoso, sin casi brillo ni tantos libros ni macramé. A sus exigencias le contravinieron otras, la más significativa era alcanzar un número alto de espectadores para la continuidad al aire de Vale la pena.
Del 28 de febrero de 1991 (fecha de la primera emisión) a hoy, más que lo mucho que ha llovido, se demostró lo equivocado que estaban sus críticos porque el récord de audiencia superó en cifras de tres o cuatro dígitos lo pensado y porque, si no es mentira que a Calviño lo acosan constantemente por fotos, tampoco lo es el alto nivel instructivo y profesional de cada emisión. Él encierra en apenas cuatro palabras, aparentemente sencillas, lo que significa para sí: “Ha cambiado mi vida”.
Y de esa manera, hablando de Vale la pena ― ¿cómo hacerlo mejor? ― es que Manuel Ángel Calviño Valdés-Fauly, profesor titular de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, introduce una conferencia magistral frente al rector de la Universidad de Ciego de Ávila Yurisbel Gallardo, vicerrectores y decanos de la casa de altos estudios.
Calviño, tal cual señala su título, es un ¡maestro! ―sí, entre signos de exclamación―, de los que aunque suene el timbre no importa si continúa.
Por el contrario, genera una mixtura de expectativa, interés y placer por lo que tiene por decir, que deja absorto a los alumnos, como si no supieran cuánto tiempo ha transcurrido o, simplemente, no supieran que el tiempo ha transcurrido.
Primero, exige que todos estén de pie para realizar un ejercicio. Consiste en que repitan lo que él haga. Dice “estiren los brazos hacia adelante”, que los encojan, que se toquen ahora la mejilla, pero como él se tocó la barbilla el resto se equivocó. Y de ahí devino la lección: “el primer enemigo del cambio de mentalidad es el cerebro y el motor del cambio de mentalidad es el ejemplo”.
Esa cita entronca con la idea central de su libro Cambiando la mentalidad… empezando por los jefes que, previo a su publicación en 2014, sufrió lo mismos padecimientos que señala, pues la primera objeción fue que el titular era muy extenso y le propusieron quedar en Cambiando la mentalidad.
“Si le preguntáramos a jefes escogerían ese título reducido, pero si le preguntáramos a los subordinados dirían que el cambio sí que tiene que empezar por los jefes”, respondió Calviño y la Editorial Academia aceptó.
Cambiar la mentalidad es aniquilar de una vez «el síndrome de se puede, pero no es posible”, exacerbado, a veces, por cumplir lo establecido en antiquísimas resoluciones, por la desconfianza en la juventud, por ausencia de autonomía a la hora de tomar decisiones, por no intentar entender cuál es la verdadera razón que nos afecta y obstaculizar las soluciones.
Ese palabreo, quizás inentendible o vacío, lo critica el profesor y lo descodifica con un ejemplo cercano, repleto de razón y resultado: el cuarto lugar de Cuba en el V Clásico Mundial de Béisbol 2023, obtenido a partir de que se comprendió la necesidad de la unidad, de la integración peloteros grandes ligas, de romper viejos cánones que alejaban al equipo de las mejores posiciones.
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